Capítulo V: Mi perrito

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ᴥ Emanuele Roche:

El placer que se encuentra en lo puro es todo aquello que nos libera. Nacemos para pecar, morimos pecando. Nuestra única misión en la tierra es la de satisfacer nuestras necesidades y, la de quienes se crucen en nuestro camino.

—Tardaron bastante... ya está casi fría la comida. Los estaba esperando —espetó Valentino. Mi gran amigo.

—Tuvimos una amena conversación con tu hijo... —dije arrastrando un poco mi silla para sentarme—. Le han sentado muy bien los estudios —Miré a Alessandro sonriendo levemente.

—¡Beatriz! —gritó Valentino mientras aquella esclava se acercaba—. ¿Podrías calentar nuestra comida, por favor? —Le indicó señalando hacia los distintos platos de la mesa.

Tortillas de huevos, café, varios zumos de naranja, wafles, tocino, chocolate para untar y mucha fruta picada.

—No te preocupes —Levanté con suavidad mi palma de la mano interfiriendo con su orden—. No es necesario, puedo comer perfectamente en este estado. No es necesario que nadie toque mi comida —Observé de reojo intimidando a la criada.

—¿Así comen en Francia? —Sonrió Valentino perspicaz.

—Retírate Be... ¿Beatriz era? —Fingí haberme olvidado del nombre.

—Sí señor, Beatriz —dijo esta con esa voz ronca y desgastada.

Era una horrenda mujer, de avanzada edad, ya la había visto hace varios años, pero no la recordaba mucho y menos así de fea; podía jurar incluso que sentí un olor algo nauseabundo cuando se acercó a la mesa.

No me gusta que las criadas estén cerca de la mesa mientras como.

¿Habrá sido ella la que se encontraba husmeándonos? ¿Habrá sido esa maldita vieja la que está donde no debe estar?

Lo averiguaré tarde o temprano.

Antes de que se marchara por completo la miré con frialdad y esta como si sintiera la energía de las miradas se giró para verme con rapidez, continuando con su paso de inmediato al percibir la manera en la que le clavaba la vista

Se veía sospechosa.

—Cuéntame Valentino, ¿cuántas criadas hay en esta casa? —indagué con sutileza.

—Actualmente hay seis de ellas trabajando dentro y dos se encargan del jardín y las afueras de la mansión. Son ocho en total.

—¿Nunca entran a la casa esas dos de afuera? —Comencé a ingerir los alimentos sin prisa alguna.

—Solo para lo necesario, de vez en cuando se intercambian —Él hizo lo mismo y mientras tragaba continuó—: No sé si recuerdas bien la mansión, pero hemos hecho algunos arreglos desde la última vez que viniste.

—Bueno, la última vez que vine tu hijo medio menos de un metro y medio —Ambos miramos a Alessandro quien no había tocado sus alimentos aún, permanecía callado y serio—. Contratamos un par de criadas más. Construimos un nuevo piso; también agrandamos la piscina y las zonas verdes, decidí traer a algunas para que se encargaran del exterior.

—Es una buena idea... —respondí dando un sorbo de café—. Probaré implementar eso en mi mansión.

—Pensé que no te gustaban las criadas. Tengo entendido que tú contratas a mayordomos... Hombres —afirmó Valentino con cierto énfasis, mientras Alessandro se giraba para verme.

—Los hombres me parecen, a veces, más eficientes que las mujeres —Di otro sorbo sonriéndole al café—. Además, mi esposa prefiere tener paz mental al saber que la casa está rodeada de masculinidad y no de otra cosa. Sabes a qué me refiero. —Lo miré recordando situaciones del pasado.

AMORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora