O3

378 52 2
                                    


10 años

— ¡Ya deja de molestar!— gritó Haru hastiada en dirección a su insoportable compañera de clases, luego de que la misma comenzara a agotar su paciencia.

No, al final no había valido tanto la pena el haber mordido a esa niña. Al finalizar el verano, las clases comenzaron y con ellas, también la niña nueva y bonita que se había mudado directamente desde Daegu. En otras palabras, Go Sunyeon ahora era su compañera de clases y también un fastidio para su mera existencia.

Desde que llegó había demostrado ser una persona insufrible, sin embargo nadie allí podía hacerle frente por esas mismas razones: ella se encargaría de hacerte la vida imposible. Haru siempre tuvo una personalidad un tanto chocante, no se dejaba pisotear y esa era una de las principales razones de Sunyeon para ponerla directamente en su lista negra.

No toleraba que las cosas no salieran como ella quería.

Otra de sus razones era su notable fijación en Jaehyun, ¿Cómo podía Kwon Haru atreverse siquiera a hablar con él, el niño más lindo de la clase? Como si fueran animales, Sunyeon ya había marcado territorio y el resto de sus compañeros no podían ponerle siquiera un ojo encima al niño, sin embargo eso no era algo que a Haru le importara. ¿Y en dónde quedaba Jaehyun en todo este lío? Ni él lo sabía, lamentablemente no era su culpa ser terriblemente guapo.

En resumen, la combinación de las dos niñas era terrible y como prueba de ello se encontraba el caos que sucedió aquel día en el aula de clases. Como ya era común para el resto de sus compañeros, Sunyeon estaba molestado a Haru con algo que había descubierto hace poco y que, por alguna razón, la hacía sentirse superior: el hecho de que Haru fuera adoptada.

— Está bien, Haru la abandonada...— comentó Sunyeon entre risas.

— Dices una palabra más y...

— Pero no estoy diciendo ninguna mentira, tus padres te abandonaron porque no te querían— agregó.

Escuchando las carcajadas de aquel grupo de amigas y alguna que otra risita del resto de sus compañeros, Jaehyun, quien se había mantenido tranquilo en su asiento esperando a que el receso terminara, decidió intervenir para que Haru no cometiera un crimen.

— Sunyeon, ya cállate...

Lo que cuenta es la intención, ¿no? El golpe seco de la silla de Haru contra el suelo cortó sus palabras, y ahora estaba observando a su vecina perseguir a Sunyeon, que corría por su vida entre las mesas del aula. Las amigas de la última decidieron ayudarla mientras le ponían obstáculos a Haru, sin embargo ella no se detendría hasta que Sunyeon no se tragara sus palabras.

Correr en un espacio reducido nunca fue una buena idea, de eso se dieron cuenta demasiado tarde. Haru no tardó mucho más en alcanzar a su compañera, la había acorralado y Jaehyun supo que ya era demasiado tarde como para evitar el homicidio.

El estruendo del armario cayendo sobre la ventana le quitó el aliento a todo el mundo. Haru solo había empujado con poquita fuerza a Sunyeon, que a su vez había derribado aquel armario metálico. No hacía falta decir que el mueble hizo añicos el vidrio de la ventana.

En menos de un segundo, su profesora apareció por la puerta del aula y miró la escena. Sunyeon logró alejarse lo suficiente del caos como para no parecer culpable, mientras que Haru y Jaehyun se veían como los responsables de todo.

— Ustedes dos, a la oficina del director.

Y lo siguiente fue casi una hora de regaños y la promesa de que citarían a los padres de ambos. Pero eso no fue suficiente, claramente no porque, después de todo, habían roto una ventana. El castigo de una semana entera limpiando el aula luego de que las clases terminaran se veía excelente a ojos del director, por lo que ese mismo día comenzaron con su nueva labor.

— Odio esto.

— Lo siento...— se disculpó Haru por milésima vez en los últimos diez minutos que se encontraron allí.

— ¡Odio esto!— volvió a exclamar Jaehyun mientras despegaba gomas de mascar de debajo de los pupitres con una espátula.

¿Por qué los niños eran tan asquerosos? Maldiciendo a sus pares, Jaehyun continuó intentando despegar un chicle especialmente duro que se rehusaba a dejar la superficie de madera del pupitre.

— ¡Lo siento!— repitió la niña, como si eso ayudara a reparar el daño. Parada sobre una silla porque era bastante bajita, Haru se encontraba limpiando la gran pizarra mientras observaba con culpabilidad a su vecino.

Se sentía culpable pero no por haber empujado a Sunyeon -porque después de todo, sabía que se lo merecía-, sino por haber arrastrado a Jaehyun al problema.

Ambos dieron la misma versión de la historia al director, sin embargo el mayor decidió no creerles e imponerles un castigo. Eso mismo era un movimiento seguro, de lo contrario tendría que castigar a Sunyeon y nadie allí podía enfrentar a los padres de la niña. Eso es lo que hace el dinero.

Luego de un largo y sonoro suspiro, Jaehyun dejó su espátula a un lado al ver que ya no quedaban restos de goma de mascar en ninguna mesa y se dirigió hacia Haru que aún se encontraba de pie sobre la silla.

— ¿Acaso quieres que la pizarra brille? Ya déjalo así— comentó él de mala manera.

— Está bien— de igual forma, Haru contestó de mal humor. Su vecino le había contagiado el estado de ánimo.

Era evidente que Jaehyun no entendía a Haru, pero por unos segundos lo intentó. Intentó ponerse en los zapatos de ella y comenzó a sentirse extrañamente culpable de haberle contestado de esa manera segundos atrás. Al fin de cuentas, Haru se debía sentir mal por las constantes burlas de Sunyeon y no la culpaba de reaccionar de esa manera, solo que justamente él no estuvo en el lugar y momento correctos cuando la profesora entró al aula. Finalmente llegó a la conclusión de que si debía de estar enojado con alguien, esa persona sería Sunyeon por haberse librado de aquella situación.

Después del que fácilmente podría haber sido su centésimo suspiro en los últimos cinco minutos, Jaehyun le extendió la mano a su vecina para ayudarla a bajar. Ella lo observó con duda, ¿y si la intentaba matar por haberlo arrastrado consigo al castigo?

— Ya bájate, tonta— le dijo él con la poca paciencia que le quedaba. Al parecer la culpabilidad le duró poco.

Haru tomó su mano y con su ayuda bajó de aquella silla, poniendo finalmente los pies sobre el suelo y notando como Jaehyun había estado creciendo bastante en los últimos meses. ¿Desde cuando era tan alto?

— Escúchame— comenzó Jaehyun apretando las mejillas de Haru con ambas manos, tal y como si fuera un peluche— La próxima vez en serio la terminarás matando y yo no podré ayudarte cuando vayas presa. Prométeme que no volverás a intentarlo.

— Pero...— se quejó como pudo, puesto a que sus mejillas aún estaban siendo apretujadas por el niño.

— Haru— advirtió él

— Está bien...— se rindió la niña, viéndose como una ardilla al tener sus mejillas apretujadas. La sonrisa de autosuficiencia de Jaehyun hizo que Haru se sintiera repentinamente feliz, sin embargo aún no podía sonreír porque el niño seguía sin dejar libre su rostro— Ahora ya suéltame.

Rápidamente su vecino soltó su rostro, no sin antes agregar:— Tienes tiza por aquí.

Nuevamente pasó su mano por la mejilla izquierda de Haru, limpiado los restos de tiza que ensuciaban su rostro. Con una risita, Jaehyun se dio la media vuelta y se dispuso a terminar de limpiar el aula, sin ser consciente de las miles de emociones que había generado en ella algo que para él fue tan natural como molestarla.

playful smile
itsmartinac | 2O21

𝗣𝗟𝗔𝗬𝗙𝗨𝗟 𝗦𝗠𝗜𝗟𝗘 • jeong jaehyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora