Capítulo 5

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    Lo había conseguido. Estaba en Nueva York. Miró a su alrededor, dejando por un momento que el ruido, la gente y los rascacielos la absorbieran. Era tan distinto a Storybrooke... y durante un año, había sido su hogar. A pesar de que le encantaba la ciudad, en esta ocasión estaba deseando salir de allí cuanto antes. Una parte de ella no respiraría tranquila hasta volver a casa con Killian. Sabía que allí tendría que enfrentarse a sus padres, pero no le importaba. Tenía varias llamadas perdidas de ellos en el móvil, pero estaba siempre demasiado ocupada o cansada para contestarles. Ya abordaría ese tema más adelante.

    Aún conocía a gente en Nueva York, y tiró de un par de contactos para obtener la información que quería. Resulta que Henderson y su Olimpia eran bastante conocidos por la llamada "zona marginal" de la ciudad. Había en especial  un local que él y su tripulación frecuentaban siempre que estaban en la ciudad, donde Henderson aprovechaba para hacer negocios, aunque como ya sabía, el intercambio final se realizaba siempre en el mar.

    Una vez tuvo localizado el sitio, calculó que debían faltar todavía unas horas hasta la llegada del barco. Como no se veía capaz de sentarse a esperar, decidió sorprender a Killian todavía más. Entró en la tienda de ropa, y tras echar un largo vistazo, se decantó por un vestido negro, con finos tirantes plateados y una falda que le caía un par de dedos por encima de las rodillas. Eligió también unos bonitos zapatos de tacón negros. Sólo faltaba el toque final. Un par de calles más abajo había un salón de belleza. No puede decirse que Emma fuera muy fan de esos sitios, pero la ocasión merecía la pena. La peinaron, la maquillaron... y el resultado fue simplemente espectacular. Se sentía guapa y segura de sí misma, que era lo que necesitaba en ese momento. Comprobó su reloj... debían estar al llevar, así que se dirigió al local.

    Cuando cruzó la puerta, notó como varios hombres se giraron de inmediato a mirarla. Ella les ignoró; fue hasta la barra, pidió una cerveza, y se sentó en una mesa a esperar.

    Cada vez que la puerta se abría, sentía el corazón golpearle fuerte contra al pecho... seguido de una gran desilusión al comprobar que no era él. Finalmente, casi una hora después, oyó un gran jaleo de voces en la puerta, y aparecieron unos diez hombres, todos hablando alto y animadamente. Al principio no le localizó, pero una parte de ella le dijo que estaba ahí. Y entonces, le vio. Todo de negro, con esa cazadora de cuero que había llevado por primera vez para su cita y esos pantalones que tan bien le quedaban. No sonreía, pero escuchaba atentamente a un hombre de aspecto rudo que tenía a su derecha, y asentía de vez en cuando. Tenía buen aspecto... qué demonios, estaba guapísimo. Emma notó cómo una sonrisa tonta aparecía en su cara, y cómo su corazón, ahora sí, parecía que iba a salírsele del cuerpo en cualquier momento. Y aun lo sintió más cuando, como por instinto, él giró un segundo la cara y sus miradas se encontraron.

    Se quedó helado. Sin duda, era la última persona que esperaba encontrar allí. De hecho, Emma diría que podía escucharle preguntarse mentalmente si realmente ella estaba allí, o era un sueño. Viendo que él no era capaz de moverse, se puso en pie y empezó a acercarse lentamente. Toda la seguridad que tuviera un rato antes al salir del salón de belleza se había evaporado. Cuando ya había casi llegado al grupo de marineros, Killian se apartó del resto, y salió a su encuentro. Se paró frente a ella, a una distancia prudencial, no demasiado cerca.

    - Emma... ¿qué estás haciendo aquí? - su tono era serio, dubitativo.

    - Hola. Yo también me alegro de verte...

    - No es eso, es sólo que... ¿cómo me has encontrado?

    - Me dedicaba a encontrar personas, ¿recuerdas? No eres tan difícil de rastrear, marinero.

    - Ya... mira, el caso es que sólo tenemos un rato antes de zarpar, y... - miró al suelo, incapaz de ganar el duelo contra aquellos ojos verdes que le observaban fijamente.

    - Killian, soy yo. Estoy aquí, ¿vale? ¿Por qué te preocupas por el barco ahora? Tenemos que hablar.

    - Emma, no hay nada de qué hablar. Ni siquiera deberías haber venido.

    - ¿Cómo? - en contra de sus deseos, subió la voz. - Te vas dejándome como despedida una simple nota, ¿y ahora me dices que no debería haber venido?

    - Me fui por una buena razón, estoy seguro de que la sabes.

    - ¡Te fuiste por una estúpida conversación con mis padres, esa no es una buena razón!

    "¿De verdad has llegado hasta aquí para ahora gritarle? Hay algo más importante que debes decirle", le recordó una vocecita dentro de su cabeza. Respiró hondo, se acercó más a él, y posó la mano sobre su brazo.

    - Escúchame... no reaccioné como debía tras lo ocurrido con Rumple, y lo siento. Te dije que estaba dolida por mentirme, pero entiendo por qué lo hiciste. Confío en ti, Killian, eso no ha cambiado. Por eso estoy aquí... porque quiero que vuelvas a Storybrooke. Quiero que vuelvas a casa conmigo. Yo te...

    - Vaya, vaya... qué tenemos aquí. ¿Por qué no nos presentas a estas preciosidad, Jones? - uno de los marineros, que ya iba algo pasado de copas, se metió en la conversación, mirando de arriba abajo a Emma.

    - ¿Por qué no sigues bebiendo, Murphy? Esto no es de tu incumbencia. - Killian le dirigió una mirada de desprecio.

    - ¿Cómo que no? Una belleza así siempre lo es - acercó la mano hasta acariciar la cara de Emma.

    No tuvo tiempo de hacer más. Killian se echó sobre él, y tras retorcerle el brazo en la espalda, le inmovilizó contra la barra del bar. Acercó el garfio a su cuello, y le susurró:

    - Si vuelves a tocarla, te aseguro que te arrepentirás.

    El resto de la tripulación se metió y les separó. Emma siguió toda la escena en silencio; no estaba a favor de la violencia, pero era el primer gesto de Killian desde que se habían reencontrado que le hacía ver que él aun tenía sentimientos hacia ella, por lo que no pudo evitar sentirse reconfortada. Tras unos segundos, éste salió de entre sus compañeros, la agarró por el brazo y la llevó al otro lado de la sala.

    - ¿Lo ves? ¡Por esto no tenías que haber venido!

    - ¿Pero de qué hablas?

    - No soy bueno, Emma. Lo intenté, pero no lo soy. Bebo, tengo mal carácter, me cabreo con facilidad y - miró de refilón su garfio - ni siquiera puedo acariciarte con las dos manos.

    - ¡Killian, basta! - puso sus manos a ambos lados de la cara del hombre que tenía frente a ella. - Sé cómo eres. Conozco tus defectos, pero también tus virtudes. Y si crees que el garfio me importa lo más mínimo...

    - Pero a mí si me importa. Por intentar deshacerme de él acudí al cocodrilo, y ya viste cómo acabó todo. Cometo errores, y no voy a permitir que salgas herida por ellos. Por eso me fui: estás mejor sin mí.

    Aquello no estaba saliendo como ella había planeado, ni mucho menos. En su cabeza, él habría sonreído al verla, le habría dicho lo guapa que estaba, se habrían besado y el resto del mundo habría dejado de importar. Pero no... todo estaba yendo mal. Sin poder evitarlo, sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas.

    - Entonces, ¿ya está? Te subes a ese barco, yo vuelvo sola a Storybrooke, ¿y se acabó? ¿Y qué hago con tus palabras en la Cueva del Eco? ¿Dónde ha quedado lo de que no pasaría un sólo día sin que pensaras en mí? ¿Olvido que entregaste el Jolly Roger por poder encontrarme? Dime, Killian... ¿qué hago con todo eso? - una lágrima se escapó y empezó a rodar por su mejilla.

    Él estiró la mano, y como si estuviera tocando el más valioso de los tesoros, le apartó la lágrima con delicadeza. Tuvo que tragar saliva antes de poder hablar.

    - Guarda todos esos recuerdos, como lo haré yo... y sigue adelante con tu vida, Emma. Te mereces algo mejor que un pirata.

    La miró intensamente una vez más, como si intentara grabar en su memoria cada detalle de ella, se dirigió hasta la puerta del bar y se marchó.

Tú me has hecho mejorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora