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Días en el cebadero.

Lidia me despertó, me miró muy seria.

-Es hora de desayunar. ¿Te has quedado a dormir aquí?- me dijo. Le miré esperando que fuese una broma y soltase una risa o algo. Pero no fue así, apartó la mirada y fue al baño a cambiarse. Al instante me levanté de la cama y me vestí con mi camiseta de Green day y unos vaqueros largos, ya que en todo el centro había aire acondicionado.   Cuando Lidia salió del baño, fui  a lavarme la cara y maquillarme. Lidia me esperaba sentada en la cama mirando al suelo.

-¿Cuánto llevas aquí?- le pregunté, ella levantó el rostro triste.

-Dos semanas, voy a terapia con mi hermano los Jueves. Mis padres vienen a las nueve, y mi centro es una ayuda.

-¿De verdad te crees eso? ¿Una ayuda?- reí mofándome.

-Cállate chica, vamos a desayunar, tus padres vendrán en veinte minutos.

Cuando fui a coger mi bolso. Llamaron a la puerta. Lidia dijo que estaba abierto. Un enfermo entró, saludó y me llamó. Con una pequeña linterna examinó por dentro de mi garganta. Me hizo extender las manos y empezó a tocar mis dedos primero los de la izquierda y luego los de la derecha, para ver si estaban pegajosos por el vómito. No era tan estúpida como para haberlo hecho, aún no había comido nada. Más chicas fueron llegando a esta habitación. Que, al parecer. No es una habitación para dormir. Tiene más bien la función de guarda mochila.

Lidia me llevó hasta el comedor, muchas chicas estaban ahí. Algunas recientemente habían llegado. Casi todas eran españolas, pero había alguna que otra asiática y marroquís. Cogí una bandeja y empecé a mirar los alimentos expuestos e iluminados con luces, tostadas, dulces, bollería, zumos, leche, yogures, natillas, fruta, verdura, cereales... Calorías, calorías, calorías, calorías.

Cogí un botellín de agua y una pequeña porción de sandía, menor de cien gramos, cien gramos son treinta calorías. Me senté en una mesa, sin esperar que nadie se sentase a mi lado. Muchas me miraron y me sentía fatal. Me puse los cascos y puse la música en modo aleatorio. Todo tiene su fin de Módulos empezó a sonar. -Muy acertado.- pensé.

Empecé a tomar los trozos de sandía sintiendo mi estómago raro y pensando en parar ahora mismo y largarme. Pero, no fue así. Bastante era ser 'la nueva' no quería montar un espectáculo.

Por cada trago de agua que tomaba de agua tomaba un trozo de sandía.

Cuando terminé, cogí mi mochila y fui a buscar algún trabajador. Me dijo que me quedase más tiempo, mis padres vendrían a explicarme las funciones del centro.

Llamé a Jose.

-¿Bárbara?- preguntó su voz ronca.

-Por favor, ven. Te lo ruego.- dije.

-Vale, espérate. En unos minutos llego. ¿Qué ocurre?

-No quiero estar aquí. Quiero que vengas.

-De acuerdo, voy para allá.

Subí al cuarto donde mochilas y bolsos se encontraban, cogí la mía y fui al baño a maquillarme para hacer tiempo. Cuando salí, fui a la puerta. Observé al personal, había una señora en la puerta. Me acerqué a ella.

-Perdona, en el baño de la segunda planta hay una chica en el suelo llorando, dice que no saldrá de ahí.- le dije. Su rostro se horrorizó. Me volvió a preguntar el lugar donde se encontraba y se fue corriendo. Salí del centro y esperé junto a un banco viendo los coches pasar. Hasta que uno pitó. Vi a Jose por la ventanilla y sonreí.

-¿Vamos?

-¿A dónde?

-Á nuestra casa por ejemplo.- le di un beso. Su rostro se mostró blanco. -Oh por Dios, te lo debo. Gracias por sacarme de ese cebadero.

-Ya, de nada.

Cuando llegamos a casa. Me senté en el sofá mientras Jose se duchaba, enseguida me dormí. Estaba muerta de sueño.

Cuando desperté. Jose estaba fumando en la terraza. Pestañeé fuertemente y me estire.

-¿Has cogido mis cigarros?- pregunté con voz soñolienta. Él seguía de espaldas. -Jose te estoy hablando.- no me escuchaba. -¡Jose!- ni se volteó.

-Estoy estresado.- fue lo único que dijo.

-Pero son.- me interrumpí. -Déjalo.- volví a acostarme en el sofá con fuerza y restregué mis manos con mis ojos. Me levanté y fui a mi cuarto. Caí en la cuenta de que todas mis pertenencias estaban en manos de mis padres. Fui al cuarto de Jose y me puse una camiseta suya.

Me acosté en su cama. Y me dormí.

Había dormido la noche anterior pero, no tenía la sensación de ello.

Estaba exhausta tanto que mi cerebro no tuvo fuerzas ni para crear sueños ni pesadillas.

Me levanté cuatro horas después.  Me notaba más relajada. Fui a la cocina a beber agua. Después fui al salón. Jose ya no estaba ahí. Pero había alguien en la casa.

-Que si joder, que está bien. No. Joder porque está durmiendo, si, todavía. Yo que sé. Deja a la chiquilla en paz ni que fuese tu.-se pausó. -Déjalo. Vale, iré a ver. ¿Cuándo vienes? Jose, no está.- esto último se escuchó lejos, desde la habitación de Jose supuse. -Tranquilo joder, espera.- Fue hasta la cocina de espaldas a mi, se dio la vuelta y gritaba mi nombre, pasó por el salón y me miró. -Joder que susto, si Jose está aquí. Que te den. Adiós.- colgó y lanzó el móvil al sofá. Puso las manos en su cara y suspiró cansado mientras murmuraba 'que pesado'.

Estuvimos conversando un poco, de ningún tema personal. Pero, me ayudaba hablar con alguien.

-¿Has dormido bien?

-Estoy muy cansada, siempre me encuentro muy cansada.

-A lo mejor es eso. ¿Duermes la siesta?- negué soñolienta. -Y trabajas en turnos de doce horas, eres canguro y el curso infernal ese.

-El curso. Hoy tenía que ir.- me escandalicé.

-No creo que por un día pase algo, mañana irás.-

-Más vale. Voy a hacer café, ¿quieres?.- Dije mientras me levantaba.

-Con espuma por favor-. se acomodó en el sofá y sacó su teléfono.

Empecé a los cafés mientras mi cabeza creaba y desenterraba ideas para acabar con todo esto. Pero el timbre me distrajo.

Abrí la puerta y miré a mis padres.

No dijeron nada.

La cafetera sonó.

Ellos entraron y yo cogí los cafés.

-No pienso volver a ese lugar.

-Nos vamos al hospital, ahora. Te tienen que hacer un análisis.

Y así fue, dejé el café a parte, me despedí de Alberto y empecé a llorar por dentro. Porque, ya había elegido un plan.


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⏰ Última actualización: Jun 29, 2015 ⏰

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