Capítulo XlV: Trato hecho

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ᴥ Boris Bonucci:

Mañana sábado saldríamos de viaje con papá. Roma era el destino. No estaba seguro de cuánto tiempo tardaríamos ni realmente cual era mi función al acompañarlo, pero si el señor Mario tomaba una decisión, no había persona en el mundo capaz de objetarle.

Estuve llamando a Milán la noche anterior, después de varias llamadas sin responder por fin me atendió.

Quise hablar con ella para ver cómo estaba en el trabajo, pero me respondió de una manera tan cortante y tan fría...

"No quiero hablar ahorita Boris". Fue lo único que dijo.

Ni siquiera me dio chance de preguntarle si estaba bien, solo cortó y ya.

Estará trabajando, supuse.

No sé porqué cuando no hablo con ella o cuando no la veo, me entran los desánimos.

Es como si verla me hiciera olvidarme de todo, y cuando no está, se me dificulta soportar todo lo malo que tengo en mi vida.

En casa se respiraba un aire muy callado. Mamá no hablaba conmigo, se la pasaba entrenando el cuerpo que mi padre despreciaba, y él, Mario Bonucci; ocupado como siempre en sus negocios.

Me disponía para lavar un poco de ropa, no quería interrumpir a mi madre para pedirle ayuda. Aunque no notaba ningún cambio en su cuerpo, ver que al menos intentaba ejercitarse era algo reconfortante.

Inicié por lavar el conjunto que llevaba puesto cuando estuve donde Milán el día anterior. Esa chaqueta marrón, junto a la camiseta azul de botones. Fue la ropa que use cuando me asaltaron, y por ello, unas pequeñas gotas de sangre mancharon la tela.

Las eché a lavar con la esperanza de que no fueran permanentes e hice lo mismo con el pantalón, pero justo antes de introducirlo en la lavadora, sentí que algo sonó dentro del bolsillo.

Miré extrañado y dirigí la mano de inmediato para observar de que se trataba.

Lo había olvidado por completo.

Era el hermoso collar que compré para Milán.

Con ambas manos lo tomé, dejando caer la cadena sobre mis palmas y me sentí un poco más animado por un instante.

Solo por haberla recordado.

Claramente era una replica de alguna pieza de joyería, pero esto para ella era irrelevante. El detalle contaba con el objetivo.

Pensé de inmediato en ir hasta su casa para entregárselo sin dejar de sonreír como un tonto, pero teniendo en cuenta la manera como me habló, supuse que estaría ocupada.

O no quería hablar conmigo.

Miré la pieza de joyería otro momento. Exhalé y lo llevé a mi habitación luego de poner la ropa a lavar.

Quizás estaría bien llevar algo que me recuerde a ella durante el viaje.

Mi dormitorio estaba hecho un caos por completo. Ropa tirada de lado a lado, polvo sobre las repisas y el escritorio, botellas de refresco en el piso y mugre acumulado por no haber aseado en varios días.

Era estresante ver alrededor, pero tampoco hacía nada para cambiarlo.

Todos los días me prometía asear, hasta que terminaba dándome excusas tontas yo mismo para alargar más esa tarea hasta no cumplirla.

Procrastinar le llaman.

Estuve mirando a la ventana del dormitorio por un tiempo, pensando un rato sobre mi vida y hacía donde la dirigía.

AMORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora