Recuerdos

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Decidí cerrar los ojos, no entendía nada, necesitaba pensar. Me tranquilizaba tener al lado el cuerpo de Newén, así que lo abracé e intenté calmarlo.

Un campo se abre ante mí, el olor de las flores activa mis sentidos. Me encanta andar descalza por esos prados y sentir el frío de la hierba. Esa mañana no pude ir a disfrutar de mi placer más básico, me van a presentar a mis nuevos guardianes. Jóvenes que han tenido que superar ciertas pruebas en las cuales algunos de ellos han fallecido.

Entro al gran salón, allí me esperan todos. Una hilera de unos veinte jóvenes, niños y niñas entre cinco y quince años, me miran con admiración. Paseo delante de ellos, los miro y evalúo. Algunos me hacen una reverencia, otros me sonríen, algunos bajan la mirada... De lo nerviosos que están no saben cómo deben actuar ante mí.

Paro en seco, veo a un niño, el más pequeño que recuerdo. ¿Cómo ha podido sobrevivir a todas las pruebas? Tiene unos preciosos ojos de color verde, tan intensos que me atrapan. Me agacho y le acaricio la mejilla. Me sonríe y noto como se ruboriza a pesar de su tez morena que lo disimula. Finalmente le pregunto: ¿Cómo te llamas pequeño valiente?

-Newén, señora.

-¿Y qué edad tienes, Newén?

- Cuatro años y medio, señora.

Me incorporo y con un leve gesto de cabeza, les indico que me sigan mientras tomo la mano de Newén. Los conduzco hasta la gran terraza, uno de mis lugares favoritos. Les explico que me encontrarán allí cada vez que me necesiten, el entrenamiento que van a recibir va a ser duro, que deben esforzarse y a la larga, unos pocos afortunados, sabrán mi auténtico nombre.

Las alas de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora