CAPITULO 38: Estoy arto

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Dos semanas luego. Tortuosas y bipolares, algo largas y confusas. Ucker estaba estresado, por decir lo menos, estaba harto, pero sentía que sus manos estaban literalmente atadas ¿qué podía hacer frente a la falta de comunicación de su novia? Estaba más confundido que nunca, pero no terminaría con ella. La amaba, la adoraba ¿cómo sería capaz de siquiera pensar en cortar su relación, que tanto trabajo le había costado formar? No, eso no estaba entre las opciones, pero la situación lo mantenía bajo presión, estresado y con el animo por los suelos.
-Chris, hermano, estoy hablándote. –la voz de Marcos lo sobresaltó.
-Lo siento Marcos, no estaba prestando atención–dijo Chris mientras jugaba con la pajilla de su batido de vainilla.
-Bro ¿estás bien? –le preguntó su amigo.
-Ya sabes Marcos, la situación de Dulce me tiene al límite. –dijo Ucker –estoy harto de su actitud, pero sé que algo sucede ¿entiendes? Me siento presionado, no sé que le pasa, sé que tengo que ayudarla, pero es como estar ciego y de manos atadas… -musitó el rizado mientras tomaba un sorbo de batido. –y tampoco terminaré con ella, ya sabes.
-No tengo idea que puede sucederle, la conoces más que yo. –dijo Marcos dando un suspiro.
-Es algo en su familia, estoy seguro. ¿Qué mas puede ser? –preguntó Chris Se rascó la cabeza, estaba desesperado.
-Tienes que averiguarlo sea como sea Bro. Es el único consejo útil que puedo darte. -Mhm… lo intentaré, o sea, seguiré en eso. ¿Va la fiesta de Poncho es esta noche? –pregunto Ucker.
-Claro, a las nueve. –dijo Marcos.
-Está bien, iré con Dulce, te veo allá.
La tarde se pasó volando. Dulce había aceptado ir con Chris, todo por escapar de su vida.Aunque ya sabía que la tortura podría terminar rápidamente, todo terminaría, para mejor y para peor. ¿Qué otra cosa podía hacer? Nada, solo podía escapar, huir como una maldita cobarde.
Toda su valentía había quedado hecha polvo, se había escapado tan fácilmente como su vida se escapaba ahora.
Se maquilló ante el espejo, tapando las marcas de algunos golpes que tenía en el rostro. Tuvo que maquillarse los rasguños de sus brazos, no quería preocupar a Chris, no quería que su sufrimiento fuese compartido con él. Esta era su última oportunidad de amarlo como se merecía, y no iba a desperdiciarla. Terminó de arreglarse, y miró por la ventana de su habitación. ¿Por qué tenía que ahora pasarle eso a ella? Se sentía tan mal, su dignidad no existía, tampoco existía lo que llamaba valentía, ni siquiera tenía la capacidad de refugiarse o pedir ayuda. Estaba asustada, no quería que nada le pasara a Ucker. Y como le habían dicho, ella era débil, y era egoísta. Así que ni siquiera se le pasó por la mente pedirle ayuda a Ucker. No quería angustiarlo más, aunque inconscientemente claro, ya lo estaba haciendo.Unas manos atraparon su cintura. Se sobresaltó y cerró los ojos, pero la grave voz de Chris la hizo relajarse. Suavemente le besó el cuello, ella sonrió con melancolía. Se volteó y se encontró con aquellos ojos azules que la hacían volar a las nubes y jamás bajar desde allí. Sus labios se toparon suavemente. Y ella lo único que atinó a hacer fue a lanzarse a sus brazos, sin querer dejarlo ir. Jamás.
-Te amo mi Chris–le dijo suavemente al oído.
Ucker sonrió al oír su melodiosa voz diciéndole esas palabras que tanto gustaba oír.
-Yo también te amo princesa –le dijo dándole un sonoro beso en la mejilla. -¿estás lista?
-Sí, tomaré mi bolso y vamos. –dijo ella besándole la mejilla también. En caminó hasta el umbral de la puerta, mientras ella sin que el se percatara, metió dos sobres en su bolso, y lo cerró. Se acercó a él. –vamos. Ucker  le tomó la mano y salieron de la casa. Manejó hasta el apartamento de Poncho, donde tendrían una fiesta para  celebrar la llegada de Fernando y Ximena con amigos cercanos. estaba ida, más que nunca. Pero no podía decirle que no a Ucker, al fin y al cabo, quizás sería la última vez que compartiera con él.
Cerró los ojos, la garganta le ardía. Tenía unas terribles ganas de llorar, de lanzarse sobre Ucker, decirle que la rescatara, la salvara. Pero no, el amor que sentía por él le impedía hacerlo, quizás el la odiara después de todo, quizás él no podría ayudarla, o simplemente lo haría pasar un mal rato. Además, estaba en peligro. Su integridad estaba en peligro si ella le pedía ayuda. Pero ya no había marcha atrás, estaba todo listo para escapar de la tortura en que su vida se había transformado.
-Llegamos princesa –le dijo él con una enorme sonrisa. Subieron al ascensor, al piso 4. Tocaron la puerta, y abrió un Poncho sonriente y alegre.
-¡Chicos! Solo faltaban ustedes –dijo haciéndolos pasar. Ucker la dejó entrar primero, y le rodeó la cintura con sus manos. Caminaron con cierta dificultad ante el abrazo, pero ambos sonreían. Claramente Dulce quería disfrutar esto, lo último que le quedaba.
-¡Rulotes! –la voz aguda de Fernando los hizo voltear. El se acercó con un trago en la mano, abrazó fuertemente a Ucker y besó la mejilla de Dulce  -¡tómense uno de estos! –indicó su vaso –están geniales no puedo creer q estén juntos me alegró  volverlos a ver.
Dulce sonrió y miró a su alrededor y vio caras conocidas, amigos y amigas de los chicos, sus novias y ellos. Había música, comida y alcohol.
No sabía si quería emborracharse y olvidar todo, o recordar la última noche que pasaría con Ucker. El la arrastró hasta la barra y pidió dos tragos, uno para cada uno. Suspiró y tomó, mientras Marcos y Marcela, conversaban animadamente con Ucker.
-Amiga, ¡Vamos! Tienes que disfrutar esto… solo tienes dieciocho, debes subir el ánimo –Marce tomó asiento a su lado, mientras la miraba con cariño.
-Lo sé, lo intentaré – dijo ella.
-No hagas que Ucker se decepcione de haberte confesado todo, conquístalo cada día, amalo, él te ama con su vida y lo menos que quiere es perderte. –Marce le dio una sonrisa –anda, ve a bailar con él. Ella sonrió y le susurró en el oído a Ucker que bailaran. Mas allá, habían muchos que ya estaban alegres bailando. Anahi y Poncho estaban disfrutando bastante la fiesta, mientras reían con amigos, bailaban y se besaban. Christian y Mayte también estaban besándose, al parecer ya se habian reconciliado nadie perdía el tiempo. Fernando y Ximena bailaban con una enorme sonrisa en el rostro. Por un momento, Dulce los envidió, esa felicidad y alegría que desprendían. Como deseaba retroceder el tiempo y volver a ser la misma de siempre, pero no, ahora ya no podía.
El ritmo de la música, el alcohol y la adrenalina de la noche que estaba en su mejor momento los dejaba llevarse, Christopher y Dulce, un poco borrachos, bailaban tan cerca como podían, se besaban de forma apasionada, como si no hubiese nadie más allí.
Sus bocas se movían de forma casi salvaje, como si no tuviesen suficiente del otro. Las manos de Ucker estaban en la parte baja de su espalda, apegándola a su cuerpo, sintiendo cada curva sobre él.
La noche pasaba, y estaban pasándola genial. Ucker estaba algo borracho, pero eraconsciente de todo. Eran pasadas las cinco de la madrugada, Poncho y Anahi se metieron a la habitación de Poncho, mientras los otros se repartían las habitaciones.
-Quiero ir a casa –susurró Dulce
-¿A mi casa? –preguntó Ucker. Ella asintió, rodeándolo con sus brazos –llamaré un taxi. Se despidieron, pero antes, Dulce se acercó a May
-Necesito que leas esto, mañana, no hoy.
Promételo –dijo. May la miró frunciendo el ceño. No tenía idea que planeaba, y eso le preocupaba, pero era su amiga, la confianza era algo esencial para ella.
-Lo haré. –prometió. Se abrazaron con fuerza, y ella se despidió de Christian . Subieron al taxi, dio las indicaciones y apoyó la cabeza en el pecho de Ucker .
-Te amo hermosa –dijo él en su oído. Su voz sonó casi como un ronroneo, sensual y grave. Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. La mano de Ucker estaba sobre su muslo, donde trazaba círculos irregulares. Buscó su boca, y rápidamente la encontró. Se besaron lentamente, para disfrutar cada centímetro de los labios del otro.
Apenas llegaron, entraron en silencio. Ucker estaba borracho, por lo que ella lo ayudó a subir. Se quitó la chaqueta, y ayudó a Chris a quitarse la ropa. Pero él no tenía plan alguno de dormir. Él rápidamente comenzó a tocarla, y buscó sus labios. Ella no se resistió, al fin y al cabo, tenía que disfrutar quizás su última noche juntos. Se besaron lentamente, pero a la vez con desesperación. Chris se puso sobre ella, sin hacerle peso. Ella lo atrajo más a él, rodeándole el cuello con sus brazos. Sus manos pasaron bajo la camisa del rizado, deslizando suavemente sus dedos por su piel, haciéndolo soltar un suspiro sobre sus labios. La boca del muchacho sabía fuertemente a alcohol, pero no le molestó a ella en lo absoluto. Sus labios estaban fríos, porque hacía un poco de frío. Pero ella siguió besándolo casi con violencia. Chris se quitó la camisa rápidamente, y ayudó a Dulce  a hacer lo mismo. Sus besos decendieron al cuello de la muchacha, ella tembló ante el contacto de sus labios fríos contra su piel, gimió suavemente, mientras el besaba su piel y sus manos recorrían su espalda, provocándole escalofríos en todo el cuerpo. Buscó el broche de su ropa interior, y sin mucho esfuerzo lo encontró. Dulce se movió, quedando ahora sobre él, y se terminó de quitar la prenda. Chris sintió el calor correr por su cuerpo cuando ella se sentó sobre él, y dejó caer su cabello sobre su pecho desnudo. Fue la imagen más sensual que había visto en su vida. Ella se inclinó nuevamente para besarlo, llevando sus manos al cinturón del pantalón de Chris. Jugó con él, mientras sus bocas seguían jugando, sin querer detenerse. Poco a poco le bajó el pantalón, mientras mordía su labio inferior, Chris cerró los ojos y se detuvo un segundo a disfrutar lo que ella le hacía sentir. La borrachera aún así le permitía sentir todo esto, y sabría que le permitiría recordarlo.

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