La situación escolar de Xiao no es la mejor, por no decir que es miserable, sus compañeros lo odian y está solo, sin una mano amiga que recurra en socorro suyo. Sólo tiene a su pequeña familia, que tienen la maravillosa idea de enviarlo a pasar el v...
Xiao hubiera deseado que el tiempo se relantizara, que pudiera transcurrir con la lentitud con la que se elevaban las linternas, sólo añorando alargar el pequeño momento de tímidos contactos físicos.
Sin embargo, los días se fueron con sus noches, convirtiéndose en semanas que eclosionaron en meses, trayendo asímismo los días lluviosos de septiembre, que se bañaban en profunda melancolía.
La última noche en el pueblo costero, ambos jóvenes se mojaban los pies con el agua salada del océano, observando el cielo nublado y deseando que una tormenta de último momento no los hiciera apurarse como la última vez, después de todo, el verano se alejaba y Xiao debía regresar a casa. El silencio había transcurrido por largos minutos, sólo acompañado del suave canto de las olas. Los ojos de Venti bajaron a observar el rostro de perfil de Xiao, aclarándose la garganta, en busca de llamar su atención.
— ¿Volverás el próximo año? — le preguntó.
Un par de ojos ambarinos también desviaron su mirada de las inquietas y grises nubes en el cielo, encontrándose con unos familiares y redondos ojos.
— Me gustaría prometerte que si. — contestó Xiao, con una voz ronca y algo desalentada. — pero no estoy seguro.
Pronto, con tan poco esperanzadora respuesta, los ojos de Venti bajaron al mar, observando como la marea se movía entre sus pies y las minúsculas olas chocaban.
— Pero... — continuó Xiao. — Si tengo la oportunidad de venir por las navidades o el verano que viene, te buscaré. Siempre vienes aquí, después de todo.
Y por primera vez, una honesta y torcida sonrisa se hizo presente en las comisuras de los labios del chico, haciendo a su compañero levantar la mirada y morderse el labio, reprimiendo el nudo que se acomodaba en su garganta.
— No vayas a olvidarte de mí. — le murmuró, con un leve temblor en la voz, le gustaría pensar que a causa del frío. — De... de todas formas tienes mi número, puedes escribirme cuando quieras...
Xiao se acercó ligeramente, dando un pequeño choque de su codo con el brazo de su amigo.
— A propósito, tengo algo que pedirte. — expresó Xiao. — ¿podrías dejarme ver tu marca?
Venti dejó escapar una carcajada, rascándose la nuca, con evidentes nervios.
— ¿Por qué quieres verla? — preguntó.
— No tienes que enseñarla si no quieres, sólo quisiera confirmar algo. — contestó Xiao, cruzandose de brazos y quejándose en un tono muy bajo de voz del frío viento de trasnoche.
— No es eso, es sólo que... — Venti apretó entre sus dedos la tela de su pantalón. — me da algo de vergüenza, muy pocas personas la han visto.
— ¿Quién ha visto tu marca? — casi gritó Xiao, girándose a verlo de forma impulsiva, sintiendo el calor subirle a las mejillas al notar la sonrisa juguetona que se había formado en los labios de Venti.
— Sólo mis padres y Aether. — le contestó, observando como el entrecejo de Xiao iba comprimiendose entre sus ojos. — Es una larga historia.
Tomando en cuenta que su compañero parecía bastante indispuesto a seguir aportando a la conversación, Venti respiró con profundidad, inundándose del aroma del océano, antes de deshacerse del ancho pantalón que llevaba puesto, exponiendo la palidez de su piel. El de ojos ámbar miró de reojo, sacudiendo ligeramente la cabeza, antes de desviar la mirada otra vez.
— Oh, vamos, mírala, no me estoy desvistiendo para seducirte. — bromeó Venti con ironía.
El joven giró la cabeza, tomándose un momento para admirar la piel blancusca y cremosa del joven, tragando saliva, antes de subir con los ojos y encontrarse con la marca, que recorría el muslo de Venti formando un zigzag rodeado por extrañas formas, la piel alrededor lucía quemada, como si estuviera ardiendo. Inconscientemente, la mano de Xiao fue a parar a su brazo, donde yacía su propia marca.
— ¿Qué pasa? — preguntó Venti, sacándolo de su trance.
— Venti, creo que... no, estoy bastante seguro que eres mi alma gemela. — soltó Xiao, despojándose de su chaqueta negra y dejando ver el entretejido símbolo que tenía por marca.
El de ojos aqua permaneció en silencio y el inconstante golpeteo de las olas se acompañó con el de un corazón palpitante.
— ¿Sabes? Nunca comprendí cómo funcionaba esto de las almas gemelas. — comentó Venti. — ¿Qué se supone que haga?
Ahora, el que se quedó sin habla fue Xiao, rebuscando una respuesta que no acabara en algún humillante balbuceo.
— Dime, Xiao. — continuó Venti, recogiendo su pantalón ahora completamente mojado por el mar y acercándose a su compañero con una carente prudencia. — ¿Qué importa que ahora sepamos esto? Ni siquiera sé si vuelva a verte.
El de los ojos de oro continuó perpetuando su silencio, mirando, casi sin parpadear los apremiantes y redondos ojos que exigían respuestas.
— No importa, ¿sabes? — mintió Xiao. — Es sólo una marca. Sólo quería confirmar mis dudas.
— Sólo una marca... — citó el de trenzas, volviendo a portar sus pantalones mojados.
— Es tarde. — comentó Xiao, tras un largo y exasperante silencio, rascándose el brazo, antes de cubrirse nuevamente con su abrigo y aclararse la garganta.
— ¿Quieres que te acompañe a tu casa? — propuso entonces Xiao.
— No hace falta. — respondió Venti, con la mirada clavada en la arena mojada del mar. — Conozco el camino.
— En ese caso... adiós. — dijo Xiao, tomándose otro momento para contemplar la nariz respingada de su compañero y sus ojos que brillaban ligeramente. — Gracias por acompañarme.
— Buen viaje, Xiao. — contestó Venti, incapaz de voltear a verlo a los ojos.
Tan inmerso estaba este último en su reflexión sobre su persona destinada que no pudo notar la ausencia de su compañero hasta que se dio media vuelta y ya no estaba nadie a su lado. La soledad que lo embargó entonces fue tan abrumadora que Venti hubiera preferido que una ola se lo llevara, antes que tener que lidiar con semejante incertidumbre.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A Xiao le pareció sorprendente ver que Jean lloró al despedirlo en la estación de trenes, luego de una larga pletora de cumplidos en relación con la conducta que tuvo durante su estadía. Lisa lo lleno de abrazos e interminables besos, además de preguntar una y otra vez acerca de si había olvidado alguna cosa. Xiao se sintió abrumado cuando el tren arrancó, pues aunque tenía la certeza de haber empacado todo, tenía la sensación de haber olvidado algo en extremo importante, aunque no podía recordar con exactitud qué cosa. Observó a través de la ventana del tren el vasto océano que tenía delante y cuando menos se dio cuenta ya había caído profundamente dormido.