Estaba paralizada. Rodeada por la niebla que se formaba por el agua evaporándose a mi alrededor, me percaté de que alguien me estaba observando, escondido detrás de unos árboles. Con todas mis fuerzas intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía. Tenía la sensación de que algo no andaba bien. Empecé a notar el calor del agua subiendo por mis pies hasta mi cabeza. Un extraño olor se mezclaba con el olor a naturaleza que me rodeaba. Intenté gritar: -¡Eh, tú!, pero la voz se me quebró.
Quería ir hasta aquel o aquella que me observaba, pero estaba completamente inmóvil.
De repente, un muchacho apareció de entre los árboles y se acercó a la orilla con precaución. Mis ojos chocaron con los suyos. Me tendió una larga rama para que pudiera agarrarme a ella. Con dificultad conseguí cerrar los dedos alrededor de esta y él tiró de mí. A medida que iba saliendo del arroyo, notaba como mis extremidades se iban despertando del entumecimiento que hasta el momento había sentido.
Tumbada encima de la hierba de barriga contra el suelo, levanté la mirada. El muchacho, de mediana estatura, con el atuendo típico de alguna de las tribus que habitaban en el lugar y de piel oscura, me observaba con curiosidad.
-¿Quién eres? -No estaba segura de si podía comprenderme, pero tenía que intentarlo.
-Newén. -Sorprendida lo observé.
-¿Hablas mi idioma? -Noté extrañeza en su mirada.
-Hablas el mío. -En mi interior, el corazón me dio un vuelco.
Imágenes borrosas de mi dentro de la hoguera, bebiendo una especie de bebida roja, me invadieron. Me levanté de un salto. Aquello que tomé era sangre.
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Las alas de una diosa
FantastikLos recuerdos de Alessia Kühn son arrebatados. Se despierta en un bosque, más bien una selva, muy lejos de lo que ella recuerda como hogar. Solo dos nombres son la clave para que los fragmentos de su memoria vuelvan a reconstruirse: Esyre y Newén.