Capítulo 26

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     Después de desayunar, Emma comprobó la hora en el reloj de la cocina. Anoche había trabajado hasta tarde en la comisaría, y podía permitirse un ratito de relax antes de volver allí. Fue hacia al salón, y se encontró a Killian y Henry sentados en el sofá, viendo la tele. Sonrió antes de unirse a ellos.

    - ¿Qué estáis viendo, chicos? - preguntó, sentándose entre ambos.

    - Deberías decirle a tu hijo que estas cosas no son para niños. - dijo Killian, mirando con desaprobación un programa sobre carreras de coches.

    - Eh, yo ya no soy un niño. - protestó Henry. - Vas a ser un padre muy carca, que lo sepas…

    - ¿Carca? ¿Qué significa eso? - quiso saber Killian, ofendido.

    - Basta ya los dos. - les regaño Emma, pero no pudo evitar echarse a reír. - Killian, no creo que a Henry le dé por meterse a piloto ilegal por ver esto… pero no eres carca, sólo protector. Vas a ser un padre maravilloso. - dijo, mirándole con adoración.

    Killian se giró para sonriéndola, y la besó con ternura.

    - Vale, definitivamente me habéis echado del sofá. - se quejó Henry, poniéndose de pie. - Estaré en mi habitación, así podéis haceros arrumacos tranquilamente.

    - ¿Se habrá enfadado? - preguntó Killian, cuando se quedaron solos.

    - Que va. Es un adolescente, está en la edad del pavo, tiene que quejarse de estas cosas.

    - Pues no puedo decir que me moleste un poco de intimidad. - dijo, jugando con un mechón de pelo rubio de Emma entre sus dedos. La observó con intensidad. - Podría pasarme el día entero mirándote, Swan.

    Emma respondió a aquello lanzándole los brazos al cuello y atrayéndole hacia ella para besarle de nuevo. Sólo se separaron al escuchar el timbre de la puerta.

    - Una interrupción… qué extraño. - Killian torció el gesto al apartarse de ella.

    - Guárdate tu ironía, Jones, y ve a ver quién es.

    A regañadientes, Killian se levantó del sofá. Al abrir la puerta, se encontró con David.

    - David, qué alegría verte. - dijo, todavía molesto.

    - ¿Qué he dicho de la ironía? - gritó Emma desde el sofá. - Pasa, papá.

    - Lo siento, ¿vengo en mal momento? - preguntó David.

    - No, para nada. Pero me extraña verte aquí a estas horas. ¿Va todo bien?

    David se sentó en el sofá, al lado de su hija, antes de contestar.

    - Sí, sí, todo está bien. Sólo que… bueno… en realidad, imaginaba que ya no estarías aquí a estas horas. Como daba por hecho que pasarías el día en el trabajo, venía a ver si Killian me acompañaba a un sitio. - explicó David, intentando disimular el nerviosismo en su voz.

    - ¿Acompañarte dónde? - Killian decidió dejar a un lado su rabieta, y se volvió hacia su amigo.

    - Nada demasiado interesante. Hay algunos muebles viejos en casa, y ahora sin Emma ni Henry nos sobran trastos, así que esperaba que me ayudaras a llevarlos al centro de reciclaje. Pero seguro que tienes algo mejor que hacer, entendería que no quisieras... - una parte de David intentaba gritarle a Killian a través de sus ojos "por favor, no vengas".

    - No, está bien, no hay problema. - le interrumpió éste. - Si me quedo en casa, tendré que convivir a solas con un jovencito cascarrabias, así que me vendrá bien distraerme con algo.

Tú me has hecho mejorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora