Capítulo Vlll: Pequeños Planes

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ᴥ Margaret:

Llevaba horas encerrada en el baño. Me encargué de estar en uno de los pocos baños que nadie utilizaba, de los tantos que tenía esta mansión.

No sabía si salir o qué hacer. Temía de lo que podía llegar a pasarme.

¿Y si me vieron? ¿Y si no fui lo suficientemente discreta?

Alessandro, el joven de la casa había sido manoseado por ese hombre que recién llegó a la mansión, lo estaba tocando con tanto deseo en la biblioteca.

Y yo lo había visto todo.

Me disponía a limpiar por alguno de los salones de abajo, aunque hoy me correspondía encargarme de limpiar la tercera planta. Noté que el señor Valentino llegó solo a la mesa para comer, supuse que el joven Alessandro se había quedado atrás con el invitado y me acerqué al sitio para ver si necesitaban algo.

Mi deber en la mansión era limpiar, como todas, por supuesto. Pero me habían designado para servirle al joven Alessandro personalmente, si este me requería debía detener de inmediato lo que yo estaba haciendo y dirigirme rápidamente hacía él para atenderlo en lo que gustara.

Desde que llegué a la mansión de los Ferrari no he podido despegarle el ojo. Aunque no estaba en mis planes, él apareció para cambiar todas las cosas.

Primero, me fijé en su padre, el señor Valentino. Era imposible no fijarse en alguien así. Ese cabello castaño casi que en un tono rubio. Ese cuerpo grueso, atlético, que daba forma a unos brazos bien marcados. No eran musculosos, pero estaban muy formados, recubiertos por sus bellos rubios alrededor, dándole ese toque varonil que resaltaba con facilidad. Tenía una barba bien arreglada en su cara, una piel blanca que le heredó a su hijo y una mirada muy misteriosa, bastante llamativa.

De esas miradas que esconden oscuros secretos.

El señor Valentino casi siempre estaba de traje o muy elegante. Era imposible no quedarse mirando su trasero apretado con esos pantalones que usaba o fantasear un poco más con el enorme paquete que debía tener...

Pero todo eso se esfumó al darme cuenta que Beatriz, la encargada de nosotras las criadas era una vieja loca y obsesiva. No sabía si las demás se dieron cuenta, pero pude notar con facilidad que ella también se fijaba mucho en el señor Valentino.

Y para mi sorpresa, lo veía de una forma un tanto más amorosa. Yo, en cambio, me hacía a la idea de fantasear con ese magnate millonario. No era solo por su físico, eso en realidad no me importaba mucho, era por lo que tenía, por lo que él representaba. Eso era lo que más me atraía.

Estuve trabajando cuatro años en un maldito geriátrico limpiando la mierda de los abuelos día y noche, con una paga asquerosa. Tuve la oportunidad de ser contratada por el señor Valentino, ni siquiera era de las cuidadoras más destacadas en el geriátrico, había otras encargadas que desempeñaban sus labores mucho mejor que yo, pero un día él se acercó al lugar para hacer algún tipo de aporte económico según me dijeron, y noté, juro que noté que este se fijó en mí.

¿Por qué no contrató a una de las encargadas con más experiencia? Estaban muy bien referenciadas.

Él se me acercó personalmente y me hizo la oferta de venir a su mansión de repente, solo con verme unos minutos.

Tomé dos segundos decidiendo.

La mansión de los Ferrari, era una familia muy oculta en la ciudad, no todos los habitantes los conocían. Solo los más cercanos de la zona murmuraban de vez en cuando sobre lo millonarios que eran los Ferrari. Había quienes aseguraban que esa casa tenía una extraña maldición o algo así.

AMORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora