Capítulo 16

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Unos días después

Lucien aprovechó que Meg estaba en casa de Bianca con los niños para tener una entrevista con su abogado. Desde la boda de Mónica había comprendido que Meg no se sentía a plenitud en la relación y eso lo preocupaba. Entendía su posición y pretendía resolverlo todo, puesto que para él lo más importante era su felicidad.

El abogado, Peter Brown, llegó a la hora prevista y le estrechó la mano. Era un hombre de mediana edad con mucha experiencia. Ataviado con un impecable traje, unas gafas y una sonrisa que era parte de su atuendo, se sentó en la biblioteca para charlar con su cliente. Llevaba un maletín de cuero negro, el cual abrió para extraer unos documentos que de inmediato le tendió a Lucien.

―Cuando me dijo que quería hablar de los bebés, me di a la tarea de concluir este documento. Ya está listo para presentar ante el juez.

―¿Qué es?

―Recordará que le expliqué una vez que el contrato de maternidad subrogada no es suficiente para otorgarle la paternidad sobre los hijos. Los derechos de filiación deben ser establecidos por un juez mediante resolución judicial. Incluso puede hacerse antes del parto, lo cual es muy conveniente para usted. Es justamente esta petición la que he redactado. Estamos en tiempo de presentarla.

Lucien le echó una ojeada.

―Según puedo leer, por este documento se le solicitaría al juez que me reconozca la paternidad exclusiva sobre los niños, ¿cierto? ―precisó mientras le echaba una última ojeada.

―Así es. ―El abogado cruzó las piernas y lo miró atento―. Usted es un hombre soltero e inició este procedimiento por su cuenta. No hay nadie más que pueda solicitar el reconocimiento de la filiación sobre los niños.

―Se equivoca. Está la madre de los bebés. ―Lucien habló con voz grave.

―No existe tal madre ―objetó el abogado―. La donante anónima de óvulos no tiene derecho alguno sobre las criaturas. Tampoco la gestante.

―El punto es, abogado, que esa gestante como usted le llama, es mi mujer: Meg. ―El abogado no lo sabía y se quedó sumamente sorprendido.

―¿Su mujer?

―Sí, el embarazo nos ha unido y vamos a tener a los niños juntos.

―Oh, ya veo.

―Me preguntaba si existía alguna fórmula legal para rescindir el contrato de maternidad subrogada y que Meg y yo nos convirtamos, los dos, en padres de esos niños, como cualquier otro matrimonio ―se explicó mejor.

―Entiendo lo que quiere decirme ―señaló el abogado―. Sin duda es una situación sumamente extraña. En tantos años de ejercicio en el área familiar no había tenido un caso así. Sobre lo que me pregunta, señor Walters, le diré que el contrato de maternidad subrogada puede rescindirse en cualquier momento antes de la transferencia de embriones. Después de este momento me temo que debe ser un juez quien intervenga en el caso puntualmente respecto a la resolución.

―¿No se puede hacer nada? ―pidió Lucien desesperado―. ¿No se le puede solicitar a ese juez que establezca la filiación a favor de nosotros dos como padres y no exclusivamente a nombre mío? Brown, yo deseo casarme con Meg y quiero hacerla la madre de mis hijos.

El abogado suspiró.

―Lo comprendo ―afirmó―, pero voy a hablarle como abogado, porque mi deber es asesorar a mi cliente. Como hombre puede que entienda sus motivaciones, pero por mi profesión estoy obligado a advertirle de los riesgos que supondría un comportamiento en esa dirección.

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