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El aire chocaba con su rostro, logrando que los mechones que salían de sus trenzas volaran por detrás suyo. El aroma a comida mexicana le inundaba cada vez más conforme caminaba, las luces del local sobresalían en aquella oscuridad profunda. Se detuvo enfrente de la entrada del restaurante. Su mente se encontraba nublada y no encontraba alguna posible excusa para justificar su plática con Afrodita.

—¡Nova! ¿Qué ha pasado? ¿Qué quería Afrodita de ti? —Inmediatamente hubo puesto un pie dentro, las preguntas por parte de Zoë se abalanzaron sobre ella.

El nerviosismo comenzaba a apoderarse de ella, Percy le miraba con pena, siendo el único que entendía lo que probablemente haya pasado.

—No creo que sea tan importante, seguramente también te advirtió sobre la chatarrería de su esposo y eso... ¿no? –intervino Percy, auxiliándola.

—¡Lo mismo! Digo, la diosa del amor no tiene muchas cosas de que hablar con alguien que juró ser doncella eterna. —Comenzó a divagar y hablar torpemente sobre detalles vagos e innecesarios, pretendía dar un contexto convincente—. Solo me dijo que no reclutáramos más doncellas por un tiempo, por las pérdidas que seguramente vendrán. Interfiere en sus planes.

Zoë asintió no muy convencida, sabiendo que Nova no estaba dispuesta a hablar más. —Como le dije a Percy, ten cuidado.

—¿Y cómo vamos a salir de aquí? —inquirió Percy, en un intento por cambiar de tema y lograr disipar aquel silencio incomodo que comenzaba a formarse.

-—Por allá, ese es el oeste.

—¿Cómo lo sabes?

—La osa mayor esta al norte, lo que significa que esto ha de ser el oeste.

Nova caminaba tranquilamente a un lado de Grover, estaba al tanto de lo que los demás conversaban, pero se mantenía en un silencio iracundo. El sátiro llamó la atención del resto, fijándose en la montaña de chatarra que se levantaba frente a ellos.

Los ojos de Bianca destellaban de emoción pura, se encontraba inmersa dentro de un mundo de tesoros, a sus ojos todo era magnifico. – Miren, un arco de cazadora.

—Bianca, no tomes nada —añadió, antes de que la menor pudiera tomar el arco, sin embargo, esta hizo caso omiso a sus palabras, corrió colina abajo hasta tomarlo y que este se encogiera en un broche para el cabello.

—Déjalo, Bianca —ordenó toscamente Zoë.

Constantinova apenas le hizo caso, se limitaba a caminar cerca del grupo en silencio, de vez en cuando notaba la mirada de compasión de Percy sobre su persona.

Unos metros de donde el grupo se encontraba, se alcanzaba a visualizar las luces refulgentes de la autopista que cruzaba el desierto.

—¿Qué es eso? —inquirió Bianca, divisando lo que se interponía entre ellos y la autopista.

Thalia, Zoë y Constantinova intercambiaron una mirada repleta de angustia y nerviosismo. Los ojos de la azabache se habían tornado más oscuros y su semblante se había endurecido, mantenía una expresión completamente gélida, mientras observaba detenidamente su panorama completo.

Un golpe en seco resonó entre aquel silencio, Nova tensó rápidamente su arcó apuntando a donde había surgido el sonido. No se encontraba en su mejor ánimo, por lo que fácilmente lograba exasperarse, dejando de lado cualquier atisbo de su característica personalidad carismática.

—¡Grover! ¿En qué estabas pensando? —Su tono no era precisamente amable, por lo que sus palabras habían resultado como una bala. Zoë había reñido de igual forma al sátiro, pero menos brusco.

𝗚𝗿𝗲𝗲𝗸 𝗧𝗿𝗮𝗴𝗲𝗱𝘆 ¹ | PJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora