Capítulo XVII

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—No voy a comerte —dijo YoonGi, escudriñando a la mujer amarrada que se sacudía sobre la piedra a la que le habían obligado a sentarse.

Ella había pedido hablar a solas con él, porque nada de lo que tenía para decir podía ser escuchado por alguien más.

—... Así que puedes ir escupiendo el para qué te envió el rey Sung —YoonGi clavó el filo de su espada en la tierra, muy cerca de los pies de la mujer, con el fin de asustarla tanto para hacerla confesar.

—N-no me mandó Su Majestad —susurró la desconocida, con la vista en la hoja de filo que había quedado peligrosamente entre sus piernas.

—¿Quién fue, entonces, el desalmado que envió a una mujer sin ningún tipo de protección a espiar un ejército enemigo?

—¡No soy una espía! ¡Lo juro! —exclamó ella, levantando los ojos en modo de súplica hacia el príncipe—. Mi señor, juro que no los he espiado.

—¿Quién te mandó? —Insistió YoonGi, cansado de tantas vueltas.

—La reina —dijo la mujer, pasando la mirada del príncipe al general que en la distancia la observaba también, sin poder oírla pero no por eso menos serio.

—¿Y por qué una mujer con tanto poder enviaría a otra más vulnerable y sin compañía a enfrentarnos? —indagó el príncipe, queriendo comprender la situación.

—Su Majestad Consorte no quiere enfrentarlos, n-necesita su ayuda —respondió la mujer, aún temblando.

—¿Debo de imaginarme que está en peligro, encerrada en una torre bajo la tutela de un dragón? —preguntó YoonGi, en son de sarcasmo, rodando los ojos.

—E-ella no. Pero sí su hijo, el Príncipe Heredero —contestó.

YoonGi apretó los labios, no esperando esa respuesta.

—¿Qué quieres decir?

—Lo mata usted... o lo hará s-su propio padre. Y Su Majestad Consorte sabe que, entre todas las posibilidades, e-es menos cruel que lo haga usted. Hay una carta suya cosida a la capucha, léala por favor —respondió la mujer y selló los labios para no hablar más.


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«Hay un muerto, Su Majestad».

Kim SeokJin había visto la crueldad de cerca muchas veces. En sus muchos años en el Palacio de Daegu, se había enfrentado cara a cara con verdugos, bandas, traidores, comidas envenenadas, cuchillos afilados, torturas y, especialmente, con una reina manipuladora sedienta de su sangre.

Él jamás había respondido con egoísmo. Si debía morir, lo haría con total entrega. Pero lucharía por vivir porque su padre se lo había pedido. Luego, con el tiempo, el rey NamJoon comenzó a ser una razón más para permanecer vivo. No obstante, nunca vivió por su propia voluntad, porque lo último que tenía en sus venas era egoísmo.

Por tal motivo, le había dolido tremendamente cada persona que se había sacrificado con el fin de que él viviera.

A medida que corría hacia el Salón Principal, en una profunda desesperación por querer y al mismo tiempo no querer llegar y encontrarse con una verdad que temía, SeokJin vislumbró en sus recuerdos los rostros de todos los que habían sufrido por su culpa hasta entonces...

Su amigo, el eunuco... su amigo, el médico... sus posteriores sirvientes... No. Jamás había sido egoísta. Y por eso lloró cada sufrimiento en su momento, como si hubiese sido suyo.

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⏰ Última actualización: Aug 04 ⏰

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