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El camino hasta la estación y la ridículamente emotiva despedida por parte de Ganyu dejó a Xiao con un ligero sentimiento de vacío, quizá porque jamás había tenido la oportunidad de ir solo a alguna parte, se podría decir que estar a la sombra de su padre y bajo los cuidados de su hermana menor era una zona de comfort a la que se había acoplado con los años, por lo que todo el recorrido hasta la pequeña isla italiana se convirtió en un tortuoso cúmulo de pensamientos negativos.

Un par de chicas lo recibieron en la estación, ambas altas, preciosas y de apariencia afable, que se escurrían entre la enorme cantidad de gente que dejaba el tren a aquella hora del día. 12:00 pm, una hora pico. A tientas se encontraron frente a Xiao, tras haber recibido un par de empujones, miradas desdeñosas e incluso comentarios de mal gusto.

— ¿Xiao? — preguntó una de ellas, de cabello castaño recogido en su hombro derecho, ojos verdes y expresión simpática. — Oh, Xiao, cuánto has crecido.

El joven asintió, cargando con su pesado equipaje en su mano izquierda, tragandose la maleducada pregunta de "¿quién demonios es usted?"

— Tu padre nos envió a recogerte. — continuó la otra, rubia, de ojos azules, cabello recogido en una impecable coleta de caballo y un marcado acento italiano. — De seguro no nos recuerdas, eras muy pequeño, entonces.

— Yo soy Lisa. — se presentó la castaña, sonriendo con amplitud y magnético encanto, mientras tomaba sutilmente una de las maletas que cargaba el de ojos ámbar.

— Jean, espero que nos llevemos bien en estos dos meses. — se presentó la rubia, sonriendo con confianza y simpatía.

El sol del mediodía brillaba con intensidad, el celeste firmamento apenas estaba cubierto de nubes y el remoto pueblo era precioso, con pintorescas casas y personas que por algún motivo siempre parecían felices. Los océanos eran azules, brillantes, debido a la estrella que resplandecía en el cielo y el olor era salado. La pequeña casa donde vivían las dos mujeres era acogedora, con un ambiente hogareño y familiar. Xiao aspiró el olor a lavanda y miró los cuadros rodeados de rosas que había en las repisas de la entrada, todas eran de ambas mujeres, viéndose auténticamente felices, en diversos lugares en su mayoría desconocidos para el joven. Fijó su mirada en especial en un cuadro, era un dibujo, que más bien parecían un montón de mamarrachos dibujados por un niño pequeño de las que supuso eran ellas dos por los colores empleados.

— Puedes familiarizarte un poco con la casa y salir. Hoy hace un día precioso. — le propuso Jean, después de ayudarle a dejar sus maletas en su cuarto. Sus ojos azules apuntaron al cuadro y sonrío ampliamente, colocándole una mano en el hombro al joven. — Ese de ahí lo hiciste tú cuando eras pequeño.

Xiao le dedicó una mirada inquisitiva, alternando entre el papel enmarcado en la pared y los claros ojos de Jean. Poco recordaba de su infancia.

Xiao se adentró en el dormitorio que le habían proporcionado, por el que entraban los fuertes rayos del sol a través de una ventana abierta y, desde luego, impecable. El calor y el agotamiento de su viaje llevó al joven a bostezar profundamente, encorvándose con pereza y arrastrando los pies hasta caer en el blando colchón de la cama y oler el floral aroma de las sábanas antes de caer en la profundidad de un sueño acompañado del arruyo del canto de los pájaros que se posaban ocasionalmente en la ventana.

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Un Respiro De Mar [XiaoVen; AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora