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34. Seis meses son mucho tiempo.

No quise estar más tiempo en el cuarto. Así que fui al de mis padres. Estaba casi igual exceptuando el cuadro encima de la cama y las sábanas de esta. Seguía siendo muy acogedor. Y me alegré al ver un cuadro mío de pequeña. Que, por mucho que yo reprochase colocaron en la pared. La verdad, me encantaba esa foto. Era yo jugando en la antigua casa con un perro azul de peluche. Los ojos me brillaban y la sonrisa era imperfecta, porque no me habían puesto el aparato. Pero, era una sonrisa verdadera. Quién iba a pensar lo que a esa dulce niña se le venía encima.

Salí del dormitorio y volví al salón decidí ayudar a la mujer de Marcos en la cocina, ella cocinaba. Yo limpiaba y ponía alimentos en sus platos. Puse unas cervezas en el congelador. ¿Sería buena idea tomar cerveza con ellos? Creo que nunca me han visto tomar alcohol, excepto el champagne de nochevieja. A lo mejor les afecta eso de no haber tomado la primera cerveza con su hija o alguna mierda de esas americanas. Yo que sé. De todos modos creo  que bebería agua. O tinto de verano. Oh mierda, ¿por qué mi tía compró tanta cosa rica?

Cuando terminamos. Dejamos todo en la cocina. Excepto cubiertos, platos y vasos limpios y vacíos que estaban en la mesa para luego no tener que sacarlo todo. Yo me escondí en la cama de mis padres. Bueno, no  me escondí me quedé ahí sentada. Esperando. Porque mis padres nunca iban al salón primero siempre iban a la habitación, a no ser que, claro, también hayan cambiado eso. Quedé sentada mientras miraba y mecía mis piernas. Se veían raras en tacones. Minutos después se escucharon voces de hombres. Las pulsaciones empezaron a subir y mi nerviosismo también. Los pasos se acercaban, mi respiración se hacía pesada. Era como si todo fuese a cámara lenta. Las sombras aparecieron en la puerta y yo cogí mi otra mano mientras mi mirada no se apartaba de la puerta. El picaporte bajó y la puerta se empujó. Se escucharon unos pasos más junto con sus voces y se formó un silencio sepulcral.

La sangre había subido a mis mejillas, mis ojos seguían en el suelo. Pero, notaba perfectamente la verde mirada de mi padre y la marrón de mi padre. Escuchaba mis latidos con perfecta claridad y de repente se escuchó un leve golpe contra el suelo. Mi padre José estaba con una pierna en el suelo mientras me observaba corrió a mis hombros y me abrazó.  Mi padre Carlo empezó a murmurar en italiano.

-Carlo cállate y ven a abrazar a tu hija.- gritó mi padre. Carlo me abrazó y besó mi frente.

-Sei una principessa cazzo- 'Tú eres una maldita princesa' me dijo. -Hemos hecho tantos cambios que seguro estás fatale. No queríamos remplazarte princepessa. No lo veas así.

-Tú tía. Tu primo y tú habéis planeado esto, ¿no?- preguntó mi padre. Yo me encogí de hombros. -Y seguro que Marcos ha participado-. Yo asentí

-Sono maledetti.- 'son unos malditos'  murmuró mi padre. -¿Dónde están?- yo me encogí de hombros. -¿NO vas a hablar?- preguntó

-¿Estás afónica?- preguntó mi padre.

-Feliz aniversario.- y una lágrima resbaló. La aparté rápidamente. Tenía miedo de hablar, ¿y si mi voz había cambiado por el tabaco y el alcohol? Me levanté mientras ellos me preguntaban cosas, me siguieron preguntando hasta que llegamos al salón y la gente salió gritando '¡Sorpresa!' mis padres abrazaron a todos y fuimos a la cocina a sacar la comida y la bebida. Nos sentamos en la mesa.

Estuvimos platicando por horas, ya sólo quedábamos mi tía, mi primo, y yo junto a mis padres. Mi primo y yo nos miramos cómplices, señale con los ojos mi bolso donde se encontraba el último regalo. Mi primo asintió, me levanté y las miradas y el silencio fueron dirigidos a mí. Agarré el regalo, era tan fino que creía romper el envoltorio se lo tendí a mi padre José que era el más cercano. Me senté en la mesa y miramos a mis padres. José había recibido un disco con todas las temporadas de Fraiser, su serie favorita. Y Carlo y a mi padre un accesorio cuyo nombre no tengo ni idea para su fantástica cámara cuya existencia desconocía. Cuando abrieron el regalo sus ojos se abrieron al igual que sus sonrisas.

Los ojos de Carlo se cristalizaron. ¿Sabéis qué era?

Un viaje a Nápoles. 4 días en Nápoles.

Nos abrazaron. Y mi tía media hora después se tuvo que ir.

Eso dejo un ambiente muy tenso, no sé porque. Pero mis padres y mi primo se miraban demasiado. Minutos después mi padre habló:

-Estás más delgada que hace seis meses.- dijo observándome. 'Ya entiendo por dónde va esto'- pensé. -¿Qué tal tus trabajos?- pregunta. Le conté como iban las cosas. Carlo preguntó por mi apartamento, le dije que, por el momento iba bien, pero, no había estado demasiado tiempo. Poco a poco, pregunta intercalada tras conversación estúpida me fueron sacando información de mi salud. Hasta que me contaron que el doctor les había llamado. Miré a mi primo horrorizada. Y hablaron de una clínica. Mis ojos se cristalizaron.

-¿C-c-cómo podéis decirme eso?- tartamudeé. -¿Cómo podéis siquiera mencionarlo?- ellos me miraron con terror. -¡No pienso ir a un cebadero!- casi grité.

-Bárbara, tranquila, sólo quiero, queremos.- se corrigió mi padre Jose. -Que alguien te ayude.

-Papá, sé que estoy mal. Sé que lo que hago no es correcto, pero, ¿no me queréis ver feliz?- sonreí con las lágrimas acumuladas- Así lo soy. No necesito ayuda, ni compasión.- mi comentario formó un gran silencio.

-Está yendo al psicólogo.- murmuró Alejandro. Le miré mientras rezaba porque mis padres no hubiesen escuchado ese comentario. '¡¿Cómo?!' preguntaron ambos. Mis rezos, una vez más habían sido en vano. Mi primo lo repitió. Mis padres me miraron y preguntaron si era cierto, yo asentí. Mi primo explicó lo que yo le expliqué la noche anterior. Me jodió mucho que mi padre Carlo sonriese. Me retiré para ir al baño, con un cigarro y un mechero que había metido en la cinta de los tacones. Una vez más, como casi toda mi adolescencia. Saqué el cigarro escondido y lo encendí. Mientras sentada en la tapa del retrete me miraba en el espejo y me reía de la gorda del espejo.

OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora