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33. Independizarse

Me desperté por los quejidos de mi primo. Mis oídos se destaponaron y mis ojos se fueron abriendo más pestañeo tras pestañeo. Giré y me estiré.

-Ay.-se quejó mi primo de dolor. -Buenos días para ti también joder.- dice desperezándose.

-Lo siento. Buenos días a ti también.  ¿Tenemos que levantarnos ya?- pregunté molesta por la jodida luz del Sol. Él dijo que sí. -No joder, tengo mucho sueño.- rodé en el colchón y puse la almohada en mi cabeza. 

-Te recuerdo que, hay que preparar la fiesta sorpresa de tus padres.- dijo levantándose de la cama.

-Joder.- me fui al extremo de la cama donde mi primo había dormido. -Estoy muy cansada.

-Todos estamos cansados, pero, hay que meter las cosas en el coche.- se levantó, cogió la ropa y se metió en el baño. Yo di unas vueltas más y me levanté de la cama. Saqué de debajo de la cama la maleta y de esta saqué un vestido negro más corto que el palabra de honor. También saqué unos... como decirlo sin poner cara de asco. Tacones. Odio mis pies. Estos me los regalo mi tía hace dos navidades. Y tienen el pie descubierto y un zapato de vértigo, soy lo suficientemente alta para no usar estos zapatos odiosos. Esperé a que mi primo saliese sentada en la cama con el libro Matar a un Ruiseñor. Como tardaba este chiquillo. Estuve leyendo y buscando las leyendas que contaban Scout y Jem sobre Bob Radley. Me fascinaba la imaginación de los niños. También se pasaban todo el verano fuera, en cambio, yo aquí resguardándome del Sol de la mañana con un libro. Si mi móvil no se estaría cargando supongo que estaría con este. Mi primo salió vestido y una tenue nube de vapor le acompañaba. Aún estaba un poco mojado. Llevaba una camisa añil que le quedaba muy bien y unos vaqueros ajustados con un cinturón negro de cuero. Aún no se había peinado. Yo cogí la ropa y la toalla y me metí en el baño.

El suelo estaba resbaladizo y el espejo empañado. ¿Sabes qué? Mejor.-  pensé. Me desvestí y me metí en la ducha. Intenté limpiarme lo mejor posible y dejar mi pelo con la forma que a mi padre José le fascinaba. Salí y me maquillé con la raya de ojos, el rímel y cacao. Me planteé si salir o no. Me apoyé en la puerta y me senté en el suelo.

No quiero no comer frente a ellos. No quiero no mirarles a los ojos. No quiero ser borde con ellos. No quiero mentir frente a ellos. No quiero ser incapaz de mirarles. No quiero odiarme frente a ellos. No creo querer ir.

Golpearon la puerta.

-Sí, un segundo.- se escuchó. -BARBIE, ¿ESTÁS AHÍ? TE LLAMAN.- dijo mi primo. Abrí la puerta y saqué la mano, él dejó mi móvil y se marchó.

-¿Si?- pregunté. Era Jose. -¿Qué quieres?- me dijo que saber cómo estaba y si quería que me comprase algo para cuando volviese, le dije que no.  También me dijo que Alberto ya lo había superado del todo la ruptura. Y que los gemelos me añoraban. Quería que siguiese hablando para ralentizar la llegada a casa de mis padres, ¿Y tú qué tal?- le pregunté. Me dijo que me echaba de menos, y, que se había quemado en la playa. Me dijo, que cuando volviese quería que pasásemos él, Alberto  y yo un día en la playa. Hacía bastante que no iba a la playa. Pero le dije que tenía que ver mi horario en el trabajo, y, seguramente su madre también quería irse de fiesta así que tendría que ejercer de canguro. Catorce minutos después la llamada finalizó. Me levanté del suelo. Quité el vaho del espejo. Prometí a mi reflejo no llorar. Comería algo. No mucho, y, bueno después. Ya veré que hago.

Salí del baño. Y el frío suelo de la habitación me heló la sangre. Corrí a la cama y cogí los tacones negros gigantescos. Me los puse y me levanté. Me sentía alta. Bajé con un bolso que únicamente contenía mi móvil y un regalo para mis padres. Ah, y un mechero y una caja de cigarrillos. Miré a ver si estaba mi tía, pero, únicamente estaba mi primo. Carraspeé.

-Mi madre ya se ha ido, apaga luces por favor. He.- se calló y me miró. -Cada vez que te veo así quiero pegarte una hostia por haber ido con pantalones a la jodida graduación.- se pausó y cogió mi brazo. -Estás preciosa.- besó mi frente. -Porque tengo novia y eres mi prima. Sino estaría enamorado.- dijo y reí. -¿Llevas el regalo?- asentí.  -Genial, José debe haber ido ya a recoger a Carló para la visita turística y el restaurante. Creen que ese es su regalo.- yo le miré. ¿Visita turística?- ¿Qué?

-Nadie me había comentado lo de la visita esa.- le dije. Me explicó que a mi tía le habían regalado dos entradas para el Castillo de Santa Ana. Total que así teníamos más tiempo para prepararlo todo.

Llegamos a la casa y Marcos, su mujer y mi tía. Luego vendrían algunos, creo que ocho o así amigos de mis padres. No quise que viniesen más para que fuese más privado.

La mujer de Marcos estaba en la cocina. Marcos ponía la mesa y mi tía colgaba horteradas en la puerta. Mi primo se puso a ayudar con la casa y  yo me quedé en la puerta mientras purpurina, papel pinocho y otros me caían encima. Mi casa no estaba igual. Los cuadros del salón no están. Hay un cuadro abstracto donde antes estaba mi foto de la graduación. Fui a la habitación, que, años atrás fue mía.

Al ver la sala se me encogió el alma. Y sentimientos se acumularon en las esquinas de mis ojos. La cama ya no estaba, había un colchón hinchable en una caja. Una caja donde guardé de pequeña, ropa que me gustaba  mucho pero se quedaba pequeña, diarios, velas de cumpleaños, algunas fotos. Y, mis puntas de ballet ya no estaban colgadas en la ventana. No estaban. La habitación ya no tenía paredes oscuras eran blancas. Lo único que quedaba mío. Era una estantería con álbumes de fotos, la caja y algunos libros que ya había olvidado.

Mis padres habían pasado página.

Mis padres se habían independizado.

OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora