"Y volviendo a salir de los términos de Tiro, vino por Sidón a la mar de
Galilea, por mitad de los términos de Decápolis."
En la región de Decápolis era donde los endemoniados de Gádara habían
sido sanados. Allí la gente, alarmada por la destrucción de los cerdos,
había obligado a Jesús a apartarse de entre ella. Pero había escuchado a
los mensajeros que él dejara atrás, y se había despertado el deseo de
verle. Cuando Jesús volvió a esa región, se reunió una muchedumbre en
derredor de él y le trajeron a un hombre sordo y tartamudo. Jesús no
sanó a ese hombre, como era su costumbre, por una sola palabra.
Apartándole de la muchedumbre, puso sus dedos en sus oídos y tocó su
lengua; mirando al cielo, suspiró al pensar en los oídos que no querían
abrirse a la verdad, en las lenguas que se negaban a reconocer al
Redentor. A la orden: "Sé abierto," le fue devuelta al hombre la
facultad de hablar y, violando la recomendación de no contarlo a nadie,
publicó por todas partes el relato de su curación.
Jesús subió a una montaña y allí la muchedumbre acudió a él trayendo a
sus enfermos y cojos y poniéndolos a sus pies. El los sanaba a todos; y
la gente, pagana como era, glorificaba al Dios de Israel. Durante tres
días este gentío continuó rodeando al Salvador, durmiendo de noche al
aire libre y de día agolpándose ávidamente para oír las palabras de
Cristo y ver sus obras. Al fin de los tres días, se habían agotado sus
provisiones. Jesús no quería despedir a la gente hambrienta, e invitó a
sus discípulos a que le diesen alimentos. Otra vez los discípulos
manifestaron su incredulidad. En Betsaida habían visto cómo, con la
bendición de Cristo, su pequeña provisión alcanzó para alimentar a la
muchedumbre; sin embargo, no trajeron ahora todo lo que tenían ni
confiaron en su poder de multiplicarlo en favor de las muchedumbres
hambrientas. Además, los que Jesús había alimentado en Betsaida eran
judíos; éstos eran gentiles y paganos. El prejuicio judío era todavía
fuerte en el corazón de los discípulos, y respondieron a Jesús: "¿De
dónde podrá alguien hartar a éstos de pan aquí en el desierto?" Pero,
obedientes a su palabra, le trajeron lo que tenían: siete panes y dos
peces. La muchedumbre fue alimentada, y sobraron siete grandes cestos de
fragmentos. Cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños,
repararon así sus fuerzas, y Jesús los despidió llenos de alegría y
gratitud.
Luego, tomando un bote con sus discípulos, cruzó el lago hasta Magdalá,
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El deseado de todas las gentes
SpiritualA través de las páginas de esta obra conocerás a profundidad la vida en la tierra del Ser más maravilloso que haya podido pisar nuestro mundo. Este libro está cargado de detalles que te llevarán a vislumbrar la vida de quien es El Deseado de todas l...