Capítulo VIII

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No sabía con qué profundidad. Pero, aunque su mente y su corazón eran un lío, tenía una certeza: estaba aterrado.

*•*•*•*•*•*•*

—¿Señor Jimin?

Una voz profunda, que ni la preocupación lograba agudizar aunque sea un poco, lo trajo de vuelta.

—¿Se encuentra bien?

Era un susurro. Pero consiguió que el curso de sus pensamientos se terminara allí y su conciencia regresara donde se encontraba su cuerpo: en el Patio del Arpa. En donde TaeHyung tenía aferrada una mano en su hombro y lo miraba de cerca, con detenimiento.

JungKook había dejado de tocar, y la princesa tenía toda la intención de acabar la velada apenas se terminase el bocadillo que llevaba en mano.

—Sí, TaeHyung. Sólo estaba divagando...

—¿Qué es eso?

Jimin sonrió ante la ignorancia del sirviente.

—Estaba soñando despierto —dijo, con un suspiro de por medio.

—Ah, así que se llama divagar...

—Sí, algo que haces todo el tiempo cuando miras a JungKook. Oh, no. Espera. Tal vez eso se llame embobamiento —las mejillas del sirviente brillaron repentinamente y desvió la vista—. ¿Quieres hablar de eso? Es decir, es obvio que estás encaprichado con él.

—No estoy encaprichado.

Jimin lo miró arqueando una ceja.

—Bueno, tal vez un poquito —admitió TaeHyung, encogiéndose en su asiento—. Me gusta.

—Lo sé, lo puedo ver.

—Quisiera gustarle también. Pero JungKook... él... no lo sé, creo que no deja de odiarme.

—Mmm, no sé si te odia. Pero sí he notado que huye de ti. ¿Le has hecho algo malo? ¿Hace cuanto que se conocen? ¿Siempre fue así?

—Él llegó hace cuatro años al Palacio. Fue... amor a primera vista. Él parecía asustado, con las mejillitas todas rojas. Las manos le temblaban mientras intentaba esconderlas. Se parecía a un lindo conejito. Yo era sirviente de la reina en ese momento. Y JungKook creía que lo iban a convertir en un concubino de la princesa o alguna otra cosa espantosa como esa.

—¿Existen concubinos en el Palacio?

—Claro que no. Pero él había escuchado rumores tontos antes que los guardias fueran a buscarlo. Entonces le rogué en privado a la reina que tuviese piedad...

—¡A la reina! ¿Estás loco? ¿En tu posición?

—¿Qué podía hacer, señor? JungKook no paraba de temblar como una hoja. Quería asegurarle que el trabajo que le iba a ser encomendado no era algo indigno o peligroso.

—¿Entonces?

—Bueno, la reina no era muy amable como lo es la princesa. Se enojó, obviamente. El príncipe YoonGi tuvo que intervenir, puesto que la reina tenía la intención de mandar a JungKook y a mí a los perros.

—¿Por qué?

—Bueno —la voz de TaeHyung disminuyó un poco—, la reina creyó que algo sucedía entre JungKook y yo. Y para ella era algo asqueroso. Me gritó tan fuerte que los sirvientes que resguardaban las puertas de los aposentos la oyeron. Los rumores circularon. Y aunque el príncipe YoonGi intentó silenciar todo para no agrandar el problema... ya todos los sirvientes nos miraban cuando pasaban a nuestro lado, murmuraban, y cuando no había ninguna presencia real, nos decían cosas desagradables —el sirviente se mordió el labio inferior, afectado—. Me he asegurado de llevar la peor parte. Por lo menos, a él nadie ha intentado golpearle.

—TaeHyung...

—Entiendo que me odie. Realmente en estos cuatro años no he hecho otra cosa que disculparme. Pero JungKook siempre rechaza mis disculpas.

—No es en verdad tu culpa. Sólo intentabas interceder por él y darle un buen lugar en el Palacio. Fuiste incauto e irrespetuoso, pero por un buen motivo. Sí, si fuese JungKook también me hubiese molestado. Sin embargo, creo que ha pasado ya un buen tiempo como para que siga así de enojado.

TaeHyung asintió, no muy convencido.

—Sólo eres un tonto enamorado, ¿quién podría enojarse contigo por demasiado tiempo? Te veo y únicamente puedo sentir lástima por ti. Estoy seguro que si él te escuchase seriamente una vez, te perdonaría.

—Señor Jimin, gracias por querer hacerme sentir mejor, aunque usted también esté en una mala situación.

—Lo sé. Un príncipe hecho sirviente. ¿Debería preocuparme por mí entonces? Aunque lo haga, no es algo que podría cambiar ni mejorar. Mi padre, el único que puede arreglar esto, es la misma persona que me vendió a este reino. No tengo salvación.

—¿Se debe a eso su ánimo?

Jimin apretó los labios.

—Mi ánimo... Tenía mucho miedo de venir aquí —sonrió, con tristeza—. Creía que me iban a matar o que me casarían con la princesa y que quedaría al margen, como un accesorio de un reino al que no pertenecía. Pero, nunca pasó por mi mente que sería sirviente.

—Mi señor no es tan malo, señor Jimin —dijo TaeHyung, con suavidad, palmeándole el hombro. El príncipe hecho sirviente se sorprendió, nunca nadie le había confortado—. Espero pueda darle una oportunidad en algún momento. Es muy amable y aunque no lo parezca, sabrá valorarlo y no ser injusto con usted.

—El príncipe me humilló, TaeHyung. Y he estado sirviéndole desde entonces —comentó Jimin, bajando la voz para que la princesa no lo escuchara—. Y ha sido cruel, injusto y autoritario. No probé de él ninguna amabilidad. Sin embargo...

—¿Sin embargo?

Jimin mordió su labio inferior antes de contestar:

—No ha venido a verme una vez. No me ha buscado. No me necesita. Para lo único que me quiere es para humillarme...

—Señor...

—Pero, ¿por qué me siento todo suyo?

TaeHyung pudo comprender con esa pregunta lo que le venía doliendo al príncipe desde hacía meses.

—Se enamoró de él —susurró, con pena en la voz.

—¿No es muy gracioso?

—Señor Jimin —dijo TaeHyung, tomando su mano y sorprendiendo una vez más a su compañero—, ¿cómo se puede aliviar su corazón?

—TaeHyung, el único que puede aliviar mi corazón es quien no gira a verme desde que llegó. Y aunque lo hiciese, ¿qué podría hacer? Me hizo su sirviente, y un sirviente no puede aspirar a más nada que a servir, ¿verdad?

—Pero, ¿y si él estuviese enamorado de usted? Dejaría de tenerlo como sirviente, le pediría al rey NamJoon casarse con usted y ya no tendría el corazón en pedazos.

—TaeHyung, ¿tú pasarías la noche conmigo aunque estés enamorado de JungKook?

—¿Ah? ¡Claro que no!

Jimin sonrió, con los ojos húmedos.

—Por supuesto que no. La gente enamorada no hace eso. El príncipe está ahora con una sirvienta sin recordar mi nombre. ¿De verdad puedo tener el lujo de pensar que me quiere y que va a casarse conmigo? Es un sueño bonito pero tonto.

TaeHyung quiso decir algo más, para poder confortar al pobre joven que se estrujaba en su lugar, pero Soung-He se erguió de su asiento y se encaminó a su alcoba, ambos sirvientes no pudieron cruzar más palabras entre ellos en el resto del día.

Mi Señor [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora