Ocho

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Por petición de Minte, Kurapika buscó a los hombres que pagaron por los ojos del padre de esta. Ubicarlos no fue difícil. La muchacha aportó bastante información. Así fue como llegaron a esa zona desértica en las afueras de la ciudad de York. El automóvil lo dejaron unos dos kilómetros atrás. Desde su posición no era visible, pero si lo era la mansión a medio kilómetro, abajo en el valle, entre grandes y caprichosas rocas moldeadas por el clima y el viento.

-Son sujetos de nivel muy bajo entre la mafia- le dijo Kurapika acercándose a la orilla del barranco- Se dedican a organizar fiestas en que los grandes jefes pueden dar rienda suelta a sus bajos deseos. Supongo que por eso construyeron su base en este lugar tan aislado. Aunque tienen otras en diferentes ciudades...

-¿Ellos están aquí ahora?- le preguntó Minte ignorando todo lo demás.

-Asi es- respondió Kurapika, viento a Minte cuyos ojos estaban fijos en aquella casa.

El viento de la noche agitaba su cabello suavemente. Bajo la luz de la luna parecía una pequeña hoguera.

-¿Qué piensas hacer?- le preguntó después de un rato,bpero ella no contestó. Súbitamente saltó al vacío y descendió saltando ágilmente entre las piedras.

Kurapika no tardó en alcanzarla y advertirle que ese lugar estaba repleto de gente de la mafia.

-Es muy insensato entrar allí a confrontarlos a todos- le dijo al cruzarse en su camino para obligarla a detenerse.

-Lo sé, pero conozco sus rostros y soy mujer- le respondió Minte y delante de él se quitó la blusa quedando en un top de encaje rojo- Tranquilo...lo último que quiero es hacer un escándalo de esto.

Kurapika se relajo un poco y la siguió para colarse en la mansión. Burlar la vigilancia no fue difícil. Él esperaría cerca en caso de que ella necesitará ayuda o hubiera que cubrir algún imprevisto. Minte se mezcló con los invitados haciéndose pasar por una prostituta. Conociendo los nombres y rostros de quienes buscaba no fue difícil dar con ellos. Lo difícil fue ganarse su atención. Entre tanta mujer hermosa y depravación, ella pasaba desapercibida. El lugar apestaba a fornicación y a donde quiera que miraba había gente en actos sexuales desinhibidos. Mujeres sosteniendo relaciones con animales, hombres actuando como perros o recibiendo latigazos a voluntad atados a postes. Las escenas eran desagradables de ver. Eran carentes de sensualidad y repulsivas. En medio de eso logró acercarse a uno de sus objetivos. Un tipo obeso y cubierto de un sudor grotesco, quien le miró los ojos con mucha atención. Después de una charla, unas copas y un coqueteo que a Minte le revolvió las entrañas, logró su objetivo y lo apartó de la fiesta. El tipo la condujo a una habitación bastante apartada en aquel lugar semejante a una cloaca. Allí había una cama grande con cadenas en el respaldo y otros montón de objetos para los fetiches perversos de ese tipo.

-Tus ojos son muy bonitos- le comentó al acostarse sobre ese lecho como una morsa- Si los miras a cierta luz se ven rojos...

-¿Ojos rojo? Nunca me habían dicho algo como eso. Supongo que es una linda ilusión- le dijo Minte con una sonrisa inocente mientras ese tipo repasaba su cuerpo con una mirada libidinosa.

-¿Sabias que existieron sujetos con los ojos escarlata?-le preguntó el tipo y tomó un control que estaba sobre la mesa de noche junto a la cama- Hace unos años fueron aniquilados, pero hay todavía muchos de sus ojos por el mundo. Son un auténtico tesoro...Mira.

Minte volteó al muro del costado derecho y allí vio como un cuadro en la pared subía por esta, dejando ver una vitrina con dos contenedores de los Ojos Rojos.

-Me llevó mucho tiempo y tuve que invertir mucho dinero para conseguirlos, pero finalmente los tengo- le dijo aquel individuo- Los ojos rojos de la tribu Kuruta. Según decían sus pupilas tomaban ese color cuando se emocionaban o se enfurecian. Me hubiera gustado saber si sus ojos también cambiaban de color cuando tenían sexo. Hubiera sido maravilloso estar con una de esas mujeres...Ahora podre hacer algo parecido. Espero no te moleste te comparta con un buen amigo.

-No si me dan una buena propina- le respondió Minte escondiendo su asco lo mejor posible.

El tipo marcó un número en su teléfono celular y a los minutos ingreso otro sujeto. Cuando Minte oyó la voz a su espalda, palideció. No se lo comentó a Kurapika ni a nadie nunca, pero ella tenía una memoria auditiva muy buena. Prodigiosa incluso y nunca olvidaba un sonido. La voz a su espalda la había escuchado antes,cuando era niña. La conmoción la hizo voltear a ver a ese hombre,que al mirarla la reconocía de inmediato.

-Tú eres...la hija de Nilo -logró articular aquel sujeto espantado cual si hubiera visto un fantasma.

Habían pasado casi tres horas y Minte no daba ninguna señal. Aquello tenía a Kurapika un poco inquieto por lo que decidió usar su cadena para encontrarla. Había entrado a un corredor, por una de las amplias ventanas, cuando escuchó un fuerte estruendo adelante, hacia donde la cadena señalaba. Rápido se dirigió hacia allá, pero se detuvo bruscamente al experimentar un fuerte calor. Uno muy inusual. A paso lento dobló a la izquierda por el pasillo y vio fuego en la última habitación. Las llamas se entendían por los muros hacia él no que no huyó, sino que se interno en el túnel de fuego descubriendo que no lo quemaba. Cuando llegó a la puerta de aquel cuarto pudo ver a Minte de pie en medio del incendio, mirando a un hombre a sus pies que suplicaba perdón. Más allá el cuerpo de un tipo obeso ardía en rojas llamas.

Unos días antes Kurapika le habló a la muchacha para explicarle cómo podía  desarrollar su habilidad Nen. Minte escuchó sin hacer ninguna pregunta, lo que era muy extraño. Él estaba en aquel espacio reservado para los Ojos Rojos recuperados y ella en la bodega en que guardaba los ojos de su padre.

-¿Has pensado en que transformaras tu aura, Minte?-le preguntó tras ese prolongado silencio.

-En fuego- contestó la muchacha y su voz se oyó gélida a travéz del teléfono.

-¿En fuego?- repitió Kurapika como para reflexionar.

-Rojo la sangre, rojo la pasión, rojo el fuego del infierno que arde para castigar a los malvados que lastiman a sus semejantes- le dijo dijo Minte- Quiero que mi aura arda como el sol del ocaso...

Kurapika evocó aquel instante y no pudo evitar recordar lo que su maestro le dijo respecto a estar encadenado. Tampoco pudo evitar pensar en que Minte ardía de furia. Pero en ese momento su atención fue cautivada por los ojos de la chica que eran rojos como los suyos, como los de su gente...Había olvidado como se veían las pupilas escarlata en los rostros de sus compañeros. Él sólo recordaba cuencas vacías y globos oculares en frascos. Casi sin notarlo sus pupilas cambiaron también y su corazón pego un brinco poderoso que lo hizo ignorar el incremento en el poder del aura de Minte que de una patada arrojó a ese hombre al fuego. Su cuerpo se envolvió en llamas y desesperado buscó extinguirlas usando el agua del estanque de los peces. No funciono, ese fuego no se apagaba con nada. La mansión ardió hasta sus cimientos.

Cuando llegó el amanecer,
Kurapika caminaba por el desierto con Minte y los Ojos Rojos en su espalda.

La MestizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora