Capítulo 20

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El televisor estaba encendido, iluminando la sala de estar, había dos copas vacías en la mesa de centro y un plato con fruta a medio comer. Los hielos en el tazón empezaban a derretirse y hace tiempo que no le prestaban atención al televisor, donde uno de los protagonistas caminaba por la nieve hacia un destino sin fin después de ser olvidado pero los dos hombres que estaban recostados en el sofá, hace mucho que dejaron de ponerle atención a la historia.

—¿En serio? ¿No te gustan los mariscos? —Pregunta Donghae realmente sorprendido, pasaba los dedos por el cabello oscuro de Hyukjae, quien descansaba su rostro sobre el pecho cubierto por la delgada tela de la camiseta, sintiendo la tibia piel a través de esta.

—No, me parecen...—No termina la oración pero hay un gesto de asco en su rostro, un gesto que su novio no alcanza a ver. Los dedos largos del pelinegro pasan por la bronceada piel de los brazos, sintiendo la suave curva de los músculos bajo la llama de los dedos.

—Eso es porque no has probado los que yo mismo preparo —Presume Donghae con una amplia sonrisa en los labios, lleva sus caricias hasta la mejilla del pelinegro el cual las disfruta.

—No me gustan, y aunque imagino que tu comida ha de ser una delicia culinaria, los mariscos no son de mi agrado. Siempre están resbaloso y húmedos además de ese olor a agua... — Le da un escalofrío de solo recordarlo —No son de mi agrado —Frunce los labios y arruga la nariz al imaginar la sensación babosa en su lengua.

—¿Y comes carne? ¿Cerdo? —Pregunta curioso, pasa los dedos por el pálido cuello.

—¡Claro que sí! —Afirma Hyukjae incorporándose lo suficiente para que se puedan ver a la cara.

En medio de la oscuridad, siendo iluminados solamente por el televisor, sus rostros forman sombras extrañas y profundas, dejando a la vista sólo una parte. Los gruesos labios de Hyukjae se ven más prominentes, los suaves pómulos de Donghae sobresalen y su mirada se oscurece en la oscuridad.

—¿En serio? Te prepararé langosta ¡Se que la adorarás! —Ofrece el castaño con una sonrisa de orgullo, sin creer que fuera posible que a su novio no le fuera a gustar.

—Puedes comerla tú...— No termina de hablar porque Donghae lo toma de la nuca, acercándolo hasta que estampan sus labios en un beso. Al inicio solo es una caricia suave, solo se muestran el cariño y aprecio que hay entre ambos, disfrutando de un dulce momento en la soledad del departamento. 

—Te encantará —Promete el boxeador contra los gruesos labios, acaricia con cuidado la piel ajena. 

Hyukjae se remueve en el lugar hasta levantarse y tomar asiento sobre la mesa de centro, toma la mano de Donghae y le da un beso. Quiere decirle eso que lo ha atormentado desde que se dio cuenta que tenía sentimientos por e otro, quiere armarse de valor y decirle que al principio solo se acerco a el porque necesitaba dinero, pero al ver los ojos castaños brillantes en la oscuridad de la noche y la sonrisa dulce en el amable rostro, las palabras se quedan atoradas en la garganta sin poder salir. No quiere que lo odie, no quiere recibir nada de Donghae mas que amor, no podría soportar que el otro lo viera con odio o resentimiento pero tampoco quería que esa relación tuviera de base una mentira tan codiciosa y vil.

—Hae...—Llama con la voz en un hilo, los nervios se reflejan en su estómago y las ganas de vomitar. 

—Esta bien , sino quieres hacer algo solo debes decírmelo. Solo estoy jugando... —El castaño se incorpora sentándose en el sillón frente al otro, lo toma con las manos de ambas mejillas y le da un pequeño beso en los labios y la nariz. 

Hyukjae quiere decírselo pero las palabras no salen de sus labios pero las lagrimas si brotaron de sus ojos, no supo como o por qué pero termino sollozando mientras mil y un pensamientos pasaban por su mente. El castaño no entendía que estaba pasando pero lo envolvió en un abrazo a la vez que le susurraba al oído que él estaba ahí y todo estaría bien. Donghae creyó que las lagrimas eran por los problemas de su empresa pero en realidad eran por todo, el cuerpo de Hyukjae ya no pudo con el estrés y la presión así que la tuvo que sacar, de alguna forma.

****

Lee Seung-yeon se recostaba en la silla de su despacho, ya era casi media noche pero aun seguía trabajando y revisando los casos que tenía asignados. Leer los expedientes era tan agotador pero tenía su encanto por ello estaba ahí. Tomo uno del montón y comenzó con su arduo trabajo, estaba tranquilamente leyendo sobre una empresa hasta que dio con el nombre del dueño, Lee Hyukjae. Rebuscó entre las hojas hasta dar con la información y el expediente con fotografía, se inclino en su lugar ajustándose los anteojos para ver al actual novio de su hijo. Regreso a la pagina principal y volvió a leer, una y otra vez. 

Debían impuestos atrasados, problemas con su contador, se habían puesto al corriente con un par de meses y pedían tiempo para saldar la deuda con hacienda. Paso los dedos por la hoja hasta dar con la cantidad que habían aportado, tomo un papel de notas y uno de sus bolígrafos, escribiendo la cantidad. Cerró el expediente y tomo el teléfono marcando y esperando con la impaciencia quemándole.

—Señor Kim, necesito que me haga un favor —Dice con el papel entre sus dedos y la tinta negra de los números brillante —Le enviare una cantidad en un mensaje y quiero saber si mi hijo a hecho un retiro de esa cantidad o una cercana, se que no es muy ético pero recuerde que gracias a mí no esta en la cárcel por fraude... soy consciente de que no fue su culpa pero...— Un sí fue lo único que escucho antes de colgar ¿En serio Donghae le presto dinero ha ese vividor en tan poco tiempo? Tal vez podía quitarle esa sanguijuela a su hijo. Pensó mientras leía el expediente, ese mocoso no le sacaría un peso más a su hijo, él se encargaría personalmente de ello. Demasiados corazones rotos por un par de monedas, ese necesitaba ser el último.

Apuesto el Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora