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32.Si
Mis ojos le siguieron hasta que dobla la esquina. No se voltea de nuevo y, el calor de mis labios desaparece rápidamente.  'Maldito' pienso. Atravieso el portal y subo las escaleras. Entro en la casa en silencio y veo a mi primo tumbado en el sofá.

-¿Y la tía?- pregunto

-Se ha ido a comprar.- responde. -Dice que lo prepares todo para mañana.- me informa. -Yo ya he hecho la reserva en el restaurante ese, por cierto.- me lanza unas llaves. -Manos mantequilla.- dice porque se me cae al suelo. Me agacho por ellas y subo al cuarto. Cogo el teléfono y lo pongo a cargar. Me ducho y me pongo la camiseta del color de mis ojos y me tumbo en la cama. Suspiro y alcanzo el móvil para poner la música.  Miro hacia el techo y tomo aire. Cada día me encuentro más cansada. Y comer no me ayuda demasiado. Me levanto y me pongo unos pantalones cortos negros. De mi bolso cojo un cigarro lo prendo y abro la ventana. Una pequeña lágrima resvala mi mejilla. Una lágrima cansada al igual que mi mente. Tanta confusión altera a mi sistema. No brotan más errores de mis ojos. Y doy otra calada el cigarro.

-¿Estás bien?- pregunta una voz. Rápidamente me levanto. Y observo a mi primo colgado de la puerta. No me volteo y sigo observando tras la ventana. Su mano se apoya en mi hombro y besa mi cabeza. -Bárbara, ¿a dónde has ido?- pregunta

-De paseo.- respondo seca. Y doy otra calada.

-Te estoy hablando, ¡mírame a los ojos!- me exige y me coge de los hombros. Le echo el humo en la cara y miro al suelo mientras tose. -¿Qué coño te pasa?- pregunta cabreado y noto su penetrante mirada posada en mi.

-Nada, estoy bien.- él suelta mi brazo con despecho y la sangre vuelve a circular por este. Sus pasos pesados se dirigen a la puerta. Y la cierra con un portazo.

-¿Te crees que somos todos tontos? ¿Qué estamos ciegos? ¿Te crees que tus padres no se dan cuenta?- pregunta casi gritándome. Mi mirada se mueve hasta sus calcetines blancos. -¿Crees qué no vemos lo qué te pasa?- pregunta y mi cigarro se acaba lo dejo en un vaso que dejé la noche anterior. -¡Bárbara te estoy hablando!-grita -¿Crees que no vimos todos esos tíos con los que salías? ¿Qué no vimos lo que te pasaba en el instituto? ¿Qué no vemos tus cicatrices en tus muslos provocados por la navaja que escondiste en el baño cuando fui a visitarte? ¿Crees que no veo tu figura? PUEDO CONTAR TUS COSTILLAS BÁRBARA.- grita. -¿Qué coño te ha pasado?- pregunta derrumbándose.

Yo no quería que esto pasase, tenía que sufrir yo, no él. No mi familia.

-Ale.- digo y él sigue agachado, derrumbado. -Lo siento. ¿Quieres qué te lo cuente?- pregunto y su mirada rota se dirige a la mía. Esta vez no aparto la mirada y mantengo el contacto visual. Mi mano tiembla. Me acerco a él y le tiro de la  mano para que se ponga en pie. Nos sentamos en la cama y cojo aire.

-En la ESO, empecé a fumar, y, me fui distanciando de mis amigas, poco a poco, las clasifiqué como compañeras. En mi clase había mucho gilipollas. Era difícil avanzar. Mi risa era la más destacada y yo no me callaba nunca.  Todo el día hablando. Porque en casa pasaba mucho tiempo callada. Pero, en el instituto, la gente me veía diferente. Me veía feliz. Y yo no quería romper eso, todos, varias veces me habían visto llorar. Y eso llego a un punto en que me tenían pena y yo a ellos repulsión. Poco a poco fui silenciándome y marginándome. Para centrarme más en mi. Los trabajos me salían mejor, y las notas, poco a poco trabajan. También salía los Sábados por la noche y volvía muy tarde, salía con los chicos de fuera. No los conocistes. No quería.- digo

-¿Por qué tu peso?- pregunta

-Comía como un cerdo, me daba asco a mi misma, mis muslos eran horribles, mis brazos igual, mi barriga empezaba a asustarme y, ya que no era, soy guapa de cara tenía que hacer algo.

-No voy a preguntar por los cortos, pero, necesitas ayuda. No te queremos ingresar en un clínica, pero, necesitas ayuda.

-Estoy yendo al psicólogo.- él sonríe. -Lo sabe todo.

-¿Todo?- pregunta sorprendido. -¿También lo de, ya sabes, la fiesta?- pregunta

-Se me habrá olvidado comentarlo, habré ido a cinco o seis sesiones, pero, voy a coger de la hucha y pagar algunas más. No me está ayudando mucho, pero, me escucha. Además, es el novio de Laura, mi jefa .- digo

-Eres muy fuerte.- me da un apretón en el hombro.

-¿Me das, un abrazo?- él sonríe y me abraza. -No hace falta que se lo digas a tu madre.- digo insegura

-No lo iba a hacer.-responde seco. -Bárbara ¿con cuántos chicos... saliste?- pregunta tumbándose

-No saliamos, eran lios simplemente, fueron bastantes, demasiados. Pero, era sólo sexo, a veces ni eso. Por eso me mudé, hay muchos errores en esta ciudad.-suspiro. Su mirada sigue mirándome.

-No tengo que decir nada más.-se levanta. -Siento, haberte hecho pasar ese mal trago y siento lo del brazo.- observo entre mi codo y hombro, donde con furia el me había agarrado. Ahora está enrojecido. Yo niego y murmuro 'no pasa nada' él coge mis mejillas y besa mi frente con dulzura. -Me enfada mucho que estés tan rota.- dice apenado

-No sabes cuan rota está esta muñeca.- digo suspirando. Él se encoge de hombros -¿Qué tal Ana?- pregunto

-Bien, me echa de menos. Y, está deseosa para que vaya a la boda.- sonríe. 'Al menos hago algo bien' pienso. -Está guay eso de que te echen de menos.- suspira alegre.

-Si.- le acompaño en la paz interior.

-¿Preparada para mañana?

-Si.

OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora