Prólogo

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Todo se desvaneció de repente ante sus ojos.

Kiyomi Nagashima no tenía idea de lo que había sucedido. Las casas por las que ella pasaba cada día fueron reflejadas en su parabrisas hacía sólo un momento. Justo al frente, la calle tomó su pendiente familiar hacia abajo y se inclinó hacia la izquierda, donde un semáforo acababa de cambiar hacia amarillo, antes de que su visión le fallara.

Kiyomi intentó parpadear, pero su visión no regresaba. Sin importar el esfuerzo que ella realizara, nada aparecía. Todos se habían ido: el sedán blanco conduciendo en frente de ella, la luz trasera del autobús esperando en su parada, el grupo de chicas de secundaria apresurándose por la vereda. Kiyomi miró hacia abajo en su confusión para revisar el volante. Entonces, quedó en shock. El volante había desaparecido. De hecho, ni siquiera podía ver sus manos. No podía sentir el cinturón de seguridad en su cintura, ni su pie en el pedal del acelerador. Solo se desplegaba una infinita oscuridad.

Kiyomi estaba flotando en un cálido y viscoso líquido. Ella estaba desnuda. Sus ropas habían desaparecido antes de que se diera cuenta.

El mismo sueño otra vez.

Ese sueño que tenía una vez al año, en Nochebuena, en el cual se sentía retorciéndose en un mundo oscuro como la boca de un lobo, sin principio ni final. Ella siempre tuvo aquel extraño sueño, pero no sabía por qué lo estaba teniendo justo en aquel momento. Como las órbitas de las estrellas, el sueño siempre le llegaba con una regulada precisión. Nunca lo había soñado otro día que no fuera aquella noche, y ni siquiera estando despierta.

Su cuerpo estaba cambiando profundamente. Ella había perdido todo sentido en sus brazos y piernas. Quizás se hubieran desvanecido. Sin cabeza, torso y cadera, sintió su cuerpo largo y estrecho, como si de un gusano se tratase. Kiyomi se estremeció, y se deslizó adelante a través de aquella pegajosa oscuridad.

"¿Qué es este lugar?", fue una pregunta que se había planteado varias veces antes. Su cuerpo parecía acostumbrado al lugar, pero sin importar cuánto se esforzase, la propia Kiyomi no lo podía recordar. Una vez, en algún lugar lejano, ella estaba así, sin entender nada, simplemente retorciéndose y nadando. Aquello era cierto. Si había sido ayer, algún año reciente o en el pasado más distante, ella no lo podía decir. Para empezar, no estaba claro si el tiempo fluyera en aquella vasta oscuridad.

Kiyomi sintió que su cuerpo cambiaba de nuevo. Algo pequeño se dividió lentamente dentro suyo. Al mismo tiempo, ella sintió un ligero dolor en su mismo centro, y posteriormente a los extremos de su cuerpo fluir silenciosamente en direcciones opuestas.

Se estaba convirtiendo en dos.

Fue una sensación extrañamente tranquila. El tiempo parecía pasar tan suave y lentamente.

"¿Dónde estoy?, ¿cuándo es esto?, ¿qué soy yo?", tales preocupaciones mundanas ya no importaban. Ella solo quería permanecer flotando en aquella oscuridad.

Gradualmente, se iba partiendo por la mitad. No sintió dolor. De hecho, su comportamiento era insensato. Todo era tranquilidad. Sin confusión. Se dividía como si fuera natural. Calma. Todo era calma.

Kiyomi dejó que todos sus nervios se relajaran mientras se entregaba lentamente a aquel flujo

...

Su visión fue restaurada tan inesperadamente como la había abandonado. Ella podía ver claramente como sus manos rodeaban el volante. Kiyomi parpadeó y luego miró hacia el frente.

Ella se dirigió hacia un poste telefónico.

Parasite Eve (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora