Capítulo 17

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Llegaron a la casa en silencio. Meg subió la escalera despacio, entró a la habitación y se quitó los zapatos, así como el vestido. Agradeció la comodidad de la ropa de dormir y comenzó a desmaquillarse frente al espejo. Estaba muy molesta, por eso apenas hablaba. No sabía qué pensar y la impotencia la fue dominando lentamente. Al final de la noche, estaba demasiado herida por lo sucedido como para reaccionar bien. Lucien no podía entenderlo, pero la había humillado.

Él llegó un par de minutos después con un vaso de whiskey en las manos; aquella no era buena señal, pues Lucien bebía poco, solo socialmente. Se quitó el smoking y también se quedó en calzoncillos y se sentó encima de la cama.

―Lo siento mucho, Meg ―susurró.
Ella se volteó con mirada acusadora.

―¿Por qué no le respondiste, Lucien?

―¿Qué pretendías que le dijera? ¿Qué sí?
―Él estaba desconcertado y no se esperaba su molestia. ¿Por qué estaba actuando de esa manera?

Las palabras de Lucien bastaron para que Meg se levantara de su sitio y lo encarara. Agradecía que Jude estuviera esa noche en casa de Bianca pues no deseaba que la viera así.

―No puedo creer que digas eso, Lucien ―dijo decepcionada.

―Meg, no te comprendo. ¿Qué se suponía que respondiera?

―Que son nuestros hijos ―respondió ella―. De los dos. Yo no soy una madre de alquiler, soy tu mujer y la madre de los bebés o al menos eso es lo que me has hecho creer.

―Meg, algo de razón había en esa pregunta… ―intentó razonar él.

―Eso lo sabemos nosotros, y obviamente alguien que filtró la noticia, pero la periodista no tenía cómo probarlo. Además, la pregunta fue mal formulada. Yo jamás fui tu vientre de alquiler; lo que hice fue de manera solidaria y nuestro acuerdo duró apenas unas semanas porque no demoramos en estar juntos como una pareja. Me dices que soy la mamá de los bebés, pero cuando tienes la oportunidad de defenderlo frente a otros, prefieres no responder. ¿Qué piensas que sucederá a partir de ahora? ¿No te das cuenta de que tu silencio y la manera en la que obviaste la respuesta dará qué pensar?

―Lo siento, Meg. ―Él intentó acercarse, pero ella lo rehuyó―. Debes comprender que me tomó de sorpresa y ni siquiera pensé en lo que resultaría mejor decir. Tuve miedo de mentir, así que preferí no responderle la pregunta.

―¿Mentir, Lucien? ―Meg continuaba ofendida―. ¡Ni que estuvieras en la corte y te fueran a acusar de perjurio! Era una simple periodista, deberías estar acostumbrado.

―Meg, compréndeme: no lo esperaba… Hice lo que creí mejor. Puede que me haya equivocado, pero este asunto se olvidará muy pronto.

―Lo que más me duele, Lucien, es que para ti yo sigo siendo el vientre solidario ―repuso con lágrimas en los ojos―. Aunque digas que soy la madre de los bebés, en la práctica no lo soy. En tu corazón no lo soy. ―Se echó a llorar.

Él la abrazó por un instante e intentó darle un beso, pero Meg se apartó.

―Meg, estás exagerando este asunto ―le dijo―. Por supuesto que te veo como la madre de mis hijos. Si así no hubiese sido no estarías aquí, a mi lado. El tiempo se encargará de borrar ese momento en la entrevista. Nadie se atreverá a cuestionar que los niños son de los dos.

―Hasta ahora no has hecho nada porque sea así ―refutó ella molesta.

―Meg, mañana temprano me marcho a Nueva York, no quisiera irme contigo en ese estado y molesta conmigo. Por favor, confía en mí. Te aseguro que todo estará bien ―le solicitó encarecidamente.

Vientre solidario ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora