Capítulo 2

4.8K 435 155
                                    

La carretera costera que contactaba a Malibú con Los Ángeles estaba completamente atascada de personas tratando de salir de la zona. Se hallaban bajo una enorme muralla de humo que se levantaba sobre las montañas de Santa Mónica. El trayecto de regreso demoró el triple de lo acostumbrado, pero lentamente se fueron sintiendo más tranquilos a medida que avanzaban hacia terreno seguro.

―Gracias ―le dijo Lucien desde el volante―, me salvaste la vida. A mí y a Molly.

La labradora ladró, al escuchar su nombre. Meg sonrió, todavía no sabía la gravedad de la situación.

―No creo que tanto como salvarles la vida, pero estaba preocupada. Wilson me avisó que estabas en Malibú y lo que sucedía.

―Él siempre está velando por mí, al igual que tú.

―Tú también velas por mí. ―Meg le sostuvo la mirada.

―¿Y Jude?

―En el colegio. Lucien, ¿por qué estabas solo en la casa? ―indagó―. ¿Qué sucedió?

Él negó con la cabeza.

―Peleé con Tina y nos separamos. Volé a California sin decirle a nadie. Estaba de pésimo humor y despedí al servicio. Escuché algo respecto al fuego ayer pero no le di importancia.

―No podíamos contactarte al teléfono, ya ves que era algo serio.

―Estaba dormido, no sentí nada ―confesó apenado.

―No puedes hacer eso, amigo. Nos tenías asustados a todos y el asunto pudo ser serio. 

―Lo sé, lo lamento. Solo pido al cielo no perder mi hogar. ―Meg advirtió verdadero pesar en sus palabras.

―Verás que no será así. ―Ella le acarició la mejilla por un instante, pero luego bajó la mano y fijó la vista al frente―. ¿Es definitivo lo de Tina?

―Creo que sí. ―Resopló―. No quiere tener hijos.

―Pensé que la estabas convenciendo.

―Pues no fue así ―suspiró.

―¿Es muy importante para ti tener hijos?

―Sí. Cumplo cuarenta años el mes próximo, Meg, y quiero una familia.

―¡Cuarenta años! ¡Sí que te estás poniendo viejo!

El hombre la miró, frunció el ceño y sonrió. La verdad que Meg no quería reconocer era que, con la edad, Lucien se había vuelto cada vez más atractivo. Algunos hilos de plata adornaban su cabellera castaña y cuando se dejaba la barba, como ahora, hacía suspirar a más de una, incluyéndose.

―Siempre puedes encontrar otra novia ―le sugirió ella.

―Tal vez.

―O acudir a la maternidad subrogada ―añadió Meg despreocupada.

―También lo he pensado y se lo propuse a Tina, quien alegaba que no quería echar a perder su cuerpo con un embarazo, pero me aseguró que no desea ser madre de ninguna manera, ni así. Respeto su decisión, pero no tenía sentido que continuáramos juntos.

―¿No la amabas?

―Nos llevábamos bien y la quiero, pero enamorado no ―afirmó sin dudar.

―También puedes ser padre soltero. Varios famosos acuden a la donación de óvulos y a una madre de alquiler para tener un hijo.

―Lo sé, como Riki Martin ―volvió a sonreír―, pero me imaginé compartiendo ese momento con alguien más: con la madre del bebé, mi esposa. De cualquier forma, es una opción que no descarto y estoy reflexionando sobre ello.

Vientre solidario ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora