CAPÍTULO 55 - Sin Manifestación Exterior

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Algunos de los fariseos habían venido a Jesús y le habían preguntado

"cuándo había de venir el reino de Dios." Habían pasado más de tres años

desde que Juan el Bautista diera el mensaje que a manera de toque de

trompeta había repercutido por el país: "Arrepentíos, que el reino de

los cielos se ha acercado.' Y sin embargo los fariseos no veían señal

alguna del establecimiento del reino. Muchos de aquellos que habían

rechazado a Juan y que a cada paso se habían opuesto a Jesús, estaban

insinuando que su misión había fracasado.

Jesús contestó: "El reino de Dios no vendrá con advertencia

[manifestación exterior, V.M.] ni dirán: Helo aquí, o helo allí: porque

he aquí el reino de Dios entre vosotros está." El reino de Dios

principia en el corazón. No busquéis aquí o allí manifestaciones de

poder terrenal que señalen su comienzo.

"Tiempo vendrá --dijo dirigiéndose a sus discípulos,-- cuando desearéis

ver uno de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis." Por cuanto no

va acompañada de pompa mundanal, estáis en peligro de no discernir la

gloria de mi misión. No comprendéis cuán grande es vuestro presente

privilegio de tener entre vosotros, aunque velado por la humanidad, al

que es la vida y la luz de los hombres. Vendrán días en que miraréis

retrospectivamente y con ansia las oportunidades que ahora disfrutáis,

de andar y hablar con el Hijo de Dios.

Por causa de su egoísmo y mundanalidad, ni los discípulos de Jesús

podían comprender la gloria espiritual que él procuraba revelarles. No

fue sino hasta después de la ascensión de Cristo al Padre y del

derramamiento del Espíritu Santo sobre los creyentes, cuando los

discípulos apreciaron plenamente el carácter y la misión del Salvador.

Después de recibir el bautismo del Espíritu, comenzaron a comprender que

habían estado en la misma presencia del Señor de gloria. A medida que

les eran recordados los dichos de Cristo, sus mentes se 468 abrían para

comprender las profecías y entender los milagros obrados por él. Las

maravillas de su vida pasaban delante de ellos y parecían hombres que

despertaban de un sueño. Comprendían que "aquel Verbo fue hecho carne, y

habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del

Padre), lleno de gracia y de verdad." En realidad, Cristo había venido

de Dios a un mundo lleno de pecado para salvar a los caídos hijos e

hijas de Adán. Los discípulos se consideraron entonces de mucho menor

importancia que antes de haber comprendido esto. Nunca se cansaban de

referir las palabras y obras del Señor. Sus lecciones, que sólo habían

El deseado de todas las gentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora