Tres

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-¿Puedo hacerte una pregunta?- exclamó Kurapika.

-Claro...-murmuró Minte.

-Sí los hombres que masacraron a tu familia no hubieran resultado muertos, de haber sobrevivido ¿Qué hubieras hecho?- le preguntó hundiendo su mirada en la de ella.

Minte entreabrio un poco la boca y sus ojos se poblaron de incertidumbre.

-Dime ¿Qué sentías mientras te obligaban a presenciar la tortura a tu madre? Mientras te despojaban de todo lo que conocías y amabas ¿Qué sentías?- insistió Kurapika y su rostro fue cubierto por la luz amarilla de un foco sobre el muro del edificio meteorológico.

La figura de aquel muchacho quedó entre las tinieblas y la luz, dándole un aspecto como el de espectro maldito que le dió escalofríos a la muchacha y la llevó de regreso a esos oscuros momentos teñidos de ocaso.

-Dolor- contestó Minte después de una pequeña reflexión- Indignación...Furia...Estaba por perder la cabeza de tanta furia. Solo quería poder terminar con todo eso, pero...pero no podía hacer algo al respecto...Era... humillante- murmuró Minte con los ojos puestos en esa horrible noche- De haber podido hacer algo...los hubiera matado- terminó de decir y se sumergió en un profundo y pesado silencio.

Las luces del edificio meteorológico cortaban la oscuridad de la noche. El sonido del mar intentaba llenar el espacio entre Minte y Kurapika, que se quedaron inmóviles allí, como dos esculturas de piedra en la riviera del mundo.
                        

Senritsu observaba a la señorita Neon, sentada en el columpio del jardín. Desde que su habilidad de predecir el futuro se había extinguido el ánimo de la muchachita había decaído bastante, sin embargo, el de su padre era peor. Prácticamente estaba fuera de sí. Constantemente pedía curaran a su hija y repetía lo incierto que era el futuro. Lo habían confinado a una habitación en lo más apartado de la mansión, aunque eso no era suficiente para evitar escuchar sus alaridos de vez en cuando. 

-Creo que deberías tocar un poco para calmar a ese hombre- le dijo una voz masculina a Senritsu, que por supuesto había advertido su presencia desde el inicio.

La mujer volteó a ver a su compañero y encontró a Bacho con esos grandes, musculosos y peludos brazos cruzados sobre su pecho, viendo a Neon con cierta indiferencia.

-¿Sabes cuando volverá Kurapika?- le preguntó con seriedad.

-Hable con él hace unas horas. Me dijo que se tardará unos días más en regresar- le respondió Senritsu.

-Ese chico se va a unas islas paradisíacas mientras que nosotros nos tenemos que quedar a cuidar de estos dos-se quejó Bacho y luego se hincó para quedar más a la altura de la mujer- Tengo un mal presentimiento ¿Sabes? Me sentiría más tranquilo si nuestro líder estuviera aquí...

Senritsu le sonrió para tranquilizarlo, mas ella también tenía un mal presentimiento. Los latidos del corazón del señor Nostrade la tenían un poco inquieta.
                          

El regreso a casa fue bastante silencioso. El ánimo de Minte había cambiado bastante. Su frescura desapareció. Hace mucho que no pensaba en lo que sucedió con sus padres. Recordarlo la afecto bastante y Kurapika lo notó de inmediato, sin embargo, no experimentaba remordimiento por agitar los sedimentos en la memoria de la muchacha. Tampoco tenía intenciones de decir algo para hacerla sentir mejor. La miraba a ratos, de reojo, considerando algunas ideas que descartaba rápidamente. Una vez en el interior de la mansión, Minte cruzó la sala para salir al jardín posterior y allí permaneció por varias horas. Kurapika la miró un rato desde su ventana, pero terminó por apartarse con disgusto de ella.

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