Capítulo XlX: Los estragos del placer

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Roma, Italia.

Alessandro Ferrari:

- ¿Y bien? ¿Le gustó cómo quedó joven Alessandro? -Margaret me observó expectante a mi respuesta.

-Vaya... -Aplaudí con suavidad-. Te luciste bastante, cambiaste algunas cosas de lugar, pero realmente se ve como un sitio distinto -Sonreí.

-Me alegra que le gustara joven Alessandro -Puso ambas manos juntas-. Tiene usted una habitación muy bonita, es un halago para mí poder ayudarle en sus cosas.

-Yo... no te pude ayudar mucho -Miré apenado-. Estaba algo distraído, lo siento.

-No se preocupe, descuide -Dio dos pasos acercándose-. Iré a seguir limpiando, el día apenas empieza, si necesita algo, por favor llámeme -Hizo una pequeña venia característica.

Se marchó de la habitación hondeando un poco su uniforme de trabajo negro y su delantal blanco por delante. Algo anticuado, pero a mi padre le gustaba lo rudimentario.

Miré un poco su trasero mientras se marchaba, solo por curiosidad. Era difícil apreciarlo con vestido, pero supe de inmediato que no era nada comparado con sus enormes senos.

Sus senos... estaban bastante bien...

Ella se giró un poco, casi sintiendo que le veía, por lo que yo cambié la cabeza de dirección al instante, no quería incomodarla con mi curiosidad.

Creo que no notó que la estaba viendo, eso espero Alessandro...

Me vio un poco, sonrió y continuó yéndose del dormitorio.

Suspiré aliviado.

Nunca he tenido el placer de compartir con una chica, en cuanto a lo carnal se refiere. A mis 21 años las muestras sexuales han tenido un único dueño, cuyo nombre me causaba escalofríos con tan solo pensarlo. No he encontrado si quiera los momentos de fantasear con esa osadía que implicaría lamer una vagina o palparla, fantaseaba un poco, pero las pretendientes que acechaban a mi sombra, nunca fueron de mi agrado o quizás mi mente estaba muy cerrada en la imagen del mismo hombre.

Su tamaño, voz, porte e inteligencia opacaban a cualquier mujer que conocí hasta ahora. Y ni hablar de su grueso pene, la manera en cómo lo usa... cuando se dispara por mi boca y mi pequeño culo.

Dudaba de mis gustos sexuales, sobre las inclinaciones femeninas o masculinas, porque no comprendía aun si eran los hombres aquellos que excitaban o solo era Emanuele y su dominante figura; intentaba fantasear con algunos chicos y me excitaba un poco, pero cuando pensaba en Emanuele, mi pene parecía que iba a explotar.

Nunca lo hice con una mujer, fantasear, hasta ahora ninguna me causó revuelo alguno distinto a una mirada casual. En la universidad rebozaban por montones, pero con la poca frecuencia que iba, ni siquiera tenía tiempo de hacer relaciones duraderas con las chicas del campus.

Recuerdo en mi adolescencia las palabras de Emanuele prohibiéndome que saliera con los de mi carrera a divertirme o que aceptara alguna de las tantas invitaciones que me hacían las chicas y chicos... curiosamente ellos me invitaban a mí, pero yo siempre me negaba. En el fondo quería, salir al menos un poco, conocer un par de rumbos distintos a los habituales y descubrir si me gustan las mujeres y los chicos por igual o si definitivamente solo estoy atraído por los miembros masculinos, pero le guardé fidelidad desde que lo conocí, incluso cuando me abandonó, cuando me dejó tirado por casi dos años... continué guardándole fidelidad absoluta, porque antes de irse, me prometió que él lo haría.

Creí en él, en sus palabras.

Justo cuando llegaban las dudas, aparecía él para quitármelas. Eso no cambió. Lo supe cuando me tomó con fuerza en la biblioteca y pegó su miembro en mi espalda furioso.

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2022 ⏰

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