29. Soledad

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Jungkook apagó el ordenador y se dejó caer en el respaldar de su asiento. Había esperado con ansias el final del día, porque sabía que solo entonces podía olvidarse del mundo por un momento y concentrarse solo en adorar a Kim Taehyung: una rutina que ambos tácitamente habían creado y que llevaban cumpliendo religiosamente por más de un mes. Aunque debía admitir que ese pequeño universo que había construido con la persona que consideraba el amor de su vida no era perfecto.

La codicia de obtener mucho más a cambio había comenzado a carcomerle el corazón y Taehyung, con la indiferencia clavada en su mirada, no hacía más que alimentar ese egoísta sentimiento que había nacido en su interior. Había aprendido mucho de él físicamente, pero ese había sido el límite. 

La vida de Kim Taehyung fuera de los hoteles que los acogían cada semana era una zona restringida para Jungkook. Un punto ciego. Sabía que era periodista, pero no más. Taehyung era un misterio, un misterio que lo había atrapado por años y del cual no quería escapar.

Condujo en silencio hasta el lugar que se había convertido en su refugio todo este tiempo y, antes de notarlo, se encontró a sí mismo ingresando a la recepción del hotel. Realizó el registro y, una vez en la habitación, como solía hacer cada vez que llegaba primero, se dirigió hacia el pequeño bar ubicado al lado de un gran ventanal con vista directa al ajetreo de Seúl: un recuerdo constante de que el infierno al que pertenecía seguía ahí afuera, esperando a que su ensueño acabase.

El sonido de la puerta desbloqueándose captó su atención y, al cabo de unos segundos, Taehyung, con la cabellera platinada bañada por la luz de la luna, ingresó. Lo observó dejar su abrigo y maletín sobre uno de los muebles de la habitación y acercase con premura hacia él. Pronto, sintió sus manos bajar por sus brazos hasta llegar a su abdomen. Se sentía embriagado por las sensaciones que esas caricias le causaban, pero la ambición por obtener más que solo una noche impersonal lo mantuvo a raya.

– ¿Podríamos hablar un poco antes? –musitó, alejándose un poco. El tacto del otro le quemaba y nublaba su mente.

– ¿No te apetece? –preguntó Taehyung.

Aquello tomó a Jungkook desprevenido. 

– Claro que me apetece, es solo que hoy me gustaría poder hablar contigo –aclaró.

– Quieres pasar el único día en el que nos podemos ver charlando –dijo Taehyung con ironía.

– ¿Podemos? –insistió Jungkook, sintiéndose un poco frustrado por la actitud del menor. 

Solo quería un poco de su tiempo. Deseaba poder hacer otra cosa más que únicamente acostarse con él, porque lo necesitaba para continuar convencido de que esto que tenían no era solo una especie de quimera, a la que recurrían para poder respirar el resto de la semana. Taehyung era más que solo eso. Taehyung merecía más que solo eso.

– ¿Te has acostado con ella? ¿Es por eso que hoy solo quieres charlar? –preguntó este último, dirigiéndose al bar del lugar para luego verter un poco de whisky en una copa.

Sus palabras le golpearon en el rostro. Taehyung merecía mucho más, ¿pero acaso él podía dárselo? ¿Por qué buscar algo más cuando él no podía dar nada a cambio?

– No digas tonterías –masculló, dejando escapar una advertencia encubierta detrás de su respuesta.

– ¿Tonterías? –Taehyung dejó de golpe la copa que tenía entre las manos y, sin darle la cara, giró un poco sobre sus pies para mirarlo a penas por el rabillo del ojo–. Solo he preguntado si te acuestas con ella o no.

Mentir era una opción, pero ese Taehyung que tenía a menos de un metro jamás se tragaría ese cuento. Sooyoung era su esposa. Había cosas que no podía evadir. No le disgustaba, pero tampoco era algo que le fascinara o le robara el aliento. Compartir su intimidad con ella era casi parte de una rutina, la rutina de un matrimonio que, a pesar de estar roto por dentro, debía lucir impecable a los ojos del resto, pero no más que eso. No podía conectar cuerpo y mente, y ello había empeorado desde que había comenzado a encontrarse con Taehyung de esta manera. Sin embargo, aunque esa fuese la situación, la respuesta a la pregunta de este último seguía siendo afirmativa.

– Dejémoslo por hoy –le escuchó decir.

Lo observó ponerse el abrigo y, antes de que pudiera tomar su maletín, lo detuvo sujetando su muñeca.

– No te vayas, por favor –pidió, afirmando su agarre.

Taehyung retiró su mano con delicadeza–. Estoy cansado.

Quiso detenerlo nuevamente, pero entonces descubrió que no estaba mintiendo, porque eso fue exactamente lo que encontró en sus ojos cuando por fin pudo ver su rostro por completo: cansancio. Escuchó la puerta cerrarse y, de repente, un desbordante sentimiento de soledad se instaló en su pecho, uno al que se había resignado hasta el día en el que nuevamente vio a Kim Taehyung.

Himitsu (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora