¿Por qué?

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Y ahí estabas, en ese rincón, en esa esquina lamentándote, sin querer levantarte después de un día difícil.

—¿Cómo te sientes? —dijo la voz.

—Basta —respondiste—. Déjame en paz, solo vete, no estoy de humor.

—¿Por qué? —cuestionó la voz.

—Porque siempre haces esa maldita pregunta y siempre respondo lo mismo: que te calles, que te largues, solo desaparece; pero nunca desapareces.

—Y siempre vuelvo, pero, ¿sabes por qué vuelvo?

—Basta... —interrumpiste.

—Lo necesitas saber... —interrumpió la voz.

—Solo vete. No me interesa saberlo ni responder tus preguntas. No quiero seguir con tu juego, sé por dónde vas.

—Porque vuelves a caer y cada vez que caes aquí estaré. Trato de ayudarte.

—¡No lo haces! —le gritaste a la sombra—. Solo me haces sentir peor. ¡¿Por qué no puedes desaparecer?!

—Soy necesario para que valores lo que sigue después, para que puedas levantarte a pesar del mal momento para que al final, ese recuerdo que te trajo dolor, la próxima vez que lo recuerdes no pueda lastimarte como la primera vez.

—¿Y por qué no puedes desaparecer el recuerdo o hacer algo para que sea feliz? —le preguntaste a la voz.

—Porque hasta del dolor y las complicaciones aprendemos una lección, de la tristeza aprendemos a seguir adelante y de la pérdida valoramos lo que tenemos.

—¡BASTA! —gritaste con todas tus fuerzas—. Solo basta... Esta vez no.

—¿Qué ha sido esta vez? ¿El trabajo? ¿La escuela? ¿La familia? ¿Tu pareja?

—¿Por qué? —preguntaste interrumpiendo la voz.

—¿Cómo?

—Todas las promesas que la gente me hizo, todos mis proyectos y sueños han fracasado, toda la gente me ha tratado mal; los insultos, las burlas, los golpes y caídas. Dime, ¿por qué tengo que levantarme? ¿Por qué quieres que siga adelante? ¿Por qué no puedo rendirme?

Las lágrimas empiezan a deslizarse por tus mejillas. Toda la negatividad de los recuerdos invadieron tu cabeza. Cada golpe, cada caída, cada pelea, cada grito, entrando en tu cabeza, recordándote tu dolor.

—¿Preguntas por qué? ¿De verdad quieres saber la respuesta?

—¿Eh?

—¿Por qué tienes que levantarte? ¿Por qué tienes que seguir adelante? La respuesta es muy sencilla: porque si no lo haces tú, nadie lo hará por ti. Llorar no es malo, todos lloramos, lo sabes, ¿verdad?

—Sí...

—Sé que me odias, sé que no quieres estar conmigo como la tristeza y siendo parte de ti. Sé que quieres vivir con la felicidad, una eterna, pero a veces es necesario tristeza para que valores la felicidad.

—«A veces es necesario una tormenta para un día soleado»—respondiste quitándote las lágrimas.

—Veo que lo estás entendiendo.

—Si me quedo en la lluvia solo empeoraría las cosas y nunca tendré un día soleado...

—Si no te levantas, nunca sabrás las cosas que te perdiste...

Por fin te levantaste de esa esquina, y aún con las lágrimas en tus ojos seguiste caminando.

—Entonces, ¿vas a seguir adelante? ¿Cómo te sientes?

—Mejor, no feliz, pero creo que puedo seguir adelante. Un día más supongo... Entonces, ¿volverás a aparecer?

—Sí. Cuando te vuelvas a sentir así, yo estaré ahí para que valores toda la situación.

—Hasta pronto —dijiste despidiéndote de la tristeza.

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