Un día más.

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El chico caminó hacia ella, quien esperaba sentada en un banco. Se percató de que había decolorado su cabello y ahora era más rubio.

Se sentó a su lado y la miró.

-No te vayas-. Le dijo antes de que ella se levantase. -Por favor, necesito hablar de esto.

Saqué el pequeño diario.

-Dime que no lo has leído.

-En realidad, era para mí, así que tenía todo el derecho.

Una lágrima se escapó de su mejilla.

-Hey, todo está bien-. Dije abrazándola.

Nos quedamos allí, en aquella posición, toda la tarde.

A la noche la acompañé a su casa.

-Yo...me gustaría que olvidasemos esto.

-Nunca-. Dije, ella frunció el ceño.- ¿No lo entiendes?

Ella seguía confundida.

-El primer día que te vi, el día uno, te vi cuando hablaba con mi hermana, al siguiente día,  el día dos, ella me dijo que no dejabas de mirarme, por lo que el día tres te observé mientras fumaba von mis amigos, parecías tan perfecta...seguidamente, el día cuatro, vi que te encontrabas mal...tenía tantas ganas de ayudarte. Pero permanecí fuerte, sobre todo el día cinco, cuando me dijeron que habías sido hospitalizada, casi muero al no saber de ti...

El día seis fue uno de los más felices de mi vida, ya que coincidí con tigo en la calle. Aunque la coincidencia del día siete ojalá nunca hubiese existido. El día ocho fue genial, me encantaba tu pelo, y juro que no tuve peor sentimiento que no llegar a tiempo a tu graduación el día nueve. Y seguiría hablando de todos aquellos perfectos e irrepetibles días, pero es mejor vivir en el presente...hagamos nuestro día diecinueve.

Ella miró sus ojos, llenos de esperanzas.

-¿Qué es lo que me estás pidiendo?

-Que hoy no sea un día más, que no sea como los demás días de mi aburrida vida sin ti. Que sea el día en el que por fin tengamos nuestro final feliz, y que puedas escribir en esta estúpida libreta que lo conseguiste, que ambos lo conseguimos-. Dijo tomando su mano.

Ella sonrió y anotó en su libreta bajo la fría mirada del chico.

Este es el día diecinueve, un día más, o un día menos. Un día más de mi vida, pero un día menos de soledad. Al fin lo he logrado, al fin moriré de su lado.

Ambos caminaron hacia su apartamento. Al llegar hacia allí, ella tiró el diario a la hoguera.

-¿Por qué hicieste eso?-Dijo él.

-Nadie necesitará saber de nosotros.

-¿Ni siquiera nuestros nombres?

-Nadie querría saber la verdadera historia de France Unice y Caroline Krust.

Cartas en la CárcelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora