Al volver a Capernaúm, Jesús no se dirigió a los lugares bien conocidos
donde había enseñado a la gente, sino que con sus discípulos buscó
silenciosamente la casa que había de ser su hogar provisorio. Durante el
resto de su estada en Galilea, se proponía instruir a los discípulos más
bien que trabajar por las multitudes.
Durante el viaje por Galilea, Cristo había procurado otra vez preparar
el ánimo de sus discípulos para las escenas que les esperaban. Les había
dicho que debía subir a Jerusalén para morir y resucitar. Y les había
anunciado el hecho extraño y terrible de que iba a ser entregado en
manos de sus enemigos. Los discípulos no comprendían todavía sus
palabras. Aunque la sombra de un gran pesar había caído sobre ellos, el
espíritu de rivalidad subsistía en su corazón. Disputaban entre sí
acerca de quién sería el mayor en el reino. Pensaban ocultar la
disensión a Jesús, y no se mantenían como de costumbre cerca de él, sino
que permanecían rezagados, de manera que él iba adelante de ellos cuando
entraron en Capernaúm. Jesús leía sus pensamientos y anhelaba
aconsejarlos e instruirlos. Pero esperó para ello una hora de
tranquilidad, cuando estuviesen con el corazón dispuesto a recibir sus
palabras.
Poco después de llegar a la ciudad, el cobrador del impuesto para el
templo vino a Pedro preguntando: "¿Vuestro Maestro no paga las dos
dracmas?" Este tributo no era un impuesto civil, sino una contribución
religiosa exigida anualmente a cada judío para el sostén del templo. El
negarse a pagar el tributo sería considerado como deslealtad al templo,
lo que era en la estima de los rabinos un pecado muy grave. La actitud
del Salvador hacia las leyes rabínicas, y sus claras reprensiones a los
defensores de la tradición, ofrecían un pretexto para acusarle de estar
tratando de destruir el servicio del templo. Ahora sus enemigos
vieron una oportunidad para desacreditarle. En el cobrador del tributo
encontraron un aliado dispuesto.
Pedro vio en la pregunta del cobrador una insinuación de sospecha acerca
de la lealtad de Cristo hacia el templo. Celoso del honor de su Maestro,
contestó apresuradamente, sin consultarle, que Jesús pagaría el tributo.
Pero Pedro había comprendido tan sólo parcialmente el propósito del
indagador. Ciertas clases de personas estaban exentas de pagar el
tributo. En el tiempo de Moisés, cuando los levitas fueron puestos
aparte para el servicio del santuario, no les fue dada herencia entre el
pueblo. El Señor dijo: "Por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con
sus hermanos: Jehová es su heredad." En el tiempo de Cristo, los
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El deseado de todas las gentes
EspiritualA través de las páginas de esta obra conocerás a profundidad la vida en la tierra del Ser más maravilloso que haya podido pisar nuestro mundo. Este libro está cargado de detalles que te llevarán a vislumbrar la vida de quien es El Deseado de todas l...