Capítulo 87: "Oscuridad que ilumina"

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Soy un monstruo, uno de los peores que ha podido nacer del odio y el rencor; toda mi vida he estado persiguiendo un deseo imposible: matar a mi hermano. Nací del coraje, las amarguras y la oscuridad que impregnaban el corazón de mis padres.

- Algún día, serás una diosa que acabe con la felicidad de tu madre. -

¿Yo? ¿Una diosa? No entendía nada de lo que mi padre decía, y aunque siempre fui la mejor en todo, simplemente no podía comprender sus palabras.
Nací y crecí con un niño que siempre fue peor que yo en cada cosa que hacía, pero que nunca se rendía y siempre mantenía una sonrisa, algo que me causaba mucho asco; ese niño nunca dejaba de recordarme que yo era su hermana y que me amaba como nadie más, que me protegería, y que sería quien me diera la vida que me merezco... JA.
Cuando solo era una niña, mi padre perdió la vida en una guerra entre dioses y demonios, dejándome sola con mi madre; muchos pensarán que era mucho mejor que estar sola, les digo que no fue así: maltratos que me dejaron cicatrices en todo mi cuerpo y alma, gritos que me hacían querer desaparecer, castigos que me hacían vomitar sangre o llorarla hasta no poder más, hubiera preferido mil veces más haber muerto junto con mi padre. Incluso en esas circunstancias, aquel niño nunca dejó de decirme lo linda que era, incluso cuando mi cara estaba llena de sangre, y por eso lo odio.
Los siglos pasaron y fuimos creciendo, siempre siendo solo él y yo, y la histérica de mi madrastra; el niño era su hijo, pero yo solo era un estorbo en su vida, por lo que decidí huir lo más lejos que pude cuando cumplí los 250 años. En mi camino de huida, me encontré al hijo de una diosa que siempre me trataba muy lindo cada que me veía: Gaia, la diosa de la naturaleza. Ella me dijo que no debía huir y que lo mejor era confrontar a mi madrastra, ¿Pero cómo confrontaría a Eris, la diosa del odio? Una pregunta sin respuesta, que claramente ni Gaia pudo responder.
Me refugié unos años en casa de Gaia, conviviendo con su único hijo, Zero; cuando nos conocimos, él era un bebé y yo ya tenía una apariencia más de adolescente, por lo que no me fue difícil convivir directamente con Zero. Los Arcángeles fueron enviados a buscarme a casa de la diosa Gaia. Que por si no están enterados, los Arcángeles eran como los policías del Reino Imperial, quiénes hacían respetar todas las normas de aquel infierno.
A pesar de que su misión era llevarme de vuelta con mi madrastra, Zadquiel y Gabriel, los dos Arcángeles más importantes, me dijeron que mejor huyera y que ellos me cubrirían de esa mujer loca, ya que ellos mismos habían presenciado el maltrato que sufría ahí; me dijeron que huyera a un conjunto de planetas llamado Quadra-Fortis, el cual estaba abandonado desde que Shoulao, el dios de la longevidad, hizo un destrozo al querer guiar a sus creaciones a la eternidad.
- Los dioses son solo burdas imágenes de bondad y prosperidad. -, fue lo primero que pensé al llegar a aquel planeta tan destruido y lleno de seres sin forma, los cuales eran destacables por su piel totalmente pálida como una nube errante en el cielo; a esas criaturas las nombré como Amalgamas, ya que en el idioma de los dioses, Amal era el dios de lo horrible, y la terminación -Gama era usada para referirse a un conjunto de cosas mal hechas, como Pactogama, el conjunto de pactos mal ejecutados, o más fácil, Parentogama, el conjunto de padres que no sirven para serlo. Esas porquerías no dejaban de seguirme a donde sea que yo iba, emitiendo chillidos tan molestos que provocaban dolores de cabeza a quien sea que los oyera; esos chillidos eran tan molestos que simplemente deseaba desaparecerlos, así que lo hice: maté a todas y cada una de las Amalgamas a pisotones, ya que ellas no podían hacerme daño por considerarme su madre, qué asco.
Pasaron los siglos, todos tan aburridos y molestos, pero no del todo solitarios; encontré varias civilizaciones pequeñas que empezaron a sobrevivir en Quadra-Fortis, pero ninguna me llamó más la atención que aquella con habitantes similares a los dioses, tanto en aspecto como en fuerza física, por lo que empecé a coexistir con ellos para levantar una nueva sociedad en la que yo pudiera prosperar como la nueva reina. Recolectamos recursos, hicimos elaboradas construcciones y ayudamos a otras especies, nos íbamos volviendo la civilización más fuerte y dominante de todo Quadra-Fortis... hasta que las Amalgamas regresaron.

Astronomathgic: Los OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora