Siete

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Minte estaba de rodillas ante una copa de cristal con agua en el piso de la sala. Siguiendo las instrucciones de Kurapika rodeo el recipiente con sus manos bañadas de Nen. Maxwell sostenía un teléfono satelital que Minte consiguió para comunicarse con su maestro, que en el jardín de la casa de la familia Nostrade esperaba el resultado de aquella prueba.

-No pasó nada- exclamó la muchacha decepcionada y con los ojos fijos en la copa.

-La señorita dice que no hubo cambio en el agua, señor Kurapika- le dijo el mayordomo con una calma envidiable.

-Ya veo...-murmuró el muchacho un poco confundido- Digale a Minte que pruebe el agua...

-El señor Kurapika dice que pruebe el agua por favor- le dijo Maxwell a la chica que tomó la copa desde abajo para llevársela a la boca.

-¡Dulce! ¡El agua sabe dulce!- exclamó Minte bastante sorprendida, después de beber un sorbo.

-La señorita dice...

-Ya oí Maxwell- lo interrumpió Kurapika un tanto extrañado- Hubiera podido apostar que pertenecía al estilo de la intensificación- pensó con decepción.

-¿Qué clase de talento poseo, maestro?-le preguntó Minte tomando el teléfono de mano de su mayordomo.

-Si el agua cambia de sabor significa que perteneces al estilo de la transformación, Minte. Esos es muy bueno si...muy bueno- dijo, pero como pensando en otra cosa y es que el líder de la seguridad de la familia Nostrade estaba lidiando con sus propios problemas.

Justo el día que regresó, apenas unas horas antes ,Light Nostrade había asesinado a su hija. En un descuido de parte de los guardaespaldas y víctima de la locura nacida de la desesperación, el hombre terminó con la vida de Neon. Ella había perdido su habilidad para predecir el futuro por lo que para su padre no valía nada. Le corto la garganta y no conforme con eso la desmembro colgando los trozos del cuerpo de su hija en el muro, como si fueran trofeos. A Kurapika le resultó un tanto irónico que una coleccionista de carne acabará así. Nunca desprecio a Neon,
tampoco le agradaba. Para él esa muchacha era como una niña grande. En su inmadurez radicaba mucha de su frialdad e indiferencia. Incluso su crueldad. Sin mayor perturbación, Kurapika ordenó que limpiaran el desastre y que encerraran a Light en un lugar donde no pudiera salir. El Clan Ritz aún no podía saber lo sucedido. La familia Nostrade era un animal sin cabeza que se arrastraba por el suelo.

-Hablamos más tarde ¿te parece? Hoy estás bastante distraído, maestro- le dijo Minte un tanto triste.

-Lo siento yo...No puedo dedicarte mucho tiempo ahora- le confesó sintiéndose al descubierto- Sin embargo, lo que te plantee hace unos días sigue en pie, Minte.

-Entiendo. Esperaré tu llamado. Buena suerte Kurapika- le dijo la muchacha con una resignada sonrisa. Colgó apenas él se despidió.

-El señor Kurapika es alguien muy ocupado- comentó el mayordomo al recibir el teléfono.

-Tristemente así es...

-Tal parece que a usted le agrada bastante.

-¿Eso te molesta?-le preguntó la muchacha con una mirada aguda y una sonrisa irónica.

-Todo lo contrario, señorita. Estoy realmente feliz de que finalmente se comporte como una muchacha cualquiera y tenga por interés romántico a un jóven inteligente y atractivo-le dijo el hombre logrando sonrojarla- El problema es que el señor Kurapika es un caminante del abismo. El carga un enorme peso en su espalda y sus manos están bañadas en sangre. Los más optimistas pueden creer que todavía está a tiempo de no caer en las oscuridad al final del precipicio, pero eso no es verdad. Él ha echado a andar la máquina de la venganza. Se le nota en la mirada. En como se mueve, en como habla. Su odio a sembrado odio en otros corazones y con toda certeza ahora no solo persigue, sino que también es perseguido...Es un camino terrible el que a escogido.

Minte escuchó a su empleado con atención. Cuando el viejo mayordomo guardo silencio,ella miró a la chimenea donde debía estar un retrato familiar,pero aquel espacio estaba vacío.

-¿Alguna vez lo has perdido todo, Maxwell?- le preguntó la muchacha parándose frente a él y apretando su puño sobre el pecho del hombre- ¿Alguna vez te han despojado de todo lo que amabas, de todo lo que conocías, de todo lo que tenías y lo que podías haber tenido? ¿Sabes lo que es perder incluso quien eres porque todo lo que te sostenía como individuo no existe más? ¿Sabes lo que es mirar detrás de ti y ver solo fantasmas que el tiempo desvanece? ¿Quién es Kurapika en este momento? El sobreviviente de una tribu masacrada, cuya existencia pronto será una leyenda. Él no tiene legado...Ya ni siquiera un origen. No es nadie. Solo una sombra rabiosa de dolor, de tristeza ¿Cuál es el futuro del último de los Kuruta? ¿De no perseguir la venganza que hubiera hecho Kurapika? Posiblemente ser siempre un extraño entre la gente. Lo despojaron de todo...

-Supongo que nadie o muy pocos pueden comprender aquello-le dijo Maxwell después de un breve silencio- Doy gracias de no ser uno de ellos, sin embargo, no puedo evitar ver una posibilidad menos terrible para el señor Kurapika... Sobretodo ahora que se ha cruzado en su camino.

Minte se apartó sonriendo y le preguntó en qué estaba pensando.

-Bueno él es un muchacho y usted... Podrían dar vida al clan de  Kuruta...

-Suena bien, pero...reconstruir a los Kuruta sería un mal chiste-le dijo Minte- La historia volvería a repetirse, Maxwell...Los Ojos Rojos deben extinguirse...

Minte se despidió de su mayordomo diciendo que iría a nadar un poco y el hombre, un poco cansado, miró por la ventana.

-Vivimos en un mundo salvaje en que una característica especial, puede hacer que el hombre deprede a su propia especie. Que triste es esta realidad- pensó y volvió a sus deberes.

Varios días después de aquella llamada, en una habitación subterránea, Kurapika contemplaba los ojos de su gente, que había recuperado. Esteban dispuestos ordenadamente a los pies de una figura religiosa,
entre hermosas flores. Era un altar. Un sitio de un culto de un solo hombre con un ídolo rojo que nada tenía que ver con la piadosa mujer de yeso puesta allí. En ese sitio lo encontró Senritsu, que no pudo evitar conmoverse con la tonada cardíaca de su compañero. Lo llamó un par de veces para decirle que Linssen había regresado. Después de un rato volteo a verla y escuchó lo que tenía que decirle. Con un ánimo extraño, Kurapika dejó aquel lugar para ir a reunirse con el guardaespaldas. Senritsu, en la distancia, oyó su conversación sintiendo una fuerte congoja. Esa noche, mientras Kurapika preparaba su ligero equipaje, la mujer fue a verlo a su habitación. Él muchacho se veía tan calmado como siempre,pero su corazón decía otra cosa.

-Tu mirada me dice que estás a punto de reprocharme algo, Senritsu- le dijo Kurapika.

-Ella...creo que ya sabes lo que tenía pensado decirte al respecto. Minte es diferente a ti, Kurapika. Puede parecer que su corazón está dominado por la ira, pero...

-Tranquila-la interrumpió y le sonrió de forma amplia, luminosa.

No le dijo más. Tomó su equipaje y dejo la mansión para ir hacia el aeropuerto. Senritsu le miró partir en el oscuro automóvil, desde la ventana. Estaba preocupada por el asunto de esos dos, sin embargo, no había algo que pudiera hacer.

Kurapika llamó a Minte desde el automóvil. Tuvieron un intercambio de palabras bastante breve. Un: "Nos reuniremos en la ciudad de York" y un "Entendido".

El cielo nocturno tenía una hermosa luna llena. Los ojos del último Kuruta y la mestiza tenían tintes de sangre.

La MestizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora