Lucien levantó la mirada cuando sintió las puertas del ascensor abrirse. Allí estaba ella. Se levantó del suelo como impulsado por un resorte y se acercó a Meg, intentando encontrar las palabras correctas y mirándola a los ojos como quien intenta leer en ellos la razón de su extraño comportamiento. Le sorprendió cuando ella lo abrazó con lágrimas en los ojos… Estaba preparado para sus recriminaciones, pero no para su amor sin que mediaran explicaciones.
―Lo siento ―susurró ella contra su pecho.
―¿Sucedió algo con los bebés? ―Estaba asustado ante su reacción y tenía miedo.
―No, no. ―Ella se enjugó las lágrimas e intentó sonreír para quitarle esa idea de la cabeza―. Todo está bien con ellos. Mejor entremos, por favor.
Lucien se sintió más a gusto dentro del departamento, pero aún no sabía qué pensar. Se acercó a ella y la tomó por lo hombros para mirarla a los ojos.
―Siento lo que sucedió con la premier. Fui un completo estúpido al no responder a la pregunta de la manera que merecías, pero eso no significa que no te considere la madre de mis hijos ―expresó con voz ahogada.
―Lo sé, Lucien.
―¿Y por qué te fuiste de casa? ―Aquello todavía no lo comprendía.
―Perdóname ―murmuró ella―. Me fui porque desconfié de ti. Me equivoqué mucho cuando creí que no pensabas en mi felicidad.
―Tú eres mi felicidad, así que es imposible que no piense en ti ―le confesó él, todavía sin besarla.
Meg se apartó un poco de él para encontrar valor y confesarle lo que había sucedido: el desafortunado hallazgo que la llevó a una conclusión completamente errada.
―Cuando vi esos documentos ―le explicó―, creí que me habías estado engañado todo este tiempo.
Lágrimas bajaban por sus mejillas y Lucien volvió a aproximarse para enjugarlas y confesarle la verdad.
―¡Oh, Meg, es todo lo contrario! ―exclamó―. El abogado redactó por su cuenta esos documentos que viste en mi despacho, pero cuando me los entregó los rechacé. Debí haberlos destruido pero no imaginé que los encontraras. Me hablaste de adoptar a los bebés, pero yo quería algo distinto para nosotros: que se te reconociera como madre de ellos desde antes de su nacimiento. El abogado ha redactado otro documento, que era una sorpresa para ti —le contó—. Se va a solicitar la rescisión del contrato con lo cual, cuando nazcan los niños, serán inscritos como hijos biológicos de ambos.
―Ya me lo explicaron ―volvió a sonreír, aunque continuaba emocionada―. Mi abogado me llamó esta mañana y tuve una cita con él. ¡Me explicó todo! Espero que el juez lo apruebe.
―Así será. Quería darte la noticia yo, pero no sabía que serían tan ágiles en el proceso. De cualquier forma me alegra que haya sido así: te quitaron una preocupación cuando más lo necesitabas y además, dentro de poco, tendremos la resolución judicial. De haber sabido que estabas pasando por tanta angustia te lo hubiese dicho esa misma noche ―se lamentó―, pero quería que todo estuviera listo y darte la sorpresa. Perdóname.
―No tengo nada que perdonarte, Lucien. Lo has hecho todo bien, fui yo quien no confió en tu amor y me arrepiento de eso.
―Tenías motivos para dudar. En mi afán de ocuparme solo de este asunto te oculté los pasos que estaba dando a favor de nuestra familia. La paternidad en solitario no es lo que deseo. Te amo, Meg, y no concibo mi hogar sin ustedes.
Lucien le enmarcó el rostro con sus manos y le dio un largo beso. Ella lo abrazó, seducida por su embriagador cariño, y por esa sensación de paz que tanto precisaba. Los bebés comenzaron a dar pataditas en su barriga y Meg se separó un poco con una sonrisa.
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Vientre solidario ✔️
RomanceLucien Walters, oscarizado actor de Hollywood, está a punto de cumplir cuarenta años y desea ser padre. Tras romper con su última novia, se decide a rentar un vientre para tener un hijo. Después de pensarlo mucho, le propone a una amiga, Margarita...
