Capítulo XI

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Lo único que cayó en él fue una lágrima, que murió lentamente en su mejilla antes que pudiese limpiarla.

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Los pensamientos del príncipe eran indescifrables en la mañana siguiente. Desde que había despertado, miraba de soslayo a Jimin sin decir una palabra. Y éste creyó que algo había hecho mal, porque YoonGi no le permitió que lo vistiera ni que le preparara el té como todos los días. Tampoco le dejó tender la cama ni abrir las ventanas. Se había limitado a llamar a otro sirviente para que se ocupara de esos asuntos, mientras Jimin sólo observaba sin saber qué hacer.

Él no estaba seguro si era mejor el mal trato que había recibido anteriormente por parte del príncipe o aquella indiferencia que le hería en toda su autoestima.

—¿Por qué te ves un poco alterado? —indagó el general HoSeok al llegar un momento después, viendo a su amigo pasarse la mano por sus cabellos.

—No lo estoy —respondió el príncipe, cortante.

—¿Se lo dijiste a tu cara?

—HoSeok —gruñó YoonGi, con ojos amenazadores.

—Es que pareciera que hace años no te tiras a nadie —dijo el general, con ligereza.

—¿Y qué me sugieres, entonces? ¿Qué arme un harén?

—No sería mala idea. Si bien no entiendo cómo Su Majestad no te ha querido casar todavía, aún así podrías aprovechar la soltería para explorar libremente. Tal vez eso te haga desenojarte un poco.

—¿Y parecerme a ti? Qué asco —escupió el príncipe, frunciendo el ceño.

—Todo el asco que quieras, pero sé que envidias mi felicidad —sonrió HoSeok, tan brillante como el mismo sol—. Créeme, que es una buena manera de eliminar todo el estrés. Hasta verás que le hace bien a tu piel... Tal vez no un harén, pero podrías elegir a una sirviente para encuentros casuales. No hace falta que vengas de casi morir en una guerra para hacerlo, para eso eres un príncipe, tus deseos deberían ser órdenes, ¿o no?

Jimin se encogió en su pequeño rincón, no queriendo escuchar ya esa charla.

—Hazme un favor y vete a la m-...

—Pero qué agresivo —rió HoSeok, cortando su insulto—. Ya capté. Eres tú quien se lo pierde, después de todo.

—¿A qué viniste?

—La princesa Soung-He me mandó a llamar —respondió su amigo.

—¿Mi hermana? En todo caso, ¿por qué estás conmigo en vez de estar con ella?

—La princesa me dijo que estaba preocupada por ti —el general adoptó una expresión más seria—. Te había visto un poco raro y quería que te visitara por si podía ayudarte en algo.

El príncipe miró largamente a su amigo en silencio, sin atreverse a contestar. Se limitó a respirar hondo y dirigir su mirada a su sirviente por primera vez en la mañana. Éste se crispó en su lugar cuando sus ojos se encontraron.

—Déjanos solos —ordenó, con cara de pocos amigos.

Jimin se congeló por un momento, confundido. Porque el rostro que lo miraba estaba duro como una piedra, pero en sus ojos había una cierta calidez que casi quemaba. ¿Lo estaba echando o le estaba rogando?

—Oye, chico. ¿Puedes irte? —dijo el general HoSeok, viendo que Jimin no reaccionaba.

El pobre sirviente no supo a dónde ir cuando abandonó la habitación del príncipe. Caminó sin rumbo por unos minutos y luego se sentó en el patio, sobre unas piedras, preguntándose el porqué su señor estaba de tan mal humor y porqué ya ni siquiera le hablaba ni parecía desear su compañía.

Mi Señor [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora