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24 de septiembre. Tarde lluviosa de nubes grises, opacadas por el otoño que llenaba las calles de preciosos colores y hojas que caían como lágrimas de los árboles cobrizo. Un día normal para cualquiera, perfecto para observar en el abrigo del hogar, acompañado de una bebida caliente. Sin embargo, Xiao estaba vestido, golpeteando con los dedos el mueble, a la espera de que Ganyu bajara las escaleras para salir. Todos portaban ropas oscuras y Zhongli parecía estar más serio que de costumbre, con sus ojos ambarinos atentos en las ventanas que se empañaban de neblina.

— Ya estoy lista. — anunció la de cabello azulado, bajando las escaleras y sonriendo ligeramente.

Aquel día era el octavo aniversario de la muerte de la madre de Xiao y era imposible que la casa no se sintiera inmensamente más grande y fría sin su presencia. Para él, su infancia siempre fue borrosa, recordada únicamente por anécdotas y fotos viejas de su padre y fragmentos en su memoria que eran como imágenes estáticas de escenas específicas, sin embargo, recordaba claramente su habilidad con la lira y la melodía que tocaba para él en las noches de sus pesadillas. Tenía el cabello cenizo, largo y lacio y unos ojos escarlata que solían estar entrecerrados en las fotos con su padre, como si siempre tuviera atascada una risa.

Zhongli se levantó del mueble, alertando al joven que era hora de irse. Le resultaba irónico ver a un hombre que se ganaba la vida con la muerte lucir tan triste con esta misma. Ganyu se posó al lado de Xiao, acompañándolo en un silencio digno del ambiente, su expresión era solemne, helada. En sus manos llevaba un ramo de margaritas blancas, envuelto en un lazo azul, las flores favoritas de su mamá.

El camino al cementerio fue acompañado por una música suave que sonó en la radio del auto, siendo la única compañía de la lúgubre calma. Aquel día, tan frío y triste el lugar se encontraba desolado, salvo por una o dos personas que visitaban alguna tumba. Los tres recorrieron el conocido camino, hasta encontrarse con la lápida de su madre; Guizhong se llamaba.

— Ganyu, Xiao. — finalmente abrió la boca su padre, que siempre tenía algo que decir, en especial ese día. Ambos levantaron la cabeza, tras dejar las flores blancas descansar en la losa y susurrar alguna pequeña oración. — ¿Ustedes ya han obtenido sus marcas?

Ganyu negó con la cabeza, confundida por tan anticlimatica pregunta. Xiao asintió, viéndose embargado por un repentino sentimiento de zozobra.

— Cuando conoces a tu alma gemela, la marca brilla, con unos colores bastante particulares. — continuó Zhongli, dedicando ocasionales miradas a la lápida donde estaba escrito el nombre de la que alguna vez fue su esposa. — cuando se va, la marca se apaga, como si se tratara de la muerte de una estrella.

El hombre se puso en cuclillas, observando el ramo de flores y permaneciendo un rato en silencio, leyendo una y otra vez la losa.

— El día del accidente en el que perdí a su madre, mi marca titilo hasta que perdió completamente el color y el brillo. Hoy en día no es nada muy diferente a un tatuaje. — explicó, evocando un profundo suspiro. — Ella era maravillosa.

Xiao siempre se preguntaba como es que su padre podía permanecer tan tranquilo, sin soltar una sola lágrima ante una tragedia tal como lo era que su persona destinada le hubiera sido arrebatada.

— ¿Por qué nunca hablas del accidente, padre? — se atrevió a preguntar Ganyu, ganándose una mirada vaga por el rabillo del ojo de parte del hombre.

— No es una bonita historia. — concluyó Zhongli, levantándose del piso y dejando escapar otro suspiro. — en cualquier momento comenzará a llover, será mejor que regresemos.

Acarició suavemente la cabeza de Ganyu, para luego dedicar un vistazo a Xiao, que seguía inmerso en mirar la tumba, su ceño parecía expresar una ligera confusión que se combinaba con melancolía.

— ¿Qué sucede, Xiao? — preguntó Zhongli. — puedes llorar si lo necesitas, después de todo, tú estabas presente el día del accidente.

— No lo recuerdo. — contestó, levantando sus ojos dorados a la mirada sesgada de su padre. — Volvamos a casa.

El verano había sido tan bello y había pasado tan rápido, que Venti había olvidado lo que era el estrés de las clases, incluso se había olvidado por completo de algunos compañeros de clase que eran lo más cercano que tenía a amigos

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El verano había sido tan bello y había pasado tan rápido, que Venti había olvidado lo que era el estrés de las clases, incluso se había olvidado por completo de algunos compañeros de clase que eran lo más cercano que tenía a amigos.

— Ni siquiera hemos comenzado el semestre y ese odioso profesor de historia ya quiere hacer un examen. — escuchó quejar a un joven que estaba de pie frente a él en un cambio de clases.

Las clases de su colegio eran supremamente exigentes y esforzarse por tener un promedio perfecto era el principal estrés de Venti, el cual suspiró, sintiéndose algo asfixiado al ver a todos sus compañeros parados frente a él.

— Deberíamos salir este fin de semana, no quiero que dé un derrame cerebral del estrés. — propuso una de sus amigas, de redondos ojos escarlata y largos cabellos sujetados en dos altas coletas. Era una chica bastante peculiar, con una obsesión insana por las cosas bizarras y la muerte.

— No vayas a invitarnos a tus extraños y agresivos conciertos de metal, Hu Tao. — dijo Venti, volteándose a mirarla con los ojos entrecerrados, todos parecieron hacer una clara consonancia con su comentario.

— Ustedes, mortales, jamás comprenderían. — comentó la de cabello oscuro, haciéndose la ofendida y cruzándose de brazos. — Y si era a un concierto, pero no de metal, un par de bandas nuevas tocarán en un bar, las entradas no son costosas, tengo una amiga que puede conseguirlas para nosotros. Les puedo mandar la ubicación.

— Eso suena bastante tentador. — comentó otra joven, de cabellos rubios y ojos verdes. — Yo iré.

Venti estaba dispuesto a agregar otro comentario, pero su antipática y severa profesora de inglés ya se adentraba en el aula, con cara de pocos amigos. Pronto, su atención pasó la frente y todos sus amigos le regresaron su preciado espacio personal.

Tan inmerso había estado en sus despreocupados momentos de descanso con sus amigos que casi también parecía olvidarse de lo ocurrido en el verano. Su memoria se refrescaba, sin embargo, al regresar a su casa y ver arrumbado en su armario el suéter negro y lanudo que en día lluviosos como esos Xiao le prestó.

Un Respiro De Mar [XiaoVen; AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora