Capítulo VI

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—Mi iré a... a prepararle el baño —dijo rápidamente, mientras corría de la cama hasta la puerta de salida, huyendo de ahí con las mejillas rojas y el pulso totalmente alterado.

YoonGi no pudo evitar reírse. Definitivamente, Jimin sabía quitarle algo de estrés.

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Cuando Jimin abrió los ojos ese día, se sorprendió de no encontrarse en el marco de la puerta sino en la cama del príncipe. Lo buscó con la mirada por todo el lugar hasta que recordó que YoonGi había dicho de partir a Geoje a medianoche.

Por la ventana, sigilosamente, comenzaba a penetrar la luz del sol saliente. La piel descubierta de sus brazos brillaba anaranjada cuando los rayos lo alcanzaron y supo que era hora de arreglarse.

En el lavado de los sirvientes se dio un rápido baño y desenmarañó su cabello con el peine de madera de boj comunitario. No había espejos, por lo que en esos días Jimin dudaba que estaba haciendo un buen trabajo en acicalarse. Estaba perdido en sus pensamientos cuando escuchó entrar al recinto a uno de los sirvientes del Palacio.

—¡Espera! —vociferó una voz, que Jimin reconoció de inmediato.

—Ahora no, TaeHyung —respondió otra, totalmente desconocida para el joven príncipe.

—Escúchame —rogó el sirviente de Soung-He.

—No quiero pelear contigo tan temprano.

Jimin se escondió detrás uno de los tantos muros del baño para no interrumpirlos. Y aunque no quiso escucharlos, era imposible dado que sus voces resonaban como un eco en todo el recinto.

—JungKook, por favor.

—Aléjate, Tae...

—Vaya, vaya —una tercera voz y algunas pisadas se unieron. Jimin no estaba seguro si era indicado salir de su escondite o no—. Los novios del Palacio. ¿Ya están haciendo sus asquerosidades tan temprano?

—No te metas —dijo TaeHyung, cortante.

—Me meto —respondió la tercera voz, también desconocida para Jimin—, porque este es el baño de todos. Y si van a querer mezclar sus asquerosos fluidos, háganlo en una posada no en un lugar públ-

El sonido de un golpe hizo callar abruptamente al sirviente que hablaba.

—¡Detente, TaeHyung! —gritó la voz de JungKook, con impotencia—. ¡Lo vas a matar!

Entonces, el príncipe de Jeonju se dio cuenta que era el momento en que debía salir. Mas no le gustó lo que vio.

Las alargadas manos del arpista sostenían los hombros de TaeHyung, intentando apartar a éste del cuerpo del tercer sirviente, sin éxito. Mientras tanto, los puños de TaeHyung se clavaban por todo el rostro, el estómago y el pecho del desconocido.

—TaeHyung —dijo Jimin con una firmeza que no creía que era suya—. ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Detente, ahora!

El sirviente lo miró, conteniendo su puño en el aire.

—Pero, señor. Él...

—Lo sé —murmuró Jimin—. Pero si llegasen otros sirvientes aquí y te viesen, irían corriendo hasta el rey a contarle que casi matas a este hombre como un salvaje. ¿Quieres que te castiguen?

TaeHyung negó y, tras un sonoro suspiro, se alejó del sirviente que yacía con la nariz ensangrentada en el suelo. JungKook no salía de su admiración, mirando de reojo a Jimin sin comprender nada.

Mi Señor [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora