La cena transcurrió con tranquilidad. Todos charlaban animadamente, e incluso Mary Margaret se dirigió un par de veces a Killian con tono cordial. Precisamente por eso, a Emma le fastidiaba no estar disfrutando de aquello. Aunque participaba en las conversaciones y las risas, cada vez que miraba a Killian, o éste le decía algo, se incomodaba. Él estuvo cariñoso y atento como de costumbre, pero Emma sabía que antes le había mentido, y le dolía.
- ¿Me llevo ya los platos, familia? - apareció Ruby junto a la mesa, hablando con tono cantarín. Emma la miró de arriba abajo: melena suelta, maquillaje perfecto, top blanco escotado y minifalda roja. Ella se había pasado todo el día en la comisaría y ni siquiera había pasado por casa para cambiarse de ropa. Su autoestima caía por momentos.
- Sí, Ruby, gracias. - contestó Mary Margaret sonriendo. - Por cierto, me parece que el chocolate y tú os habéis peleado.
- ¿Qué?
- Tienes una mancha en el top y otra en la falda. Deberías darle con un poco de jabón ahora, o luego te será imposible quitarlas.
- Ay, Dios, es verdad. - protestó repasando su atuendo. - La abuelita se ha cogido el día libre, y me ha dejado a mí con todo, y soy nefasta con los postres. Aunque en este caso, creo que las manchas merecen la pena. - en ese momento, lanzó una mirada y una sonrisa cómplices a Killian. Él la sonrió en respuesta, y bajó la mirada, tímido. - Cuando probéis el resultado me daréis la razón. Os lo traigo ahora mismo. - y se alejó con los platos sucios y su habitual contoneo de caderas.
Mary Margaret empezó a contar una anécdota sobre Ruby, cuando ambas huían juntas por el Bosque Encantado. Todos la escuchaban divertidos, menos Emma. ¿Qué acababa de pasar? ¿Qué eran esas miradas y esas sonrisas? Nadie más parecía haber visto algo raro ahí, pues se reían como si nada, el primero Killian. ¿Era paranoia suya, o ese “flirteo” no era normal?
- ¿A que sí, Emma? ¿Emma, estás ahí? - la voz de David la sacó de sus pensamientos.
- Sí. ¿Qué decías?
- ¿Te encuentras bien? Llevas toda la noche distraída.
- Sí, estoy bien, sólo un poco cansada. Ha sido un día muy largo.
- Te estás haciendo mayor, ¿eh? Y luego soy yo el que tiene 200 años… - comentó Killian sonriéndola. Él también la notaba rara, y buscaba que se relajara con la broma. Alargó su mano para colocarle un mechón de pelo detrás de la oreja, y entonces vio que Emma torcía el gesto y le sujetaba el brazo antes de que la tocase.
- Chocolate. - dijo Emma. Estaba muy seria, tensa.
- ¿Qué pasa con el chocolate? - preguntó Killian, sin entender.
- Tienes una mancha de chocolate en la muñeca. - su tono era glaciar. Señaló con la cabeza el brazo que le tenía sujeto, y vio que bajo la manga de su chaqueta de cuero asomaba una mancha de color marrón.
- ¿Sí? Qué extraño, no sé cómo me habré manchado. Puede que ni sea chocolate, seguramente es barro. - Emma notó el nerviosismo de Killian. Éste retiró el brazo y se frotó la mancha contra la servilleta que tenía sobre la mesa. No la miraba.
- ¿Me dejas salir? Necesito tomar el aire.
- ¿Cómo que tomar el aire? Hace un frío tremendo fuera y…
- Killian, he dicho que te levantes y me dejes salir. ¡Ahora! - subió la voz más de lo necesario, y toda la gente del restaurante se volvió para ver qué pasaba.
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Tú me has hecho mejor
RomansaLas inseguridades de Emma y las dudas de Killian sobre si es lo bastante bueno para ella entran en juego... ¿será su amor lo bastante fuerte para superarlo todo?