Capítulo 23

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     "Hay una línea muy fina, que una vez que la cruzas… deja una mancha irreparable en el corazón". Esa frase de Rumple resonaba una y otra vez en la cabeza de Emma. Si intentar matar a su padre no era cruzar la línea, no sabía qué podía serlo. Y lo peor es que había sido demasiado fácil. Se tenía por una persona fuerte, pero había hecho falta muy poco para que se dejara llevar por el poder.

    - Swan. - como empezaba a ser costumbre, fue la voz de Killian la que la sacó de sus pensamientos. Salía en ese momento de la habitación de David. - ¿No vas a entrar?

    Hacía cosa de media hora, Snow había llegado, y apenas había tenido tiempo de abrazar a su hija antes de que un médico saliera del quirófano y les informara de que David estaba estable y se recuperaría. Le trasladaron a una habitación, y desde ese momento, Snow no se había separado de su lado. Era cuestión de minutos que se despertara.

    - No... no puedo. - dijo Emma, con voz entrecortada. No había sido capaz de pasar a la habitación y mirar a su padre a la cara, a pesar de que éste estaba aun dormido. - Está así por mi culpa, Killian.

    - Eso no es verdad. - replicó él, y fue a sentarse a su lado en la sala de espera. - El único culpable es el cocodrilo.

    - ¿Sí? ¿Y si mi madre me pregunta cómo pasó? Seguro que si supiera la historia completa, no querría ni que estuviera aquí...

    - ¡Basta ya, Swan! - el tono enfadado de Emma hizo que ésta levantara la vista del suelo y le mirase. - Tus padres te quieren, y jamás van a reprocharte nada de esto. David tiene buen aspecto; si le vieras, te quedarías más tranquila y dejarías de decir estupideces...

    - ¡Genial, además de malvada, también soy estúpida! - Emma también subió la voz más de lo necesario. Se puso de pie y empezó a caminar por la sala.

    - Eh, lo siento, ¿vale? No quería decir eso. Cada vez que ese miserable entra en escena, me hierve la sangre. - Killian fue tras ella. La agarró con suavidad del brazo y la hizo girarse para quedar cara a cara con ella. Vio que tenía los ojos llenos de lágrimas, y le partió el alma verla así. - Amor, no eres estúpida, y por supuesto, no eres malvada. Tienes el corazón más puro que he conocido nunca. Pero estás alterada, cansada y asustada, y no puedes ver todo esto objetivamente.

    Emma apoyó su frente en la de él, y sin poder evitarlo, empezó a llorar de nuevo.

    - ¿Qué voy a hacer? Gold ha conseguido derrotarme a la primera oportunidad que ha tenido. Soy débil...

    - ¿Tengo que recordarte lo que tienes dentro de ti? - y con total ternura, colocó su mano sobre el vientre de Emma. Aquel simple gesto hizo que Emma se derritiese, y dejase de llorar. Se separó un poco de Killian, lo justo para poder mirarle a los ojos. Éste siguió hablando, emocionado, pero seguro de lo que quería decirle. - Tú eres hija del amor verdadero, y de ahí viene tu poder. Y esta cosita que crece en tu interior también lo es, ¿de acuerdo? Por lo tanto, cuando creas que no puedes hacerlo, que no eres lo suficientemente fuerte, recuerda que ahora tienes el doble de poder y de bondad en ti, y que no existe nada tan oscuro en el mundo que pueda vencer eso.

    Esas palabras eran justo lo que Emma necesitaba oír. Y entonces, recordó algo. Cuando estaba fuera de sí en la tienda, clavando ese cuchillo en el pecho de su padre, hubo una cosa que la hizo volver a ser ella misma: Killian. Su voz consiguió contactar con una pequeña parte de su mente y traerla de vuelta. Le abrazó con fuerza, pillándole casi por sorpresa.

    - Te necesito. - las palabras se escaparon de sus labios, como una súplica en voz alta.

    - ¿Qué?

Tú me has hecho mejorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora