Capítulo XVI

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No había arena en aquellas tierras pero si era un lugar bastante ventoso. Y un YoonGi con buen humor comenzó a trazar imaginariamente un plano sobre cada edificio de la base militar a medida que recorrían el lugar.

HoSeok, por otro lado, lo miraba fijamente como examinándolo en silencio.

—Si tienes algo que decir, dilo de una vez —bufó el príncipe, no queriendo que nada turbase aquella pequeña alegría.

—Me preguntaba hasta cuándo serías capaz de fingir que no lo has visto —respondió el general, sin molestarse por el tono de su amigo.

—Si estás hablando de quien nos sigue desde que salimos del palacio —murmuró YoonGi, echando un vistazo por encima del hombro—... Estoy esperando que se convenza lo suficiente de que aún no lo hemos visto.

—¿Para qué?

—¿Cómo para qué? ¿No eres tú el general de mi ejército? —HoSeok iba a replicar, pero YoonGi desenvainó su espada y trazó unas líneas en la tierra con su filo, callándolo—. Cuando se acerque lo suficiente y si resulta ser un espía: lo mataremos. Si resulta ser de la guardia real de Sung: lo mataremos. Si resulta ser familiar de Sung: lo mataremos.

—¿Y si es un pueblerino que se pregunta qué hace aquí un ejército? —indagó HoSeok, al fin, divertido.

—Si es de Daegu, le daremos pan y agua —respondió YoonGi, viendo cómo una leve brisa de viento borraba las líneas que había dibujado en la tierra.

—¿Y si es de JeonJu?

—Lo mataremos —respondió el príncipe, encogiéndose de hombros.

—Tú sólo quieres matar a alguien —rió HoSeok, negando con la cabeza.

El general giró una vez más el rostro hacia la delgada figura misteriosa, cuyos dotes de camuflaje no eran tan buenos como aparentaban. De pronto, una imperiosa ráfaga de aire, en forma de remolino azotó la zona. Los soldados, en sus pesadas armaduras, no se inmutaron. La figura desconocida, en cambio, se tambaleó un poco en su lugar y su fina capucha se desacomodó, dejando su rostro y parte de su cabello rizado en plena luz. HoSeok dejó de sonreír y frunció el ceño.

—Su Alteza —dijo, en un susurro.

—¿Mmmh?

—Es... es una mujer.


*•*•*•*•*•*•*


Había pedido que le llevaran un poco de arroz ya que, con los años, se había acostumbrado a comerlo antes de dormir. Según él, lo tranquilizaba, porque lo llevaba a la zona de lindos recuerdos.

Pero no había previsto que Su Majestad lo visitara en medio de la noche y lo encontrase con la boca llena de arroz, como un muerto de hambre, y los ojos vidriosos porque la discusión con el príncipe YoonGi le había partido el corazón.

—Qué bueno es verte así —dijo el rey NamJoon con sinceridad, agitando una mano al sirviente para que se marchase.

El consorte SeokJin se apresuró en tragar lo que comía y en ponerse de pie, para recibir a su esposo.

De a poco, los modales y las formalidades habían dejado de tener importancia para Su Majestad cuando se trataba de su amado consorte, pero SeokJin siempre se esforzaba para que el rey no perdiera del todo su autoridad frente a él.

No obstante, el amor de tantos años había destruido cualquier frialdad entre ellos, por lo que NamJoon no pudo evitar acercarse lo suficiente a SeokJin y fundirse en un abrazo con él.

—Nunca me acostumbro del todo a tus brazos —susurró Su Majestad, inspirando el aroma de su esposo—. ¿Puedo morir aquí?

—Te prohíbo que hables de tu muerte —bufó el consorte, correspondiendo al abrazo.

—Pareciera que el rey eres tú —rió NamJoon, alejándose lo suficiente para poder ver el rostro de su esposo.

—Lo soy. Desde hace mucho que lo soy, al menos de ti —dijo SeokJin, cerrando los ojos cuando la mano de Su Majestad comenzó a acariciar su mejilla.

Según el consorte, era una suerte que sus palabras no fueran tomadas en serio. No obstante, si NamJoon debía ser honesto, SeokJin decía toda la verdad.

Éste último apoyó la cabeza en el hombro del rey, sin abrir aún los ojos. Sin embargo un pequeño murmullo a lo lejos que comenzó a ser cada vez más estruendoso con el paso de los segundos empezó a molestarlo...

Hasta que la puerta fue abierta de improvisto y un sirviente, con el rostro sudoroso y aterrado, la voz agitada, a medida que sujetaba el gorro que se tambaleaba sobre su cabeza, entró sin presentarse y en un sollozo sin lágrimas, gritó a viva voz:

—¡¡Su Majestad, atacaron a Su Alteza!!

SeokJin se separó de forma abrupta de su esposo y miró al sirviente, espantado por lo que oía. NamJoon, por el otro lado, frunció el ceño sin comprender, y se acercó a quien no podía dejar de temblar en su lugar.

—¿Qué? ¡Explícate de una vez! —vociferó el rey, impaciente de que el sirviente se quedara allí mirándolo en vez de dar más detalles.

—I-iba custodiando una carroza... ¡y lo atacaron!

La garganta de SeokJin se cerró de pronto, la angustia y la ansiedad estaban imposibilitándolo de moverse.

—¡Pero, ¿quiénes?!

—A-aún no sabemos —respondió el hombre, trémulo—, pero Su Alteza estaba con el General Superior y su sirviente cuando lo atacaron... L-los llevamos al Salón Principal...

—¿Qué tan heridos están? —se atrevió a indagar SeokJin, con una gran parte suya no queriendo escuchar la respuesta.

El sirviente hizo una mueca de dolor y se mordió los labios, pero la angustia fue más fuerte y en un sollozo aún más grande, dijo:

—¡H-hay un muerto, Su Majestad! P-por favor, vayan al Salón Principal...

Pero no hizo falta que siguiera hablando, que el rey y su consorte ya estaban corriendo fuera de la habitación.

Mi Señor [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora