Diesiete

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El hombre de la máscara usaba unas figuras de porcelana como armas. Fueron inútiles en contra de Minte. Después de unos intentos fallidos de ataque fue alcanzado por el fuego y ardió hasta los huesos. El tipo llamado Lince trato de escapar, pero fue inútil. Minte rodeo el lugar con fuego sellando las posibles salidas. Previo a eso le dió a Zenji una orden escalofriante: "camina a travéz de las llamas " y él, que estaba bajo la influencia del Nen tipo controlador de Minte, obedeció acabando calcinado.
Tigre era más hábil. Él pudo detectar el aroma de las rosas y evitar caer víctima de la técnica de Minte, sin embargo, la muchacha muto de estilo al de la transformación, pero potenciado por sus ojos rojos haciendo la pelea mucho más compleja. Aquel fuego que brotaba de la muchacha se adheria a cualquier superficie y era casi imposible de apagar. Sin mencionar que la cantidad de oxígeno en el lugar era cada vez menos y el aire caliente quemaba las vías respiratorias. Minte podía soportar aquello porque era capaz de contener la respiración por un largo periodo de tiempo, pero esos hombres no. Lentamente estaban muriendo y el rostro de Minte no expresaba remordimiento por ello.

Cuando Kurapika entró, la vio de pie ante aquellos hombres. Minte se veía terrible en verdad. Todo su cuerpo desprendía fuego. Su ropa se caía en ceniza quedando vestida por una especie de biquini de fuego. Era como mirar una arpía en llamas o un demonio que arrastró a este mundo una parte del infierno. Detrás de Kurapika llegó el maestro de este, quien le dió al muchacho un pañuelo húmedo para que respirara por el, pero estaba prácticamente seco. El calor allí era insoportable. De no ser porque ella lo miró, no hubiera apagado aquel incendio. El fuego se fue extinguiendo lentamente dejando a la vista un esqueleto negro de acero y concreto. El cuerpo desnudo de Minte contrastaba con aquel escenario. Su piel blanca como la leche parecía brillar bajo la luz de la luna llena que coronaba el cielo. Era media noche.

-Minte- la llamó Kurapika y ella se abrazo a si misma para cubrirse.

El muchacho llegó con ella quitándose la chaqueta que acabo atando a la cintura de la mujer. Se quitó la camisa para ponersela en la parte de arriba y entonces ella se derrumbó entre sus brazos.

-¿Estas bien?- le preguntó la muchacha cuando él se hinco para poder sostenerla de forma cómoda.

-Debería ser yo quien pregunte eso- le contestó Kurapika sonriendo aliviado.

-No volverán a molestarte... Esos hombres, no volverán a intentar lastimarte- le dijo la muchacha y se hizo pequeña entre aquellos brazos que la rodeaban.

-Lo siento mucho- le respondió Kurapika y la apretó contra él.

Todo ese tiempo, Kurapika no tuvo cuidado de revelar quien era, sin pensar en que siendo el último Kuruta vivo, podía ser blanco de hombres como esos cazadores. Es que se olvidó de si mismo al punto de despreciar su propia vida. Al fin Minte tenía razón. Reunir los Ojos Rojos también era algo peligroso que podía hacerlo el objetivo de muchos rufianes. Tampoco considero demasiado como sus acciones podían repercutir en quienes los querían porque no pensó encontrar gente que lo estimara. Pero estar vivo implica esa y otro montón de posibilidades. Hasta ese momento Minte era la mejor de todas y no estaba dispuesto a perderla. Con cuidado la levantó en sus brazos y se dió la vuelta para dejar ese lugar.

-Estos infelices están muertos- le dijo su maestro al verlos pasar, pero Kurapika lo ignoró- Esa chica parece un usuario de Nen bastante peligroso- pensó.

Minte se durmió al amparo de Kurapika, quien al salir se la dió a Leorio.

-Por favor revisa que esté bien- le pidió a su amigo y él aceptó de inmediato.

La tendieron en el suelo descubriendo que sólo estaba durmiendo y tenía una muñeca lesionada. De vuelta al hotel fue Leorio quien condujo el vehículo. Kurapika se fue en la parte de atrás con Minte a quien abrazaba como un niño se aferra a eso, que lo hace sentir tranquilo y a salvo.

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