Día once.

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"2.1.2015

Estoy sentada en un banco, con dos policías delante mío,  esperando a que lleguen las 16:00 y tener 15 minutos para hablar contigo.

He decidido escribir un par de palabras ya que la gente que hay por aquí no-".

Tienen 15 minutos para hablar con los presos, adelante. Dijo un hombre abriendo la puerta hacia la sala de visitas.

Guardé mi cuaderno en mi bolsa y entré a la sala, buscándole con la vista.

Y allí estaba, con su mono naranja, sentado en una mesa redonda. Levantó la vista y me vio, llamó mi atención moviendo ligeramente su mano, ya que estaba esposada a la otra.

Caminé a paso rápido y me senté en frente a él.

Hola. Dije mirándolo a los ojos. Se veía cansado, y puede que algo triste, pero en seguida levantó la vista para hablar.

Necesito que hagas un favor. Dijo acomodándose en la silla.

Ni un "hola", ni un "gracias por venir", nada.

Resople y acaricié mi sien y froté mis ojos varias veces.

Podrías haber saludado. Dije mirándolo de nuevo.

Él ignoró mi comentario y siguió hablando.

Hola. Dijo rodando los ojos. Necesito ayuda.

¿Que clase de ayuda? Dije intentando contener las ganas de dejarle leer de una vez mi cuaderno, el que algún día le enseñaría.

Antes...de que me detuvieran... Empezó a decir, pero se veía nostalgia y tristeza en sus palabras.

¿Que... Empecé, pero me interrumpió.

Tengo dos hijos, uno de cinco años y otra de dos. Dijo resoplando de nuevo. Se están pudriendo en un orfanato, y no quiero que sigan allí.

Entonces vi los motivos de sus llamadas, vi por qué quería verme.

Quería que cuidase de sus hijos.

Cartas en la CárcelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora