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— ¡Termine! — grito Venti, levantando un pedazo de papel y enseñandoselo a su compañero.

Era de tarde, no más de las cuatro y mientras los adultos tomaban el té y conversaban en el patio de la casa, que más era como un pequeño invernadero y la hermana menor de Xiao dormía la siesta en la habitación del piso superior, los niños se encontraban adentro, dibujando con una incontable cantidad de lápices de colores, pinceles y crayones. Venti tenía las manos, la nariz y la ropa sucia de pintura y a veces el otro niño le daba vistazos, sus ojos concentrados, su entrecejo relajado y su lengua saliendo inconsciente de sus labios cuando no conseguía un buen trazo.

Xiao levantó los ojos de su propio papel y miró el dibujo del niño. Era un montón de mamarrachos que parecían querer formar personas y los colores estaban puestos con poca o ninguna delicadeza, siendo más bien trazos bruscos.

— ¿Qué es eso? — preguntó, curioso.

Venti hizo un pequeño puchero, como si le hubieran hecho una pregunta obvia.

— ¿Qué no es obvio? Somos nosotros... — señaló con sus dedos regordetes los que se suponían eran el par y luego los deslizó señalando las otras dos personas. — Y estos son mis padres.

Los ojos dorados se entrecerraron, buscándole forma y su cabeza se ladeo ligeramente, pero no había una forma fija más allá de colores característicos.

— ¿Y tú? ¿Y tú? — continuó Venti, levantándose un poco de la silla para mirar el dibujo que había hecho Xiao.

— Todavía no... lo he terminado. — murmuró el niño.

— ¡Yo sé quienes son! ¡Son las señoritas Jean y Lisa! — gritó el niño y vio la cara de su compañero enrojecer. — ¿por qué las dibujaste?

Xiao miró hacia otro lado con timidez, jugando frenéticamente con sus dedos.

— Es que iba a regalárselos. — murmuró.

Venti rió pícaro y tomó el dibujo de la mesa, alertando la atención de su amigo. Se levantó del comedor, con el dibujo entre las manos, corriendo hacia el invernadero, Xiao lo siguió tan pronto como pudo, pero ya era tarde, ya había entrado al lugar y llamado la atención de los adultos. Se sintió avergonzado y algo saboteado.

— Señorita Jean, Señorita Lisa. — llamó.

Xiao retrocedió un poco, ocultándose tras la puerta que daba al invernadero, observando todo desde su escondite con timidez y con el ligero temor de que no les gustara su patético dibujo.

— Xiao hizo esto para ustedes. — dijo el niño, entregándoselo a la rubia, que lo observó en compañía de su pareja. Ambas se miraron y luego devolvieron los ojos al dibujo con ternura en la expresión y una ligera sonrisa.

Xiao se encogió más en su lugar cuando ambas voltearon a mirar hacia la puerta. Lisa rió con aquella picardía característica. Los padres de Venti y los de Xiao se levantaron un poco, observando el dibujo también. Miró también como ambas susurraban algo en el oído de Venti.

— ¿Por qué te escondes, Xiao? — mencionó Jean.

Pero el infante no se movió de su lugar, permaneció oculto, asomándose apenas un poco por la puerta. Venti corrió en su dirección, tomando su mano, dándole esa confianza, ese tacto cálido que le llenaba el alma por dentro y le quemaba la piel.

— Ellas me dijeron que les gustó. — le susurró en el oído.

Xiao lo miró, tan cerca, con su mirada redonda que lo observaba con curiosidad.

Un Respiro De Mar [XiaoVen; AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora