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Venti se sintió algo desorientado con tal respuesta, para ese punto ya tenía la cabeza como un bombo, con el calor subiendole a la cara, los ojos ardiendo por las lágrimas y la mirada nerviosa de Xiao que se paseaba por toda su figura y por la habitación. Lo liberó del agarre de sus dedos, dejándolo caer sobre el colchón y tragando seco.

— De verdad, no te comprendo. — mencionó, dejándose caer sobre el pecho ajeno.

— Hay muchas cosas que quiero preguntarte antes de que mi hermana y yo volvamos a casa. — murmuró Xiao, su voz era ligeramente ronca y taimada. — Sin embargo...

Paró de hablar. Venti sintió las caricias y cosquillas en la espalda. Quizás lo estaba usando para conseguir respuesta a sus preguntas, pero, ¿importaba?

Levantó la cabeza del pecho ajeno, se le entumecian las piernas de estar en aquella posición y, honestamente, ya comenzaba a sentirse nervioso. Se quitó de encima de Xiao, sentándose a su lado, dejando las piernas colgar de la cama y los puños cerrados descansar en sus muslos.

El de ojos dorados dejó escapar un suspiro, sentándose también. Venti se fijó un poco en el mechón largo que le cubría la sien, atreviendose a acortar aún más la distancia y ponerlo detrás de su oreja. Xiao lo miró de soslayo, con sospecha, como si maquinara algo. Giró el cuello, observándolo de cerca, acariciandole la mejilla con desconfianza, no muy seguro de si debía tomar la iniciativa. Se puso colorado en cuanto sus ojos se encontraron con los de Venti, que lo miraba por breves instantes, antes de volver a desviar hacia algún punto de la habitación.

Después de tragar saliva, con el corazón subiendole a la garganta, Xiao se acercó un poco más, luego un poco más, hasta que sintió una vez más la sutil fragancia a menta y la respiración nerviosa del otro, su aliento chocando con el suyo propio. Lo besó, primero lentamente y después con intensidad.

— Espera. — interrumpió Venti esta vez. — ¿Vas a... vas a ir más lejos que esto? Porque no sé qué estaba diciendo hace rato, sólo desvariaba, porque estaba recordando cosas bastante feas. No tienes que... no tienes que...

— No sé lo qué hago. — dijo Xiao, interrumpiendo el balbuceo ajeno. — La verdad nunca me he sentido tan cerca de alguien.

Esta vez fue Venti quien se lanzó a dar otro beso, cayendo lentamente sobre el colchón, dejando sus piernas elevarse un poco, para atraer el cuerpo ajeno, empujandolo hacia sí de la zona baja de la espalda. Xiao acomodó las rodillas a cada lado de sus caderas y pronto el calor comenzó a subir en el pequeño cuarto.

Ambos estaban por completo abrumados, en especial el de ojos dorados, que sentía que iba a hacer algo mal, que pudiera estropear las cosas. Observó a Venti llorar una vez más, pero prefirió no decir nada, permanecer en silencio, suponiendo que su cercano contacto podría aliviar el caótico dolor que ese joven tan alegre resguardaba.

Sus manos temblaron cuando hizo el amague de quitarle la camiseta, queriendo tener más iniciativa en el asunto, tenerlo más cerca, piel con piel.

Los ojos de Venti bajaron a las cicatrices de su torso en cuanto se quitó su propia camiseta y se sintió ansioso, imaginando que le daba asco. Lo besó otra vez, desviando su atención de tan horribles marcas. En cuanto Venti se separaba por un instante, otro beso lo asfixiaba con frenesí.

— Hey, tranquilo. — se burló un poco Venti, reclamando su espacio para tomar un poco de aire. Xiao respiraba pesadamente. — ¿Estás bien?

— Si, si... yo... — susurró Xiao. — sólo... no mires tanto mis cicatrices, son... asquerosas.

Venti se rió una vez más, empujandolo con suavidad, posicionándose sobre él y dejando besos por todo su cuello y pecho.

— Qué tonto eres. — dijo, mordiendo suavemente su clavícula y arrebatandole un suspiro.

Xiao se apegó a la figura ajena, abrazando su espalda desnuda y besando su cuello. Sentía la cara —y quizás algo más— completamente caliente. Su marca ardía como nunca y brillaba, dando un resplandor especial al lado izquierdo de la cara de Venti.

Las mordidas del otro por todo su torso y cuello le sacaban suspiros y gemidos ahogados. Quizás nunca había sido consciente de su debilidad a tal acción hasta aquel momento. Dejó caer sus manos sobre el colchón, a merced del otro en su totalidad.

Venti dejó un beso en mandíbula y luego bajó su sudadera, activando los nervios ajenos. Xiao levantó un poco la cabeza, observando por encima del pecho al otro bajar, dejando besos y mordiscos por su torso, por sus pequeñas cicatrices aún por sanar.

— ¿Qué estás...? — murmuró.

Venti no respondió, sólo sonrío con picardía, mientras sus manos hacían los movimientos más creativos para arrebatarle suspiros.

Xiao no estaba consciente de la hora, sólo sabía que pronto tendría que irse y eso no hacía sino tenerlo pensativo, con la mirada fija en el techo de madera

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Xiao no estaba consciente de la hora, sólo sabía que pronto tendría que irse y eso no hacía sino tenerlo pensativo, con la mirada fija en el techo de madera. Se sentía algo decaído, quizás por la euforia y el cúmulo de emociones que se agolparon a sí mismo hace ya bastante minutos. Nunca había sentido aquello, todo ese éxtasis, esa alegría, esa ansiedad, esa necesidad tan insaciable de contacto. Apegó más al otro a su pecho, pues allí era donde descansaba. ¿Había sido correcto hacer todo eso? Caer en el instinto de la confusión quizá no fue el mejor incentivo.

— Venti. — llamó.

El otro delineaba la cicatriz en su pecho, escuchando el palpitar aún acelerado de su corazón. No dijo palabra, sólo hizo un pequeño sonido en señal de respuesta.

— Tienes que decirme todo. — continuó Xiao, que hacía rulos con el cabello ajeno entre sus dedos.

Este último soltó el mechón del pelo del otro, en cuando lo vio levantarse, dejando escapar un suspiro.

— A veces la ignorancia es un regalo. — murmuró Venti.

— No puedo irme de aquí hasta que me lo digas. — respondió Xiao.

— ¿Sabes por qué tienes mala memoria? — preguntó Venti, respirando profundamente a continuación.

— Mi papá siempre me dice que es porque viví algo traumatico, pero nunca me explica qué cosa.

Xiao observó la delgada figura desnuda del otro encorvarse, fijar sus ojitos aguamarina en alguna parte del cuarto, hasta que lo único que pudo ver era un tercio de su rostro y su cabello despeinado.

— Probablemente, si sabes que tu mamá sufrió un accidente en la playa, ¿Verdad?

— Si. — dijo Xiao de forma pausada. Sintió una asfixiante y efímera ansiedad hacerse con él, llevándole a tragar seco y sentarse, apegándose un poco más al blanquecino cuerpo ajeno.

— Bueno, digamos que no fue precisamente un accidente. — dijo Venti entre suspiros. — Aunque yo no debería ser el que te esté contando esto.

— Pero si eres el único que está contándomelo.

Xiao sentía un repentino interés, que mimetizaba con sus deseos de levantarse y echar a correr.

— Creo que primero tengo que refrescarte un poco la memoria.

Un Respiro De Mar [XiaoVen; AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora