Dieciséis

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Leorio alcanzó a Kurapika. Lo tomó por el hombro, pero todo lo que consiguió fue que el muchacho se desprendiera de él con brusquedad. Lo llamó por su nombre, mas fue ignorado. Un poco molesto lo sujetó por el brazo.

- Kurapika ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué me ignoras?- le preguntó cuándo Kurapika volteo a verlo.

-Leorio...- murmuró al reconocer a su amigo.

-Parece que llegue en un mal momento...

Kurapika no respondió. Ver a Leorio le causó un choque de emociones y también una enorme controversia que había estado evitando. De una forma inesperada la presencia del aprendiz de doctor consiguió enfriar su cabeza. Un poco más compuesto y sabiendo que ocurría con Minte, Kurapika volvió a su habitación para reunirse con los demás. Allí Leorio se enteró de lo que estaba sucediendo y los demás supieron cual era el precio de la vida de la muchacha.

-¿Supongo que no estarás pensando en ir a entregarte a esos sujetos, Kurapika?- le cuestionó Leorio inclinándose un poco para ver a su amigo a la cara.

-Es una total insensatez- comentó Basho.

-Una total insensatez -repitió Kurapika como para reflexionar- Eso es lo que es si...- murmuro después sonriendo resignado- Pero no tienen de que preocuparse. Tengo un plan para rescatar a Minte. Sin embargo, la subasta debe llevarse a cabo y ... Bueno yo quería pedirles su colaboración en esto. El secuestro de Minte no tiene nada que ver con las razones de sus contratos, pero...

-Oye, eres nuestro líder, seguimos tus órdenes. No hace falta que des tantas explicaciones. Sólo dinos qué tenemos que hacer- le dijo Basho.

Kurapika parpadeo lento una vez y mientras les explicaba que hacer, su mente se fugo a otra parte.

Minte estaba encerrada en un  contenedor. No veía otra cosa que no fuera oscuridad, pero podía oir, oler y sentir. Le dolía mucho la muñeca derecha, se la habían roto durante el breve intercambio de golpes que tuvo con sus captores. Tenía un sabor a metal en la boca, suponía que sangró después de recibir el puñetazo que la noqueó. Si bien Minte tenía un cuerpo entrenado y sabía pelear, carecía de experiencia tanto en el combate convencional como en el que involucraba al Nen, por lo que pese a su enorme talento, en ese campo era vulnerable. La atraparon sin demasiado esfuerzo, pero ella confiaba en poder haber advertido a Senritzu de lo que pasaba. En ese momento quiso ayuda, pero después de estar horas allí oyendo a esos rufianes no quería que fueran por ella. No quería que Kurapika fuera a buscarla.

Ese chico era muy inteligente, pero demasiado pasional. Sus emociones eran capaces de hacerlo perder el juicio muy fácilmente. Su corazón tenía lugar para un único y celoso amor: la venganza. No tenía otra cosa en su vida que ese deseo irracional por vengar a su tribu. No tenía otro sueño, ni siquiera esperanzas de alcanzar la paz. Sin esa motivación estaba perdido. Posiblemente el verdadero Kurapika murió el día de la masacre. Lo que se puso de pie después de eso fueron las ruinas de un ser humano, que se reconstruyó con los escombros que encontró de si mismo y de lo que tuvo que ver allí, en su hogar pintado de sangre. Minte lo sabía porque a ella le pasó lo mismo. La Minte que Kurapika conoció no era la que fue antes del asesinato de sus padres. Ella tuvo que tomar su dolor, su miedo y su resentimiento para darse una nueva forma, una que le permitiera seguir viviendo. Pero así como en ella había vestigios de la persona que fue, la parte de su esencia básica e inmutable, en Kurapika todavía quedaba un poco del antiguo él. Su amabilidad, su curiosidad en busca de conocimiento, su valor y fuerza. Minte pudo ver aquello y lo amo por eso. Sabía que ella podía hacerlo sentir mejor. Darle calma, hacer que se sintiera confortado. El problema es que Kurapika no quería nada de eso a largo plazo. Como un respiró estaba bien, pero no más allá de eso.

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