CAPÍTULO 48 - ¿Quién es el Mayor?

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Al volver a Capernaúm, Jesús no se dirigió a los lugares bien conocidos

donde había enseñado a la gente, sino que con sus discípulos buscó

silenciosamente la casa que había de ser su hogar provisorio. Durante el

resto de su estada en Galilea, se proponía instruir a los discípulos más

bien que trabajar por las multitudes.

Durante el viaje por Galilea, Cristo había procurado otra vez preparar

el ánimo de sus discípulos para las escenas que les esperaban. Les había

dicho que debía subir a Jerusalén para morir y resucitar. Y les había

anunciado el hecho extraño y terrible de que iba a ser entregado en

manos de sus enemigos. Los discípulos no comprendían todavía sus

palabras. Aunque la sombra de un gran pesar había caído sobre ellos, el

espíritu de rivalidad subsistía en su corazón. Disputaban entre sí

acerca de quién sería el mayor en el reino. Pensaban ocultar la

disensión a Jesús, y no se mantenían como de costumbre cerca de él, sino

que permanecían rezagados, de manera que él iba adelante de ellos cuando

entraron en Capernaúm. Jesús leía sus pensamientos y anhelaba

aconsejarlos e instruirlos. Pero esperó para ello una hora de

tranquilidad, cuando estuviesen con el corazón dispuesto a recibir sus

palabras.

Poco después de llegar a la ciudad, el cobrador del impuesto para el

templo vino a Pedro preguntando: "¿Vuestro Maestro no paga las dos

dracmas?" Este tributo no era un impuesto civil, sino una contribución

religiosa exigida anualmente a cada judío para el sostén del templo. El

negarse a pagar el tributo sería considerado como deslealtad al templo,

lo que era en la estima de los rabinos un pecado muy grave. La actitud

del Salvador hacia las leyes rabínicas, y sus claras reprensiones a los

defensores de la tradición, ofrecían un pretexto para acusarle de estar

tratando de destruir el servicio del templo. Ahora sus enemigos

vieron una oportunidad para desacreditarle. En el cobrador del tributo

encontraron un aliado dispuesto.

Pedro vio en la pregunta del cobrador una insinuación de sospecha acerca

de la lealtad de Cristo hacia el templo. Celoso del honor de su Maestro,

contestó apresuradamente, sin consultarle, que Jesús pagaría el tributo.

Pero Pedro había comprendido tan sólo parcialmente el propósito del

indagador. Ciertas clases de personas estaban exentas de pagar el

tributo. En el tiempo de Moisés, cuando los levitas fueron puestos

aparte para el servicio del santuario, no les fue dada herencia entre el

pueblo. El Señor dijo: "Por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con

sus hermanos: Jehová es su heredad." En el tiempo de Cristo, los

El deseado de todas las gentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora