Lucien Walters, oscarizado actor de Hollywood, está a punto de cumplir cuarenta años y desea ser padre. Tras romper con su última novia, se decide a rentar un vientre para tener un hijo.
Después de pensarlo mucho, le propone a una amiga, Margarita...
Meg durmió mal y se levantó temprano. Lo primero que hizo fue abrir su armario y colocar algo de ropa para ella y luego en la habitación del niño hizo lo mismo. Despertó a Jude, quien se quejó porque era domingo, pero le pidió desayunar temprano. El pequeño no sabía la razón y Meg no quería romper su corazón diciéndole sin preparación la decisión que había tomado.
―Jude… ―No sabía por dónde comenzar―. Lucien me contó que vendrán unos obreros a hacer algunas reformas a la parte superior de la casa. Creo que es mejor que nos vayamos a casa unos días.
―Pero mamá… ―El niño abrió los ojos como platos―. ¿Tenemos que irnos? Esta es nuestra casa ya.
―Sí, corazón, pero el polvo y el ruido, son algo incómodos para nosotros. Yo no puedo estar aquí con esas condiciones.
―¿Y Lucien?
―Lucien está en Nueva York, tal vez demore unos días más de lo previsto. ―Aquello no sabía si era verdad, pero quería dilatar el reencuentro con Lucien, sobre todo porque tomaría una decisión definitiva respecto a ellos.
―Está bien, mamá ―respondió Jude un poco triste―, pero prométeme que volveremos en cuanto se pueda… No quiero dejar sola a Molly.
Meg no quería prometer nada que no fuera a cumplir, pero para su suerte sonó su teléfono: era Lucien. Él estaba muy cariñoso, como era costumbre, pero ella no se dejó convencer por su amabilidad. No le habló de sus planes, pues prefería salir de la casa con tranquilidad hasta que pudiera darle la noticia.
Una hora más tarde, Meg colocaba la mochila de Jude y su bolso en la parte de atrás del auto. Susan, que estaba cerca en el jardín regando las plantas, no dudó en aproximarse pues la actitud le parecía en extremo sospechosa.
―¿Se va de viaje? ―se atrevió a preguntar.
Por fortuna Jude estaba en el auto y no la escuchó.
―Regreso a mi casa ―contestó.
―¿El señor Walters lo sabe? ―inquirió levantando una ceja.
―Me perdona, Susan, pero yo no soy una prisionera en esta casa ni tengo que dar explicaciones sobre mis decisiones. Estaré en mi casa, y se lo informaré a Lucien cuando crea que es el mejor momento para decírselo ―respondió.
―Discúlpeme, no era mi intención molestarla. ¿Entonces regresamos a su departamento?
―No, me iré sola con mi hijo. Por el momento puedo encargarme de todo. Muchas gracias ―añadió Meg, quien no deseaba que nadie del servicio de Lucien la vigilase.
Soltando un suspiro y sintiéndose libre, encendió el motor del auto y se marchó con Jude en dirección a Pasadena.
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Lucien estaba agotado luego de rodar todo un día, pero al fin habían terminado. Eso significaba que podía volver a casa. Eran las diez de la noche y no había tenido tiempo de responder las llamadas. Frunció el ceño al advertir que tenía varias de Susan, pero comprendió todo cuando leyó un escueto mensaje de Meg: