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La pesadez en su cuerpo le obligaba a permanecer en reposo, su garganta raspaba y no había logrado mantenerse consciente por más de cinco minutos. Se levantó agitada, carraspeando por la falta de agua en su cuerpo.

Antes de poder prestar atención a su alrededor, un brazo le acercó un vaso con agua, sus ojos la observaban minuciosamente, dando la impresión de alivio al encontrarse con el iris de sus ojos.

—No me mires así... —pidió en un hilo de voz—. ¿Qué... qué haces aquí?

—¿No... no recuerdas nada?

Hermes tomó el vaso de agua que Nova le devolvió y se sentó a los pies de la camilla. Constantinova repasó su rostro, debajo de sus ojos azules unas finas líneas de cansancio podían distinguirse, mantenía sus labios fruncidos y su atención puesta en ella.

—Sé que estaba en las fraguas... con Percy... —Se detuvo, tragando saliva con un nudo en su garganta—. ¿Dónde... dónde está Percy?

Hermes intentó hablar, pero las palabras se atascaron en su garganta sin formularse, Constantinova enmudeció, mordió el interior de sus mejillas y asintió para sí misma. Hermes no había dicho nada, pero había sido capaz de entender todo.

—Lo siento, Nova...

—¿Qué hago aquí? —preguntó con brusquedad, apartando con sutileza la mano de Hermes sobre su brazo—. ¿Por qué me trajiste?

Su voz se quebró, obligándose a tragar el nudo de su garganta, sus labios se fruncieron, haciendo acopio de las pocas fuerzas que conservaba para no derrumbarse.

—¿Por qué lo hiciste? —pidió alzando la voz—. ¡Contéstame!

Hermes la miró, cauteloso de la mirada filosa que le lanzaba, había aguardado por ella y como cada vez que creía volver a alcanzarla, ella retrocedía.

—Tú me llamaste —respondió, con calma. Sentía un pinchazo en su corazón al verla tan destrozada y frágil.

—¿Lo hice? —preguntó con sorna, alzando una de sus cejas, su tono siendo tan gélido y cruel. Hermes se limitó a asentir—. O tal vez fue tu egoísmo el que me obliga a seguir aquí.

—No me importa lo que pienses, ni cuanto me odies ahora mismo —aceptó, mirándola con firmeza—. No iba a dejarte agonizar de esa manera. Prometí cuidarte y no espero que me agradezcas por eso.

—¿Por qué? —escupió con ira.

Hermes se había levantado, pero se mantuvo en el umbral de la puerta al escucharla.

—¿Qué cosa?

—¿Por qué insistes en quedarte conmigo? —preguntó con un hilo de voz.

Sus ojos se cristalizaron, sintiendo un nudo en su garganta atosigarla por el enojo que la sobrepasaba, ahogo un sollozó al tallar con violencia sus ojos.

—¿Para qué, sí al final me volverás a dejar? —protestó con furia.

Hermes se quedó en silencio, mirándola vacíamente. En todos esos años, aquello siempre le había atormentado, incluso cuando su relación había mejorado, ninguno había mencionó nada.

—Nova...

—No hace falta que digas nada —confrontó, desviando su mirada y negando para sí misma—. Yo debería haberlo sabido antes de...

Hermes quiso acercarse, en su mente solo pensaba correr a ella y abrazarla. No quería perderla, pero sus palabras caían como un balde de agua fría y eran verdad.

—Tú no te imaginas lo que fue encontrarte casi sin vida —habló en un hilo de voz, conteniéndose.

Hermes mantenía su mirada en el suelo, no sentía el valor de enfrentarse al iris violento de sus ojos, que lo miraban cruelmente. Su mandíbula se encontraba tensa y sus nudillos se tornaron blanquecinos por la fuerza que ejercía.

𝗚𝗿𝗲𝗲𝗸 𝗧𝗿𝗮𝗴𝗲𝗱𝘆 ¹ | PJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora