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Encorvado en frente del computador, Xiao pasaba un miércoles por la tarde jugando una partida tan concentrado que sus ojos en cualquier momento se volverían cuadrados. El dormitorio era toda una catástrofe, de libros tirados por todo el escritorio. Hacía alrededor de una semana que había regresado a clases, en un colegio distinto, por supuesto, como le había prometido su padre dadas las circunstancias. Estudiaba en el mismo bachillerato que su hermana menor y le resultó bastante interesante que ella, con lo tímida que solía ser, pudiera llegar a hablarse con tantas personas sin sentirse asfixiada.

Como si sus pensamientos la hubieran convocado, la puerta del dormitorio se abrió, cosa a la que Xiao no le dio demasiada importancia, estaba a punto de terminar la partida saliendo victorioso, por lo que en ese momento nada del mundo exterior podía ser más importante que la pantalla frente a él.

— Xiao. — llamó Ganyu, como avisando que había alguien más en el cuarto. — Necesito que hagas algo por mí.

— ¿Hmm? — contestó vagamente el de cabello oscuro, sin voltearse siquiera a verla.

La de cabello azulado no contestó nada, permaneció en silencio, esperando pacientemente tener toda la atención depositada en su petición. Tomó la flauta que descansaba en la mesita de noche, analizándola como si supiera como funciona.

Xiao casi dio un brinco en la silla de su escritorio, estirándose con animosidad, dado que justo como había predicho, había ganado su pequeña partida. Se levantó, ahora caminando hacia su hermana y bostezando con somnolienta pereza. Se sentó a su lado en la cama, observándola con atención, a la espera de que mencionara la razón de su visita al pequeño espacio de Xiao.

— Verás. — comenzó Ganyu, jugueteando con la flauta entre sus dedos. — en los torneos, bueno, tú sabes que vamos a diferentes partes del país a competir y esas cosas. En uno de esos tuvimos la oportunidad de ir a Roma, conocí chicas bastante adorables allá.

Ganyu carraspeo, dejando la flauta sobre el escritorio tal como la había encontrado. Xiao no pudo evitar notar lo nerviosa que estaba y miles de preguntas y teorías comenzaron a surgir.

— Hubo una en especial que llamó bastante mi atención, apenas pude cruzar un par de palabras con ella. — mencionó Ganyu y una pequeña sonrisa llenó de timidez las comisuras de sus labios y coloreó de tenues colores rosas sus mejillas. — Su nombre era Keqing y por una amiga que está en el mismo club me enteré que toca en una banda y... bueno, el concierto es este fin de semana. Tocarán muchas bandas.

— ¿Me estás diciendo, Ganyu... — interrumpió Xiao, casi arremetiendo. — que quieres viajar tres horas en tren hasta Roma sólo por una chica?

Ganyu levantó los ojos hacia los orbes dorados de su hermano, negando un par de veces con la cabeza y sintiendo el rostro entero arder.

— Sólo... — se aclaró la garganta, jugueteando con el mechón rebelde que sobresalía entre sus ojos. — Yo sólo quisiera verla una vez más. Y sé que papá jamás me dejaría ir hasta Roma sola. Mi amiga me mencionó hace poco los precios de las entradas y no son muy caras, ella puede acompañarnos, conoce bastante bien la ciudad.

La joven buscó la mano de su hermano y la sostuvo, intentando parecer lo más convincente posible.

— Además, ambos necesitamos desestresarnos un poco de la escuela, ¿no es así? — comentó Ganyu, observando a los ojos al muchacho con una expresión casi apremiante.

— Ah, está bien, no es como que tenga nada mejor que hacer. — accedió el joven. — Pero tú pagas las entradas, ¿no? Y no se te vaya a ocurrir dejarme solo.

La de cabello azul casi brincaba en un pie de la felicidad, tanto que se atrevió a darle un pequeño abrazo a su hermano, antes de salir canturreando de la habitación y dejar a Xiao solo otra vez, en la paz del silencio.

Un Respiro De Mar [XiaoVen; AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora