"Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalem: he
aquí, tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre
un asno, así sobre un pollino hijo de asna."
Quinientos años antes del nacimiento de Cristo, el profeta Zacarías
predijo así la venida del Rey de Israel. Esta profecía se iba a cumplir
ahora. El que siempre había rechazado los honores reales iba a entrar en
Jerusalén como el prometido heredero del trono de David.
Fue en el primer día de la semana cuando Cristo hizo su entrada triunfal
en Jerusalén. Las multitudes que se habían congregado para verle en
Betania le acompañaban ansiosas de presenciar su recepción. Mucha gente
que iba en camino a la ciudad para observar la Pascua se unió a la
multitud que acompañaba a Jesús. Toda la naturaleza parecía regocijarse.
Los árboles estaban vestidos de verdor y sus flores comunicaban delicada
fragancia al aire. Nueva vida y gozo animaban al pueblo. La esperanza
del nuevo reino estaba resurgiendo.
Como quería entrar cabalgando en Jerusalén, Jesús había enviado a dos de
sus discípulos para que le trajesen una asna y su pollino. Al tiempo de
su nacimiento, el Salvador dependió de la hospitalidad de los extraños.
El pesebre en el cual yaciera era un lugar de descanso prestado. Y
ahora, aunque le pertenecían los millares de animales en los collados,
dependía de la bondad de un extraño para conseguir un animal en el cual
entrar en Jerusalén como su Rey. Pero de nuevo su divinidad se reveló,
aun en las detalladas indicaciones dadas a sus discípulos respecto a su
diligencia. Según lo predijo, la súplica: "El Señor los ha menester" fue
atendida de buena gana. Jesús escogió para su uso un pollino sobre el
cual nunca se había sentado nadie. Con alegre entusiasmo, los discípulos
extendieron sus vestidos sobre la bestia y sentaron encima a su Maestro.
En ocasiones anteriores, Jesús había viajado siempre a pie, y los
discípulos se extrañaban al principio de que decidiese ahora ir
cabalgando. Pero la esperanza nació en sus corazones al pensar gozosos
que estaba por entrar en la capital para proclamarse rey y hacer valer
su autoridad real. Mientras cumplían su diligencia, comunicaron sus
brillantes esperanzas a los amigos de Jesús y, despertando hasta lo sumo
la expectativa del pueblo, la excitación se extendió lejos y cerca.
Cristo seguía la costumbre de los judíos en cuanto a una entrada real.
El animal en el cual cabalgaba era el que montaban los reyes de Israel,
y la profecía había predicho que así vendría el Mesías a su reino. No
bien se hubo sentado sobre el pollino cuando una algazara de triunfo
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El deseado de todas las gentes
SpiritualA través de las páginas de esta obra conocerás a profundidad la vida en la tierra del Ser más maravilloso que haya podido pisar nuestro mundo. Este libro está cargado de detalles que te llevarán a vislumbrar la vida de quien es El Deseado de todas l...